DIARIO DE UN ESCRITOR

Arán, 15 de diciembre de 2011



Viento
A las doce de la noche entra en el Valle ese vendaval que azota la costa cantábrica y levanta olas de ocho metros en Donostia a la que, finalmente, no iré porque la situación empeora y puede que nieve. El viento muge y se filtra por las ventanas del la buhardilla. La casa se enfría a pesar de que encendí un buen fuego y lo mantuve durante las dos horas que duró la excelente y triste película de Ang Lee La tormenta de hielo que daban por la Sexta3. La vi en compañía, aunque ésta estuvo a distancia. 45 y 500 kilómetros.

La amiga limeña
Noticias de la amiga limeña que dejé en Miami. La simpática y sonriente peruana que me enseñó los Everglades publica en su revista el relato de la media jornada que pasamos juntos. Agradable trabajo, para ambos, mientras descubríamos a los cocodrilos en los pantanos y comíamos luego ceviche en un restaurante peruano del Dowtown. De todo eso me he acordado cuando hoy he tenido noticias de ella. Los amigos que uno hace gracias a la literatura son un premio adicional con el que no contaba cuando empecé a publicar.

El escritor cuántico
Noticias también del escritor cuántico, uno de los muchos amigos de la séptima vida de los que no me olvido y a los que echo mucho de menos. Tiene nueve novela y eso me alegra. Espero que la publique pronto para poder disfrutarla. Además siempre fue un tipo muy generoso conmigo y se ha convertido en mi presentador oficial en la ciudad de los dos ríos.

Fuego
A las siete enciendo la estufa de leña. Tarda en prender. Necesita un País y un País Semanal para que la llama haga presa de los leños que he dispuesto en forma de pirámide. Cuando la llama empieza a devorar la madera cierro la puerta y contemplo ese espectáculo de lenguas rojas que bailan y chispas que salen disparadas y se estrellan contra el vidrio. Desde el sillón orejero estoy más pendiente del fuego que de lo que ocurre en la pequeña pantalla, que no es tan pequeña, la mía, al menos.

Lavavajillas
Sigo sin él. Lo vacié de su agua estancada antes de que se convirtiera en pútrida. Limpié el desagüe de unos cuantos cristales de una copa de vino tinto que se rompió. Lo puse en marcha, Y nada. No funcionó. Con lo que me toca lavar a mano los platos hasta que el único técnico del Valle, que pasa una gripe, se reponga y pueda venir a arreglarlo.

Paseo
Después de comer y hablar con una amiga que siempre me hace reír (con ella me ocurre como el perro de Pavlov en cuanto la oigo) me fui a dar una vuelta por el monte y, de paso, saludar a los caballos que bajaron del Coth de Baretges, porque las temperaturas nocturnas allí arriba deben de ser gélidas, y pastan en un prado cercano que diviso desde mi salón comedor. Encontré a ese caballo albino de ojos azules y pestañas blancas que tiene un aire de Woody Allen y conozco desde que era potrillo y me acerqué a él. Me temo que él no se acuerda de mí. Seguí el sendero hacia arriba y descubrí una nueva ruta que, a través de bosques de avellanos que abundan en la zona, me llevó a dos apartadas cabañas de ganado restauradas y a un río que se deslizaba por un valle angosto. Seguí, cuando el camino se terminó, por una senda de cazadores y me detuve cuando empecé a patinar por la hojarasca. Rodé varias veces montaña abajo a pesar de que iba armado con un bastón que utilizo como cayado. De regreso cargué con una buena cantidad de leños que fui recogiendo por el camino.

Comida
Comí un plato de crema de calabaza. Vaya, creo que ayer también comí los mismo. Y huevo frito con patatas. Vaya, creo que lo mismo que ayer. El postre lo varié: una naranja exprimida. Y, mientras, veo el telediario. El rey recibe a Amaiur y Rosa Diez pide su ilegalización. Cayo Lara se presenta sin corbata ante el monarca y Erkoreka inquiere por su salud.

Leña
Empiezo a dominar el arte de utilizar el hacha. Tengo un grueso tronco sobre el que coloco las ramas de los árboles que recojo del suelo y la emprendo a hachazos con ellas. Es un buen ejercicio, aunque no está exento de peligros. Cada vez que doy el golpe me imagino que el hacha salta de mis manos, describe una parábola y cae justo en mi cráneo. Por eso procuro utilizar ambas manos y que el arma no rebote. Hay ramas que no hay manera de cortar y las dejo por imposibles. Otras sucumben a un solo golpe. Una amiga me dice que es una forma de descargar la mala leche. Pero yo no tengo.

