PELÍCULAS

EL DISCURSO DEL REY
Tom Hooper
Con una larga carrera en la televisión y una muy breve en el cine (Tierra de sangre (2004) con Hilary Swank y The Damned United (2009) con Michael Sheen y John Savage) el británico Tom Hooper (1972) consigue un éxito inesperado y uno de los mayores taquillazos con El discurso del rey. Melodrama de superaciones, la película de Hooper aborda, desde un punto de vista tremendamente humano, las vicisitudes del rey Jorge VI (Colin Firth), tartamudo de nacimiento, cuando debe ocupar el trono real tras la muerte de su padre Jorge V (Michael Gambon) y la renuncia al trono de su hermano Eduardo VIII (Guy Pearce) por su escandaloso amor por la norteamericana Wallys Simpson. Para paliar su tartamudez, que le merma considerablemente en su actividad pública, Jorge VI, por mediación de su esposa Isabel (Helena Bonham Carter) recurre al logopeda australiano Lionel Logue (Geoffrey Rush), un tipo algo extravagante, con el que el monarca, al que familiarmente llamará Bertie entablará una relación de amistad que va mucho más allá de la de paciente y doctor. El film de Hooper tiene dos visibles virtudes. Una, el clasicismo detallista de su narración, muy de acorde con la Inglaterra que retrata, inmediatamente anterior a la declaración de la Segunda Guerra Mundial, que reproduce con todo detalle, de forma exhaustiva y con la ayuda de una fotografía excelente. Dos, los intérpretes y la extraordinaria química que se establece entre los dos personajes principales, el desdichado Bertie, el padre de la actual reina de Inglaterra, a causa de sus tartamudez, y el doctor Lionel Logue, que luego resulta no serlo. Decir quién de los dos está mejor en su papel es una difícil elección. Mientras Geoffrey Rush da rienda suelta a su histrionismo habitual, lo que redondea la personalidad extrovertida y segura de su personaje, Colin Firth se hunde con su personaje de monarca desdichado, acomplejado pero responsable que lucha contra su defecto del habla y consigue paliarlo a costa de voluntad. Sin duda el trabajo de Colin Firth, que ya deslumbrara encarnando al pintor Veermer en La chica de la perla, es merecedor de un óscar a la mejor interpretación, pero también lo es el de Geoffrey Rush. Si a ello añadimos un excelente elenco de actores secundarios como Derek Jacobi, el Claudio de la serie televisiva, como el arzobispo Cosmo Lang, o Timothy Spall encarnando a Winston Churchill, la dicha para los que disfrutan con buenas interpretaciones en el cine es completa. Quizá haya que reprochar a Hooper una visión demasiado edulcorada de la monarquía, y se eche en falta la irónica mala baba que Stephen Frears tendría de haber estado tras la cámara, y le sobra ese excesivo amor que muestra por los protagonistas de su película, porque tanto Bert, el rey tartamudo, como su incansable logopeda son personajes entrañables. El discurso del rey es una muestra más del buen hacer de la cinematografía británica.
JOSÉ LUIS MUÑOZ

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