DIARIO DE UN ESCRITOR
Arán, 20 de mayo de 2012
Hay días que no deberían existir. Éste.
Borrarlos del calendario de tu vida o hacer algo más práctico: seguir durmiendo
haciendo caso omiso al despertador. Pero cometí el error de salir con el pie
izquierdo de la cama. Miré el cielo. Nuboso. Me gustan las nubes. Pero éstas
estaban bajas, eran nubes que comprimían, ahogaban, velando el paisaje de los montes
cercanos. Bueno. Después de tanto empacho de sol en Camboya algo de nubes,
fresco y lluvia podrían irme bien, pensé mientras bajaba las escaleras cogido a
la barandilla, porque hace años que no me fío de mí mismo. Me hice café. Bien.
Hice churros. La cagué. Parecen fáciles de hacer pero si te desvías un
milímetro en la proporción de la pasta (exactamente la misma cantidad de agua
que de harina, y verter ésta en el agua cuando hierva, y remover hasta que
espese la masa en el mismo recipiente en donde ha hervido el agua, no en otro)
no salen. Y no salieron porque puse un milímetro cúbico más de agua que de
harina. Así es que desayuné unos churros grasientos e infames mientras
intentaba sintonizar un programa televisivo decente: no lo hay. Los recortes se
lo cargaron ya todo y la televisión pública echa mano de archivos: las niñas de
Alcasser. Miré el cielo. Las nubes se despeñaban montaña abajo y empezaban a
soltar su carga de lluvia. Últimamente me cansa todo, excepto la belleza. Me
cansa el buen tiempo. Me cansa el mal tiempo. Me cansa la playa. Me cansa la
montaña. Me cansa la felicidad. Me cansa la desgracia. Y además últimamente me
cansa mucho mi propia vista. Cansado por todo, especialmente por el día,
maldito domingo, el peor de la semana, el más deprimente, subí a mi despacho y
prendí el ordenador. Ninguna buena noticia, ningún correo estimulante. Alguien,
que no sabe lo que me importa, me abronca suavemente por una locura nocturna, y
leo esas pocas líneas y me siento francamente mal, hundido. Debe de ser por el
día, porque tampoco hay que hundirse por una frase principal seguida de una
subordinada. Y porque es domingo. Salgo a la calle y voy a comprar el diario,
con pocas ganas de salir y comprar el diario. Lo compro y desisto de leerlo en
mi terraza de todos los días. Me doy cuenta, mientras vuelvo a mi casa, de que
no tengo ganas de ver a nadie, ni de hablar con nadie, ni de saber nada de
nadie. Leo el diario y escucho a Miles Davis, cuya música me deprime y hunde,
si ello es posible, un poco más. Suerte que en España conseguir un revólver no
es tarea fácil. La lectura del diario con Grecia, España, el artículo de Paul
Krugman y las viñetas corrosivas de El Roto sobre la crisis, me noquean. Estoy
tan fuera de combate que, a pesar de estar leyendo el diario en la cocina, dejo
que unas maravillosas judías verdes puestas en agua a hervir, se quemen ante
mis narices. ¿Qué más me puede pasar? Sí, puedo caerme por las escaleras,
quedar en silla de ruedas, no pasar del garaje, tenerme que buscar una planta
baja. Estoy tan desanimado, tan hecho polvo, tan sin ganas de hacer
absolutamente nada, que calibro la posibilidad de volver a la cama, cubrirme
con la manta la cabeza y desaparecer hasta mañana. Pero no lo hago y decido
escribir sobre mi lamentable estado de ánimo, a ver si escribiendo sobre él,
remonta, pero no, sigue exactamente en donde estaba antes, en el abismo. Estar solo
tiene esta enorme ventaja, que, por mucho que busques a tu alrededor, no hay un
mal hombro en el que apoyar la cabeza y buscar consuelo. Así es que tendré que
consolarme yo, pero mañana. Hoy, imposible.
Comentarios
A excepción de los churros, mi domingo es muy similar al tuyo.
Agradezco esta especie de solidaridad involuntaria...
Un beso y que mejore el tiempo.
Sepa, aunque importunarle más no quiero, que estoy enamorada de un hombre muy similar a usted. Créame, aunque duele también le amo así como es él.
Leerle me ha favorecido. Espero, muy sinceramente, que recobre el buen ánimo y continue compartiendo con todos los que le leemos sus maravillosos escritos.
¡Gracias!!
Sólo puedo desearle que la manta que escoja para enterrar ese estado de ánimo de mierda sea lo suficientemente confortable como para proporcionarle un sueño que le repare en la medida de lo posible.
Que lo sepa ¡¡
Prefiero vivir con alguien que sienta cercano.
Es una elección personal por eso luego no hay derecho moral a quejarse.
Ajo y agua!!
Y besosssss