La Benemérita y la mujer caída en su huerto
Regresaba a mi casa con el diario bajo el brazo y olvidándome de comprar el pan. Me di cuenta de la falta de pan cuando ya estaba en el salón comedor y no bajé. Seguía a un agente de la Benemérita, un sargento, que iba fumando un cigarrillo y no llevaba ni gorra ni tricornio, pero sí uniforme. Iba dos pasos detrás de él. Como soy novelista imaginé, por una décima de segundo, que era etarra y tenía a mi posible víctima al alcance de la pistola, si la tuviera, fuera terrorista y ETA no hubiera decretado el fin de la violencia. El guardia civil se metió en un huerto que hay a la izquierda de la calle. Había una mujer de unos ochenta años, en el suelo, en medio de las cebollas y coliflores plantadas. Al parecer se había desvanecido y no podía levantarse. Entré en el huerto y entre los dos alzamos del suelo a la octogenaria.
-Ya no valgo nada-me dijo, llorosa, tras darnos las gracias y excusando su caída.
-¡Cómo que no!-le solté animoso mientras le acompañaba hasta la entrada de su huerto- Bien que la veo todos los días trabajando en la tierra.
La mujer habría permanecido tirada allí, en el suelo, de no haber pasado nosotros.
-A las 2 pasa mi nieto por la calle y me habría visto.
-Pero son la 1. ¿Cuánto tiempo llevaba en el suelo.
-Media hora.
-¿Quiere que le acompañe hasta su casa?
La mujer niega con la cabeza y se hace con un par de bastones. La dejamos que se encamine hacia su casa. El guardia civil va a su casa cuartel. Sigue fumando. Yo tuerzo por mi callejón y subo las escaleras hasta el salón comedor. Entonces me doy cuenta de que no compré pan.

Reserva de hotel
El Filósofo Rojo me confirma que hay habitaciones disponibles en su hotel de Vic. Este domingo por la noche hablaremos de la revolución que nunca llega ante una botella de vino, a ver si vemos las cosas más claras estos dos viejos indignados.

Mademoiselle Bonnaire
Invité a comer a Mademoiselle Bonnaire. Pero ella se excusó. Tenía asuntos que solucionar en un banco. ¿Banco en Foz? He estado varias veces en esa pequeña y fronteriza población francesa y juro no haber visto banco, panadería, restaurante ni nada. Para mí en Foz sólo está Mademoiselle Bonnaire y sus ocas que no convierte nunca en foiegras porque le dan pena. Y lo entiendo. Para hacer un buen foiegras hay que martirizar previamente a ese iracundo bicho. En la conversación que tengo hoy con ella, yo en una terraza de la plaza y ella en su población, me confiesa que, además de doble calcetín, lleva tres camisetas, un jersey de cuello de cisne, un abrigo con capucha y guantes. Es friolera.

La terraza y la camarera
La terraza habitual está cerrada. Así es que voy hoy a la competencia. Como voy menos a la competencia, sólo cuando mi bar efectúa su día de descanso semanal, consumo más, para compensar, y además de la cerveza pido una tostada con pan y tomate y algo de queso mientras despliego Público y disfruto del primer rayo de sol que me cae en la mesa a la una menos cuarto. La camarera, mientras me deja todo lo que ha pedido, me pregunta.
-¿Usted es el escritor?
Bien, con la pregunta deduzco que soy el único escritor del pueblo.
-Sí, soy yo.
-Me lo figuraba. ¿Me dedicará un libro cuando lo compre?
-Por supuesto. En la librería tienen algunos ejemplares.
-Sí, ya lo he visto. Lo compraré cuando termine el que estoy leyendo.
-Perfecto.
-Le invito a café.
-Vaya, es usted muy amable.
Leo Público en dos pasadas. Hay un interesante artículo de opinión sobre Steve Jobs, desmitificándolo. Sigue el tema Urdangarin que socava la monarquía. Y aparece foto de Camps con cara de lechuguino escuchando la grabación de su conversación con El Bigotes. La carrera del expresidente está acabada sea cual sea el resultado del juicio.
-¿Recibió los giros?
Me vuelvo. El sol me da de cara. No distingo a quien está detrás de mí y me habla. No sé quién es. Temo ser descortés. Finalmente lo identifico. El cartero.
-Sí, muchas gracias. Lo trajo su compañera.
Vivir en un pueblo tiene esa ventaja: todos te conocen. Y esa desventaja: todos te conocen.

