CINE / EL TÍO OSCAR EN TIEMPOS DEL PRESIDENTE NARANJA
Este año la verdad es que la ceremonia ha sido muy canónica y nadie se ha atrevido a hacer ni la más mínima mención al emperador naranja por si acaso te firma una orden ejecutiva con rotulador grueso y te envía a Guantánamo. Y quizá muchos de los asistentes lo hayan votado, porque la locura es contagiosa. Daryl Hannah estalló en un larga vida a Ucrania sin prever la reunión Trump Zelensky del día siguiente que la acortaba, precisamente. Nadie protestó por el progrom contra los emigrantes, ni siquiera los actores latinos presentes en el acto. No hubo sorpresas en el reparto de las estatuillas salvo una muy grata, la de premiar a Anora, una película independiente fresca, desvergonzada, divertida y un punto incorrecta para estos tiempos que corren sobre esa trabajadora del sexo que se cree Cenicienta por unos días y se casa con un príncipe azul tonto y ruso. Me alegro por Sean Baker (guion original, montaje, director y película, no tenía manos suficientes para tantos Oscar), uno de esos directores que trabajan libremente en Estados Unidos, y por su encantadora protagonista Mikey Madison que le arrebató la estatuilla a Demi Moore, a quien todas las quinielas daban como ganadora, y dedicó su premio a las trabajadoras sexuales.
Emilia Pérez, como era de suponer, fue la gran perdedora a pesar de que la dominicana Zoe Saldaña, orgullosa de ser emigrante en un país de emigrantes que ahora le ha dado por perseguirlos, se alzara con el de actriz de reparto. Creo que ya he dicho que el narcorrido de Jacques Audiard, un director al que siempre admiré y del que destaco Un profeta y De óxido y hierro, hizo una película disparatada y que, tuits al margen, la actriz trans Karla Sofía Gascón no convencía ni como hombre ni como mujer en una historia ridícula que banalizaba la violencia en México. Haz un musical del Holocausto la próxima vez. La soporífera Cónclave se llevó el de guion adaptado (que se lo hagan mirar, por favor, con ese final chapucero donde los haya, puro esperpento).
Lamento que The Brutalist, para mí la mejor película con enorme distancia de las demás nominadas, solo se haya hecho con el incuestionado Oscar al mejor actor que estaba cantado iba para Adrian Brody, y con el de fotografía y banda sonora. La sustancia se llevó algún técnico, el de maquillaje y peluquería. La muy reivindicativa película brasileña Aún estoy aquí de Walter Salles fue la mejor película internacional.
No Other Land, a pesar de su tosquedad impuesta por las circunstancias
de rodaje (no debe ser muy fácil obtener imágenes cuando los sicarios
israelitas te están apuntando con las metralletas) se alzó con la única
estatuilla reivindicativa, aunque evidentemente el mejor documental era Banda
sonora para un golpe de estado, una auténtica maravilla de lección histórica
sobre el Congo y el asesinato de Patrice Lumumba musicado por todos los grandes
del jazz norteamericano.
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