EL RINCÓN DEL POETA
Mis felicitaciones a Fátima Frutos que ha obtenido el Premio Internacional de Poesía Erótica Ateneo Guipuzcoano, en su segunda edición, con el poemario De Carne Y Hambre . El galardón, dotado con 1.500 euros, lo otorgó un Jurado compuesto por el poeta Jorge Aranguren, el novelista Ángel García Ronda y el ensayista Javier Mina seleccionando su obra entre más de 300 propuestas.
"El poemario tiene un tono feminista muy marcado; el erotismo está visto desde la perspectiva de una mujer liberada, emancipada, y creía que en un Jurado compuesto por varones podía resultar demasiado atrevido. Generalmente en la poesía amorosa la mujer es objeto, no sujeto. En este caso no es así, el deseo va con ella como protagonista. Me ha resultado liberador y, además, he rescatado figuras históricas femeninas que en su día jugaron un papel rompedor en el plano erótico. Tal es el caso de Mata Hari, Camille Claudel, Virginia Woolf o Rosario Castellanos", explica la ganadora poco después de conocer la noticia.
El poemario, del que se publicarán 2.000 ejemplares aproximadamente, verá la luz el próximo mes de septiembre de la mano de la editorial Huerga y Fierro. A continuación un adelanto por cortesía de la autora.
El póquer y tú
"El poemario tiene un tono feminista muy marcado; el erotismo está visto desde la perspectiva de una mujer liberada, emancipada, y creía que en un Jurado compuesto por varones podía resultar demasiado atrevido. Generalmente en la poesía amorosa la mujer es objeto, no sujeto. En este caso no es así, el deseo va con ella como protagonista. Me ha resultado liberador y, además, he rescatado figuras históricas femeninas que en su día jugaron un papel rompedor en el plano erótico. Tal es el caso de Mata Hari, Camille Claudel, Virginia Woolf o Rosario Castellanos", explica la ganadora poco después de conocer la noticia.
El poemario, del que se publicarán 2.000 ejemplares aproximadamente, verá la luz el próximo mes de septiembre de la mano de la editorial Huerga y Fierro. A continuación un adelanto por cortesía de la autora.
El póquer y tú
Ese plano transparente entre el caos y tus ojos…
Mario Romero
Te vi entrar en aquel garito de paredes húmedas
traspasando la noche con jadeo de fugitivo,
con esos ojos tuyos, achinados por el torbellino de la tiniebla.
Y te seguí hasta la oscura abundancia de whiskys sin tregua,
como sólo lo saben hacer las hetairas de barra improvisada,
zafada por pinturas de guerra; émula y febril.
Me miraste de soslayo, a través de las rotas vidrieras,
precipitándote hacia el indicio de nuestra corta distancia.
Y diluiste la avidez con un primer trago largo,
mientras yo me acercaba, tentándote suave como el peligro.
“I have nothing” en la voz de la Simone arropaba agonías,
que en otro lugar jamás hubiésemos confesado.
Y me invitaste a renegar del mercadeo del placer,
confundiendo mi deseo con negocio y tus ganas con vicio,
para ir a refugiarnos a la fácil guarida del Averno.
El reservado potenció nuestros olores hasta el dolor
e hizo que masticásemos cada hora de la madrugada.
Exhausta juré por Psique y Eros no revelar
que la mujer excesiva de eternos goces no te era ajena,
y esculpí sobre tu cuerpo, sin dejar sitio a las sombras,
todos los instintos proscritos del espacio y el tiempo.
Desprendiste la trágica alegría líquida de tu cincel
sobre mis lubricidades incandescentes, plenas de besos,
por la feroz argucia de la hembra saciada, muerta en vida,
que ante ti se mostraba como una Eva sabedora de su engaño.
Cubriste mi esbeltez sorprendida, con la perspicacia que detentas.
Y tras un intervalo interminable, en que volví a recordarte
en medio de gemidos panteísticos y pupilas llenas de agua,
regresaste para dejar sobre mi vientre el tributo postergado:
póquer de damas y escalera de color en juego rápido.
Tendida sobre la calidez cómplice del caos de tus ojos
supe que la próxima vez, no lograríamos silenciar los paroxismos.
© Fátima Frutos
EL ÁTICO
Mario Romero
Te vi entrar en aquel garito de paredes húmedas
traspasando la noche con jadeo de fugitivo,
con esos ojos tuyos, achinados por el torbellino de la tiniebla.
Y te seguí hasta la oscura abundancia de whiskys sin tregua,
como sólo lo saben hacer las hetairas de barra improvisada,
zafada por pinturas de guerra; émula y febril.
