SOCIEDAD / MOMENTO HISTÓRICO
MOMENTO
HISTÓRICO
Según todas las encuestas,
hasta las de los medios más conservadores del país, los votos de izquierda estarán
a un paso de conseguir la mayoría absoluta en el próximo parlamento español que
se constituya tras el 26J, lo que abre la puerta a una cómoda gobernabilidad en
torno a programas progresistas de salvación ciudadana. No es sorprendente la
estimación teniendo en cuenta que el votante español es, mayoritariamente, de
izquierdas o de centro izquierda, aunque se abstiene cuando los suyos le
decepcionan y de ahí las mayorías absolutas que tienen los partidos de derechas.
Un gobierno progresista que encare los gravísimos problemas que tiene la nación
(entre ellos Cataluña) es factible y deseable por la mayoría de la población.
En estos últimos días de campaña las formaciones políticas van a intentar
atraer a esa bolsa de indecisos del 30% para mejorar los resultados que les
otorgan las encuestas, y unos aciertan en el método, y otros desbarran y
consiguen exactamente el efecto contrario (y al PSOE me refiero).
El votante de derecha del PP,
rocoso e irreductible, asume la corrupción endémica que corroe hasta las
entrañas al partido al que vota (el caso de Valencia no se ha podido extrapolar
al resto del estado, al menos no con la misma rotundidad) pero prefiere seguir
votándolo ante el espantapájaros de que vienen los malos, una simplificación
que el propio Mariano Rajoy alimenta
en su fin de campaña en un intento de atraerse al votante de Ciudadanos a su
redil (la derecha unida jamás será vencida). Ese maniqueísmo pueril no le va a
restar votos, sino todo lo contrario: el sistema binario de valores funciona.
El votante del PP asume que su candidato está tocado, muy escorado, tiene
escaso brillo intelectual (no le he oído hablar nunca de literatura ni he
sabido nunca si está leyendo algún libro; eso sí, practica la marcha atlética) pero
Mariano Rajoy mantiene esa imagen de
persona afable y moderada, (falsa, sólo aparente, porque sus políticas
regresivas no son moderadas sino extremas en el dolor que causan a la
ciudadanía) que tanto gusta a la gente de orden. El votante del PP asume que la
situación es pésima, eso es pura objetividad, fría estadística, pero que si
ganan los malos será peor, y
descuenta los recortes sociales, la pobreza, la desigualdad, el trabajo
precario, la falta de oportunidades, como propias de la sociedad que nos ha
tocado vivir. Así son las cosas y no se pueden cambiar, suele ser el mantra del
que le aterra cualquier cambio y se ancla en el conformismo, la peor rémora
contra el progreso. Bueno sería para el PP, al que las encuestas no le otorgan
ni un mínimo de posibilidades de seguir gobernando el país por su imposibilidad
de conseguir consensos con otros partidos (erre que erre, le sigue tendiendo la
mano, que es una zarpa, al PSOE para hundirlo definitivamente), pasara a la
oposición, hiciera su travesía del desierto durante unos cuantos años, jubilara
a su vieja guardia, diera paso a savia renovada (hay gente del PP del País
Vasco muy válida, aparte de heroica, que parece que no milita en el mismo
partido) y hasta se renovara y cambiara de nombre dando lugar a un partido de
derechas de corte europeo.
Curiosamente Ciudadanos es
el partido, a día de hoy, más beligerante con Mariano Rajoy, y así lo vimos en las invectivas que le lanzó
sistemáticamente Albert Rivera en el
debate a cuatro televisivo para noquearlo en el plató. Ningún dirigente (Pablo Iglesias utilizó el guante de
seda y manejó el susurro hacia Pedro
Sánchez, un recurso muy novedoso) se mostró tan duro con el todavía
presidente en funciones. El líder de la formación naranja le lanzó a la cara,
no sólo el famoso SMS a Bárcenas
sino, y ahí una novedad importante, los varios cientos de miles de euros
cobrados por el presidente según esa contabilidad B del extesorero cuyos
apuntes ya nadie pone en duda salvo el propio afectado por ellos, Mariano Rajoy. Con los estándares
europeos, un mandatario bajo sospecha habría tenido que dimitir, pero España es
diferente. Los ataques al dirigente del PP, los más duros vertidos en un plató
televisivo, y la tajante exigencia a su cabeza ante un previsible pacto de
derechas (pero los números no le avalan) no tienen otro fin que Ciudadanos intente crecer a la desesperada con
el votante del PP que vota al partido con una pinza en la nariz, pero la
formación de Albert Rivera se
estanca en ese 14% (lo que ha perdido el PP) que le otorgan las encuestas y de
ahí no va a salir. La fórmula PP/Ciudadanos va a quedar muy lejos de la mayoría
absoluta y Albert Rivera es un globo
que se desinfla y que sólo conseguirá su objetivo, partido de derechas
homologable a la europea, si el PP se cuartea en su travesía del desierto y se
pasa a sus filas.
