CINE / LA MUERTE DE BILBAO
Y no me refiero a la
ciudad de Euskadi que sigue muy viva sino a un personaje de ficción, de esos
que se incrusta con fuerza en el subconsciente, porque la Parca, Bigas Luna,
tan caprichosa siempre, te manda otra de tus actrices fetiche hacia el cielo el
mismo día, este fatídico 25 de agosto con España y el mundo bajo las llamas. La
uruguaya Isabel Pisano, que era muchas cosas a la vez, murió al mismo tiempo
que Verónica Echegui, pero lo hizo después de una vida moderadamente larga: 82 años. La
icónica protagonista de Bilbao, tu película más oscura, obsesiva y
claustrofóbica, en la que Ángel Jové, que hace años pasó a la otra dimensión,
un artista plástico que escogiste para ese papel tan poco agradecido, se
obsesionaba con la exuberante stripper Isabel Pisano y actuaba como Terence
Stamp (fallecido ocho días antes de este agosto en el que la Parca está muy activa) en El coleccionista de William Wyler, de la que tu filme silente (había
poquísimos diálogos, y estos estaban fuera plano, inaudibles) era deudor, la
convertía en su particular muñeca de carne y hueso. Esa segunda película tuya tras Tatuaje, sobre la novela homónima de Manuel Vázquez Montalbán, hoy sería tachada de escandalosa, fue una de
tus mejores, te lanzó como creador cinematográfico muy singular y rompedor.
Pero volvamos a Isabel
Pisano, la viuda de Waldo de los Ríos, periodista de primera línea que cubrió
guerras en Irak, Líbano, Chad, Bosnia y Somalia, expareja del líder de la OLP
Yasir Arafat (envenenado por el Mosad), mujer comprometida con causas sociales,
autora de una serie de libros (Los diabólicos de Blois, Trilogía de
perversos, con la que fue finalista del premio La Sonrisa Vertical en 1995,
Yo puta, El amado fantasma, La sospecha, Yo terrorista,
Yasir Arafat, la pasión de un líder, El papiro), actriz con
Leopoldo Torre Nilsson en Boquitas pintadas y con Federico Fellini en Casanova,
Para mí Isabel Pisano siempre
será la bailarina erótica Bilbao, la que se contorsionaba desnuda en un
oscuro antro del Barrio Chino de Barcelona al ritmo envolvente de I feel
love de Donna Summer bajo la mirada depredadora del psicópata Leo / Ángel
Jové. Bilbao, película obsesiva de Bigas Luna, guio mi obsesión, valga
la redundancia, desde su visionado en 1978 por conocer
en persona a Bigas Luna, lo que se produjo finalmente catorce años después, en
1991, cuando lo entrevisté para Playboy, Penthouse y El Periódico y escribí
sobre su itinerario artístico una serie de artículos: Bigas contra Luna,
Bigas Luna, sexo, jamón y cine, Bigas Luna y los siete pecados
capitales, Bigas Luna, el hombre con atributos, Bigas Luna, de la
oscuridad a la luz. La oscuridad era Isabel Pisano que se cruzó contigo en
esa película inclasificable e incómoda que cumplía a la perfección con uno de
los objetivos del arte: provocar. En esa otra dimensión, el lugar del que nadie
vuelve, seguro que Isabel Pisano seguirá provocando.
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