CINE / EL MAESTRO, DE FARAH NABULSI
Lo que está ocurriendo en Gaza y vemos en tiempo real,
la destrucción total de un territorio y sus gentes, opaca lo que lleva años
haciendo Israel en la Cisjordania ocupada: hacer la vida imposible a los
palestinos por todos los medios, derruir sus viviendas, quemar sus cultivos,
cortarles el acceso al agua, matarlos cuando lo estimen necesario. Los colonos,
apoyados por las FDI, son la otra punta de lanza del expansionismo sionista que
ha convertido la Palestina histórica en un queso gruyere con sus asentamientos
ilegales.
La directora británica palestina Farah Nabulsi (Londres,
1978) presenta a la muestra de cine Atlántida de Palma de Mallorca, tras
pasarlo por el Festival de cine de Toronto, su primer largometraje El
maestro basado en hechos reales. Basen El-Saleh (Saleh Bakri, el actor
palestino-israelí protagonista de esa maravilla llamada El caftán azul),
un maestro de la Palestina ocupada, traumatizado por la muerte de su hijo en
una cárcel de Israel, tiene que conjugar su labor de educar a los chicos de la
escuela en donde ejerce enseñándoles inglés y el activismo político cuando sus
compañeros de lucha le piden que esconda en su casa al soldado israelí
secuestrado (en realidad estamos hablando de Guilad Shalit que fue retenido por
Hamás en 2011 y permaneció en su poder durante cinco años) por cuya liberación
se va a pedir la excarcelación de mil palestinos. Paralelamente tiene que
frenar la sed de venganza de su alumno Adam (Muhammad Abed Elrahman) que ha
visto como un colono ha asesinado a su hermano Yacoub (Mahmoud Bakri) y tener
una relación sentimental con Lisa (Imogen Poots), una cooperante internacional.
Son más potentes las buenas intenciones de la película
que los resultados a causa de un guion errático que se ramifica en una serie de
subtramas. La historia de los padres norteamericanos del soldado de Israel
secuestrado, Simon Cohen (el actor irlandés Stanley Towsend) y su mujer Rachel
(Andrea Irvine) está introducida con calzador. La historia de amor del maestro
con Lisa (Imogen Poots), la cooperante británica que no se sabe bien qué hace
en Cisjordania, no acaba de cuajar. Cuando más efectiva es Farah Nabulsi es
cuando narra la humillación sistemática a que es sometido su pueblo (el
bulldozer que arrasa la vivienda de Yacoub y Adam; los colonos que actúan con
total impunidad asesinando palestinos e incendiando sus olivos) y ese aire de
thriller que adquiere la película cuando Basen El-Saleh descubre al espectador
esa otra faceta que tiene como luchador de la causa palestina al convertirse en
carcelero del soldado secuestrado (pero en ningún momento vemos que
interrelacione con él, una ocasión desaprovechada por la directora para
contrarrestar puntos de vista). Por contra, lo vemos empático cuando en la
escuela en la que ejerce como docente habla con Simon Cohen, el padre del
soldado israelí que sospecha que está involucrado en el secuestro, y le
tranquiliza afirmando que pronto verá a su hijo. En donde acierta plenamente
Farah Nabulsi es cuando describe el estrecho vínculo que une profesor y alumno,
paterno filial por el hijo que perdió el primero, y que Basen El-Saleh lleva
hasta las últimas consecuencias para salvar a Adam cuando toma la decisión de
vengar a su hermano asesinado. Adam, en una de las secuencias finales, sacando
con nota alta su graduación es el mejor triunfo de Basen El-Saleh.
El maestro
es un film militante y necesario, que va de lo personal a lo universal cuando
Farah Nabulsi cuenta lo que le ocurre a su pueblo a través de la historia de
ese docente íntegro al que ese gran actor que es Saleh Bakri encarna con
convicción, le presta humanidad y nobleza, pero comparado con lo que sucede en
la actualidad en Gaza, y en la propia Cisjordania, el film de la directora
palestina es demasiado light.
A destacar la formidable, entregada y detallista narración de la vida en el mar, la gran descripción de una tempestad —quienes aprecian a Patrick O’Brian lo entenderán—, allí, en ese buque de nombre Nostromo, que no es que se dirija al corazón de las tinieblas: el barco mismo lo es. LILIAN NEUMAN en Culturas / La Vanguardia
Además, no es una mera novela de aventuras, es una reflexión sobre la mezquindad del ser humano, sobre la violencia, es una rabiosa denuncia de aquella África tan sometida al hombre blanco, tan estrujada por él. VÍCTOR CLAUDÍN en Aquí Madrid
El lector puede decir que tiene entre las manos una novela de aventuras y, al mismo tiempo, de crítica social, una novela de género negro porque “Monrovia” pivota entre ambos géneros. LLUNA VICENS en Entretanto Magazine
Con mayúsculas, porque Monrovia no es ninguna novela de aventuras, sino que, inspirándose en aquellas, en realidad las subvierte: la aventura deviene desventura, un infierno, un horror. Anna Rossell en LAS NUEVE MUSAS
La frustración le lleva al protagonista a ser testigo de una parte horrible de la historia mundial, en un lugar del mundo donde las grandes potencias juegan a su antojo, y donde la vida de sus habitantes no vale nada. J. JAVIER ARNAU en Anika entre Libros
El género de
aventuras se reelabora así como epopeya vital que bucea en las más oscuras
ciénagas de lo humano. Y, por si ya tuviera pocas, se revela como otra gran
novela de este maestro de la literatura que es José Luis Muñoz. Monrovia es
uno de los mejores ejemplos de su talento. CARLOS MANZANO en Culturamas

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