CINE / BAJO LA PIEL, DE JONATHAN GLAZER


BAJO LA PIEL
Jonathan Glazer



Paradigmas de lo insólito. Esta película no se ha estrenado jamás en salas comerciales, así es que el que quiera disfrutarla deberá comprarla. Tampoco creo que se pase por ninguna cadena televisiva. Se habló de ella, y mucho, cuando se rodó por los desnudos de su protagonista, Scarlett Johansson. Hubo un debate encendido sobre si su cuerpo estaba dentro de los cánones estéticos. La película tuvo una campaña publicitaria gratuita gracias a unas imágenes que se filtraron en Internet y el debate frívolo sobre las proporciones del cuerpo de la actriz de cine. Scarlett Johansson, afortunadamente, se sale de la dictadura de la ortodoxia, del 90/60/90 que es fruto del Photoshop, el gimnasio o propicia las dobles de cuerpo. Hasta allí la superficial polémica sobre una película epidérmica como Bajo la piel. Un film fascinante, hipnótico, envolvente.


Under the Skin la vi casualmente dentro de la sección Géneros Mutantes de un Festival de Gijón, y su adscripción le viene como anillo al dedo. Polémicas físicas aparte, la película de Jonathan Glazer (Londres, 1965) es una rareza y está próxima a la reptiliana serie V. No se entiende, como el cine de David Lynch, pero quizá baste solo con verla. Y ver con el pelo moreno a la protagonista de Match Point en la piel de una alienígena vampírica,  inquieta. Su personaje, con aires de zombi conduce una enorme furgoneta por las carreteras sinuosas de Escocia y se dedica a pescar a machos incautos que caen rápidamente en sus redes en cuanto los mira con sus ojos o se dirige a ellos con voz de terciopelo; lo que hace con ellos no queda muy claro, pero desaparecen en una especie de líquido amniótico. El conflicto empieza cuando el/la alienígena (es asexuada), que es Scarlett Johansson, decide experimentar actividades humanas, como comer y tener sexo: no hay orificios para ninguna de las dos actividades aunque la curiosidad le pueda.


Hay imágenes fascinantes, paisajes inquietantes filmados en la costa escocesa y secuencias que desasosiegan—cuando el mar se traga a la madre, al padre y al bebé ante la indiferencia del alienígena vampírico que no siente—con un fondo musical envolvente que recuerda, ¿se dice ahora homenajea?, la banda sonora de La semilla del Diablo de Roman Polanski. La fotografía es extraordinaria y la atmósfera soberbia, hipnótica. La cámara se ceba en el rostro bellísimo de la actriz y en su cuerpo sensual que ella ve duplicado en un espejo: le gusta su aspecto. Un vendaval agita un bosque en sus últimas imágenes, y parece que el bosque esté vivo. Es Under the Skin, Bajo la piel, un film tan oscuro como esos cuartos infinitos a los que la protagonista lleva a sus víctimas que se dejan guiar por sus contoneos de caderas y promesas de placeres en cuanto ella empieza a desprenderse de la ropa. En esas coreografías a ciegas, en las que sólo se iluminan los cuerpos y lo demás es negro absoluto, hay mucho de Leos Carax y uno de los episodios de Holly Motors. También del David Cronemberg de sus principios. A pesar de ser del 2013, la película todavía no se ha visto en España, lo que resulta incomprensible.  También que sea la última película de Jonathan Glazer tras Sexy Beast y Reencarnación. Salirse de los parámetros de la industria lleva directamente al malditismo. Véanla. Es toda una experiencia.







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