CINE
Michael Winterbottom






JOSÉ LUIS MUÑOZ
ANIMAL KINGDOM
David Michôd De Australia, país no muy conocido cinematográficamente hablando pero con una excelente cantera de realizadores (Peter Weir, Roger Donaldson, George Miller, Baz Luhrman, Rusell Mulcahy, Philip Noyce, Alex Proyas, Fred Schepisi…) nos llega esta ópera prima de David Michôd, un filme negro sumamente elaborado en el que el realizador invirtió nueve años de su vida, una película sin concesiones al gran público, seca y directa, cine de personajes con acertados trazos psicológicos.
Joshua Cody (James Frecheville), al que todos conocen como J, un adolescente introvertido y de pocas palabras, pierde a su madre a causa de una sobredosis. Solo en el mundo y sin saber qué hacer, pide ayuda a su abuela, la aparentemente encantadora Smurf (Jacki Weaver) que lo acoge en su casa. Con ella viven sus tres tíos con los que apenas ha tratado en su vida. Pronto se dará cuenta de las peligrosas actividades de sus simpáticos parientes: uno, Pope (Ben Meldensohn), aparentemente afable pero sumamente violento en el fondo, ejerce de jefe del clan familiar y es un asaltador de bancos frustrado porque su oficio está en desuso y hay otras formas de enriquecimiento rápido al margen de la ley; Craig (Sullivan Stapleton) es un desequilibrado que trafica con drogas y las consume; Darren (Luke Ford), al que le molesta que le llame tío porque sólo se llevan un par de años, está aprendiendo a delinquir. Y todos actúan bajo el manto protector de su abuela. Incrustado en ese ambiente delictivo y familiar, el joven J. mirará hacia otro lado, simulará no saber lo que pasa en su nuevo hogar hasta que Leckie (Guy Pearce), un policía que se la tiene jugada a Pope, le advierte de los peligros que corre entre los suyos
Aunque el argumento de Animal Kingdom se parezca bastante al de Mamá sangrienta, película de la factoría Roger Corman, cuya banda familiar capitaneaba Shelley Winters, la australiana es un film original, con formato de cine independiente que huye de los tópicos del género y retrata con acierto esa familia desquiciada a la que el huérfano J. se ve abocado y en la que intentará sobrevivir sin tomar partido hasta que un hecho trágico le obligue a hacerlo.
La principal baza de este trhiller es la disección de sus delincuentes protagonistas, tipos aparentemente simpáticos y agradables, que comen en familia, bromean entre ellos, se emborrachan discretamente pero son capaces, cuando las circunstancias lo demandan, de mostrar su cara menos amable.
De entre la fauna que compone ese clan familiar destaca, por méritos propios, el personaje de Pope, el tranquilo tío que siempre viste informales camisas floreadas, y Smurf, la siniestra abuela, capaz de cualquier cosa por proteger a su camada; las sonrisas, la voz aflautada y los continuos besuqueos a sus hijos y a su nieto no hacen otra cosa que acentuar el carácter siniestro de esta mujer que produce escalofríos y la actriz Jacki Weaver borda. Ese amor de madre puede llegar a ser letal.
No le hace falta a David Michôd un alarde de violencia ni siquiera acción – la emboscada/venganza contra la patrulla policial – para construir un film terrible sobre la cotidianidad de la delincuencia cuando ésta se acepta como una forma de vida más.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
CAMINO A LA LIBERTAD
Peter Weir El realizador australiano Peter Weir (Sydney, 1944) puede estar orgulloso de haber desarrollado una dilatada y remarcable carrera tanto en su país de origen como fuera de él, tanto dentro como fuera del seno de Hollywood, sin perder en ningún momento sus credenciales, ni la libertad para ejercer su profesión. Tras casi diez años en silencio tras dirigir Master & Comander regresa a las pantallas con otra historia épica, la que recoge en Camino a la libertad(The way back). La película cuenta la odisea de un grupo de prisioneros que escapan de un gulag en Siberia y se ven obligados a cruzar más de 6.500km de nieve, desierto e incluso el Himalaya, para alcanzar la libertad. Esta historia, basada en La increíble caminata (las memorias del polaco Slamovir Rawicz), le sirve al director de El Club de los poetas muertos para desplegar un cine de aventuras épico, con un sabor añejo respecto al cine de este género que nos ha llegado en los últimos años desde los EEUU.
Camino a la libertad se recrea en la epopeya de este grupo de hombres de diverso origen en su intento desesperado de alejarse del horror del campo de concentración ruso. Weir opta por prescindir de diálogos que ayuden a describir la personalidad de los personajes, y en su lugar enfrenta a éstos con la imponente, y a veces angustiosa, naturaleza. La cámara nos acerca a ella de forma natural, sin artificios, ni maquetas ni efectos especiales de ningún tipo, ya que el 99% del filme se rodó en escenarios naturales, y eso se respira en el detalle, en la explosión de color, luz y texturas que han logrado en la fotografía.
Su camino de vuelta muestra una naturaleza feroz, inhóspita y agresiva. El desierto, las llanuras heladas de Siberia o los interminables valles de Mongolia, son algunas de las barreras naturales que se oponen en el camino de estos intrépidos aventureros en su búsqueda de la libertad. Un camino de largo recorrido que enfrenta a los personajes con el hambre, el cansancio, el frío, el calor, la desesperación, pero también con ellos mismos, con sus pecados, con sus expiaciones, con sus deseos. Es una contrarreloj contra la naturaleza en la que quedan retratados y desnudados.
Preocupado en exceso en hacer girar el filme sobre el conflicto del hombre contra la naturaleza, Weir olvida en algunos momentos el drama humano y la perfilación de los personajes. Se echa en falta en ese sentido una mayor profundización en el sufrimiento físico y moral de los personajes, a pesar del empeño de sus actores en representarlo, y el cuidado trabajo de maquillaje y vestuario. Es como si las panóramicas del paisaje y la belleza que irradia captará en demesía la atención, dejando a un poco de lado la cámara introspectiva que analize y dé a conocer a los personajes.
A nivel actoral, sobresale una vez más un Ed Harris, en esta ocasión, comedido y sereno pero afligido en su interior, “un actor que lleva la naturaleza en el rostro” tal y como afirma el director de esta cinta. A éste lo acompañan un irregular Jim Sturgessen el rol protagonista, y Colin Farrell en el papel de un despiadado delincuente con ráfagas de humanidad. Y por último la joven revelación, o debería decir joven consagrada, Saoirse Ronan.
The way back puede recordar a filmes de aventuras de corte clásico como ciertas películas de David Lean, John Ford, la muy recomendable Las aventuras de Jeremiah Johnson del malogrado Sidney Pollack, pero donde verdaderamente ha querido reflejarse el autor de Los coches que devoraron Paríses en el clásico de Kurosawa Dersu Uzala.
Pese a que el ritmo del filme caiga en momentos y el espectador pueda perder de vista la atención de la historia por monotonía, falta de ritmo, o cegarse por la hermosura de su fotografía y los paisajes encuadrados, Camino a la libertad sigue siendo pese a estos escollos un muy recomendable filme sobre el cine como canal para vivir historias fantásticas, espectaculares e increíbles sin necesidad de efectos. Pero se topa con un inconveniente: la maldición de apellidarse Weir, y esperar siempre grandeza de él, cuando aquí se queda en bueno.
MARC MUÑOZ
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Un saludo.