Cumpleaños de La Paraguaya
Me encuentro a un amigo francés en la librería cuando cojo Público. Vive en Foz, aunque no conoce a Mademoiselle Bonnaire. Le regalé, hace meses, a su mujer, un ejemplar de Babylone Vegas. No sé si lo leyó. Él me dice que no y se excusa. Mientras la amiga paraguaya va hacia la puerta, el francés me coge del brazo y me susurra al oído que es el cumpleaños de mi vecina. La felicito cuando regresa a cobrarme Público. Mientras me devuelve el cambio y me lo agradece, me dice que un francés ha comprado un ejemplar de Llueve sobre La Habana y que vendrá a la terraza del bar para que se lo firme. Bien. Entra un amigo de la paraguaya con su mujer. Decidimos entre los cuatro cantarle el Feliz cumpleaños. No me acuerdo si lo hacemos en inglés, en castellano o en francés. La amiga paraguaya se emociona y recibe nuestros besos.

Peluquería y caza
Hoy no había nadie en la peluquería. Bueno, estaban los peluqueros. Él y ella. Me coge él. El tipo sabe. Yo lo sé en cuanto le veo cortarme el pelo. Le digo que me lo deje corto y acabe con la melena de Bufalo Bill que antes era la de Carlos Marx cuando iba acompañada de una frondosa barba. Leo lo que hay en la peluquería mientras mi pelo va cayendo a trozos y siento frescor en la cabeza. Una revista de caza. Nunca he tenido una entre las manos. Habla de la berrea y de cómo cazar a los ciervos. Pobres. Hay un montón de ciervos astados agujereados por bala. Hay anuncios de rifles y de balas explosivas que giran a toda velocidad hasta incrustarse en el cuerpo del infortunado animal con el que tropiezan. Son baratos los rifles. Por 700 euros puedes tener ese morfitero dispensador de muerte en tus manos. Salen cazadores, y cazadoras, mostrando orgullosos sus trofeos de caza. A mí empieza a horrorizarme la revista. Luego aparece un tipo que caza osos y pisa el cuerpo de un ejemplar enorme pardo que ha abatido con su escopeta. Uff. Y cazadores de leonas con sus piezas. Un pie de foto recalca la belleza del ejemplar cobrado. Más bello sería si lo hubiera dejado vivir. Hay búfalos, ñus, hipopótamos, impalas despanzurrados por las balas. Un articulista se queja de que no les dejen cazar elefantes. Cuando terminan de cortarme el pelo, el poco que me queda está erizado.

Ana Pastor
Sigo a Ana Pastor y sus invitados mientras desayuno café con leche y tarta tatín con crema de leche. Una amiga me reprocha que esté enamorado de Ana Pastor y que quiera casarme con Emma Thompson después de verla ayer en la maravillosa Lo que queda del día. Tendrá celos de ambas. El día está despejado. En el prado que hay delante de mi casa pasta un grupo de caballos. Luego iré a visitarlos. Termino de desayunar y me doy una ducha. Dejo que el agua caliente corra por la zona lumbar. Experimento un gran alivio. Decido aparcar los pantalones de verano y me calzo unos de pana que adquirí en mi séptima vida. Me vienen bien. Cierro la cremallera del jersey que me regaló Mademoiselle Bonnaire hasta el cuello. Y me calo la gorra que me hizo llegar La chica que canta fados. Con ese abrigo subo a la buhardilla

La Arquitecta
A las nueve suena el despertador, pero sigo durmiendo. Suerte que a las nueve y diez me llama La Arquitecta.
-¿Estás en la cama?
-Sí, ¿se nota?
-Tienes voz de dormido.
Prepara las fiestas y me habla de posibles ERES. Este año las navidades van a ser familiares después de cuatro año sin serlas. Me alegro. Hablamos de los minijobs que propone el amo de los patronos Rosell. De lo mal que está todo. De sus temores. Pero estamos ahí. Los dos. El uno para el otro a pesar de que hayamos cancelado el contrato. Y he aprendido que estar ahí es lo más importante del mundo. Más que estar enamorado, que es una fiebre pasajera con fecha de caducidad. Y no tengo muchas personas que estén ahí, la verdad sea dicha. Cuatro.

Comentarios

Blas Malo Poyatos ha dicho que…
Una entrada que invita a la reflexión. La mujer del huerto me ha calado.

Un saludo
Susana Sosa Villafañe ha dicho que…
Me gusta mucho tu último párrafo/capítulo.

Algo así como el "hombre pródigo".

PD: Tienes correo.

Cariños.

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