Me miraste de soslayo, a través de las rotas vidrieras,
precipitándote hacia el indicio de nuestra corta distancia.
Y diluiste la avidez con un primer trago largo,
mientras yo me acercaba, tentándote suave como el peligro.
“I have nothing” en la voz de la Simone arropaba agonías,
que en otro lugar jamás hubiésemos confesado.
Y me invitaste a renegar del mercadeo del placer,
confundiendo mi deseo con negocio y tus ganas con vicio,
para ir a refugiarnos a la fácil guarida del Averno.
El reservado potenció nuestros olores hasta el dolor
e hizo que masticásemos cada hora de la madrugada.
Exhausta juré por Psique y Eros no revelar
que la mujer excesiva de eternos goces no te era ajena,
y esculpí sobre tu cuerpo, sin dejar sitio a las sombras,
todos los instintos proscritos del espacio y el tiempo.
Desprendiste la trágica alegría líquida de tu cincel
sobre mis lubricidades incandescentes, plenas de besos,
por la feroz argucia de la hembra saciada, muerta en vida,
que ante ti se mostraba como una Eva sabedora de su engaño.
Cubriste mi esbeltez sorprendida, con la perspicacia que detentas.
Y tras un intervalo interminable, en que volví a recordarte
en medio de gemidos panteísticos y pupilas llenas de agua,
regresaste para dejar sobre mi vientre el tributo postergado:
póquer de damas y escalera de color en juego rápido.
Tendida sobre la calidez cómplice del caos de tus ojos
supe que la próxima vez, no lograríamos silenciar los paroxismos.
© Fátima Frutos
EL ÁTICO
Triste est omne post coitum, præter mulierum gallumque
GALENO DE PÉRGAMO (131 d.c. – 201 d.c.)
GALENO DE PÉRGAMO (131 d.c. – 201 d.c.)
Bajo la inclinada ternura de esta caverna en el cielo de Gran Vía,
donde te doy mi cuerpo envuelto en las muchas tierras que nunca pisé.
Tan silencioso y tan exánime tu rostro; quedo, vencido..,
arrebujado entre horas nacientes, tras las que tres veces me negarás,
yo busco aún los despojos de aquella furia cálida e inextinguible
que antaño no reparaba en las vilezas del mundo.
Porque múltiple y lenta es la forma de la muerte lúbrica,
quisiera antes, borrar por un instante la condena a serte infiel,
desterrar este ansia imparable de Fedra nueva, perversa,
que mece arrayán en los ocultos pliegues de su piel hambrienta.
Y si el insólito gallo, que juro, habita las azoteas de Madrid
no golpea las pausas de tu sueño y marcho penitente, desarmada,
acúsame en tus poemas de haberte deseado vivamente,
de rozar la demencia entre el goce y el desatino.
Distíngueme en tus versos como la Dafne rebelde,
que teniendo a donde huir, siguió cantando su vida
para que obtuvieras laureles con los que cubrirte.
O admite, si crees que así se resarce la verdad,
que más que amantes atronando nocturnidad y alevosía,
hemos sido esos insospechados desconocidos,
merodeando, el uno por el cortejo sagrado del éxito,
y la otra, por la agria gangrena de un amor en ruinas.
© Fátima Frutos
donde te doy mi cuerpo envuelto en las muchas tierras que nunca pisé.
Tan silencioso y tan exánime tu rostro; quedo, vencido..,
arrebujado entre horas nacientes, tras las que tres veces me negarás,
yo busco aún los despojos de aquella furia cálida e inextinguible
que antaño no reparaba en las vilezas del mundo.
Porque múltiple y lenta es la forma de la muerte lúbrica,
quisiera antes, borrar por un instante la condena a serte infiel,
desterrar este ansia imparable de Fedra nueva, perversa,
que mece arrayán en los ocultos pliegues de su piel hambrienta.
Y si el insólito gallo, que juro, habita las azoteas de Madrid
no golpea las pausas de tu sueño y marcho penitente, desarmada,
acúsame en tus poemas de haberte deseado vivamente,
de rozar la demencia entre el goce y el desatino.
Distíngueme en tus versos como la Dafne rebelde,
que teniendo a donde huir, siguió cantando su vida
para que obtuvieras laureles con los que cubrirte.
O admite, si crees que así se resarce la verdad,
que más que amantes atronando nocturnidad y alevosía,
hemos sido esos insospechados desconocidos,
merodeando, el uno por el cortejo sagrado del éxito,
y la otra, por la agria gangrena de un amor en ruinas.
© Fátima Frutos
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