El papel del PSOE va a ser
determinante en esta tesitura política. El partido del genuino Pablo Iglesias atraviesa uno de sus
momentos más complicados de su historia por la pérdida de confianza de sus
votantes y está a un paso de ser bisagra, en vez de actor principal, de la
nueva situación política que se avecina. Las afirmaciones rotundas de Pedro Sánchez de que no hará presidente
a Pablo Iglesias (personaliza en el
líder de Podemos, pero quizá esté echando un globo sonda a Íñigo Errejón) le van a pasar factura y provocarán una sangría de
votos del PSOE, cuyos votantes dudan de que su partido no vaya a terminar
haciendo presidente a Mariano Rajoy,
hacia Unidos Podemos, al que ven como única garantía creíble de que el PP no
siga gobernando. Pedro Sánchez es
esclavo de la vieja guardia del partido, de la que se habría de alejar si
pudiera (Felipe González, Alfonso Guerra, Corcuera, Rodríguez Ibarra),
que aboga porque el PSOE pase a la oposición antes que pactar con la formación
morada (poco les importa a los dinosaurios políticos los ciudadanos sometidos
de nuevo a la política de genocidio social y cultural que perpetra el PP y esos
socialistas de pacotilla son los principales culpables de la situación de su
partido), y de los barones, capitaneados por Susana Diez, que esperan al día siguiente de las elecciones para
devorar el cadáver político de su candidato. Pedro Sánchez selló su muerte política, y la del PSOE, en el
momento en que se levantó de la mesa de negociaciones con Podemos para su
acuerdo suicida con Ciudadanos (éste ataca al PSOE en campaña, pero el PSOE no
le devuelve los golpes). Todo el mundo sabe, y más los votantes desconcertados
del PSOE, que fue Pedro Sánchez el
que dinamitó la posibilidad de un gobierno de progreso, por mucho que repita
que no, que fue Podemos. La arrogancia y prepotencia de Pablo Iglesias hizo el resto, por supuesto. Pedir ministerios por
televisión y lanzar mensajitos amorosos al líder socialista desde la tribuna de
las Cortes es algo de lo que debe de estar arrepintiéndose el líder de la
formación morada.
Y llegamos a Unidos Podemos,
la formación que, según las encuestas (con lo poco fiables que suelen ser éstas
y el riesgo de manipulación que sobre ellas planea, precisamente, para atraer
el voto conservador hacia el PP), puede liderar un gobierno de izquierdas en
este país si el PSOE deja su orgullo a un lado y se sube al caballo ganador y
no se confunde de adversario político. El líder de Podemos Pablo Iglesias ha demostrado ser el más inteligente y hábil de los
cuatro en disputa. Primero ha sellado un pacto con Izquierda Unida (debería
haber puesto a Alberto Garzón en la
segunda posición en Madrid, no en la quinta), la formación genuinamente de
izquierdas de la que surgió Podemos, y se ha atraído la simpatía (un Pablo Iglesias llorando) de Julio Anguita, el histórico y honesto
luchador de la izquierda histórica. El discurso de la coalición es claro y
contundente, porque Pablo Iglesias
es un maestro en el arte de la comunicación: los de abajo y los de arriba. Los
de abajo somos los que hemos soportado una crisis que los de arriba han
orquestado para enriquecerse exponencialmente con nuestro sufrimiento. Eso ha
sido así y Unidos Podemos pesca votos en la desaparecida clase media española
que se ha proletarizado y ve en ellos a sus legítimos representantes. La
capacidad política de Pablo Iglesias
para sumar formaciones (Izquierda Unida, Compromís, las Mareas) a su proyecto
regeneracionista ha rubricado su habilidad negociadora; del sorpasso al PSOE quiere pasar al sorpasso al PP y muy cerca le va a
rondar. La formación morada tiene al PSOE contra las cuerdas y su potencial
aliado se lo ha puesto muy fácil. Del mismo PSOE depende su relevancia como
partido político de izquierdas, marginando a las rémoras que tiene en sus
propias filas y sumando escaños a esa gobierno de progreso, o pasar a ser una
formación irrelevante que siga el camino del PASOK griego, el de la
desaparición.
Las espadas están en alto y
el 26 J hay dos contendientes entre los que toca elegir, la derecha con su
política de asfixia social y cultural que ya conocemos, hacernos cómplices de
la corrupción votando a los que han esquilmado sistemáticamente lo público para
sus negocios privados (les hemos pagado sus tarjetas black, sus sobrecostes en
obras públicas, sus mordidas del 3 al 10%, sus sobresueldos, sus cacerías, sus
volquetes de putas, sus lingotazos de whisky y sus rayas de coca), los tipos de
las amnistías fiscales y los papeles de Panamá, los de arriba, o un gobierno de
salvación ciudadana con las políticas sociales de las que se olvidó un PSOE
también enfangado en asuntos de corrupción y que toma a Podemos por su
adversario en vez de por su aliado. Yo me mojo por la segunda opción, aunque va
a ser muy complicada y quizá exija el sacrificio de unos cuantos egos que
sobran en la política española. Mientras haya ilusión hay vida.
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«Fórmula de la quintaesencia Muñoz: microclima negro + nieve tenebrosa = eclosión roja».
FERNANDO MARÍAS
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«José Luis Muñoz es tan convincente escribiendo que, si alguna vez la realidad no se pareciese a una de sus novelas, habría que sospechar que es ficticia».
JOSÉ CARLOS SOMOZA
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«No importan en esta ni en ninguna de sus historias la absolución o la culpa, sino la furia y el temblor de una prosa que fatalmente te convertirá en su cómplice».
GUILLERMO ORSI
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«Si existe una escritura ilimitada, no sujeta a géneros ni modas, radicalmente libre y rigurosa, esa escritura es la de José Luis Muñoz».
ALFONS CERVERA
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