LITERATURA / RÉQUIEM POR UN SUEÑO
Réquiem por un sueño
El
mundo, tal como lo conocíamos, está dejando de existir. Los cambios se
producen, dicen, porque son irremediables. Todo lo malo lo es, según esa ley
fatalista. El progreso que nos lleva a tener el mundo en nuestra palma de la
mano (el móvil) pero también a que se nos derrita el Ártico ante nuestros ojos
o no haya abejas para polinizar las flores, como advertía Donald Sutherland mientras recibía su premio a toda una carrera en
el festival de San Sebastián. Como los glaciares (en Islandia ha desaparecido
uno de los más importantes, ante mis ojos veo como el Aneto mengua),
desaparecen las pequeñas librerías, y lo hacen, no nos engañemos, por nuestra
culpa y desidia.
Hace ya
años cerró la mítica librería Negra y Criminal de Barcelona, y más tarde se nos
murió ese librero entrañable que invitaba a vino y mejillones en su singular
local, con mazmorra incluida, del popular barrio de la Barceloneta tras cada
presentación. Se iba al garete un sueño y una forma de entender la venta de
libros que nada tenía que ver con las grandes a impersonales librerías.
El
librero prescriptor, ese que sabe los gustos del lector en cuanto traspasa el
umbral de la librería, qué libro recetarle, cuál puede regalar a su compañero
sentimental o a su hijo, le habla de las novedades, porque
es un apasionado de la literatura y se lee los libros que caen por su
establecimiento, es un personaje que está desapareciendo a marchas forzadas y
no solo por las grandes superficies sino también por las plataformas que te
sirven libros a domicilio en 24 horas. Y eso pasa, no lo duden, por nuestra
culpa. Preferimos dar un clic a una tecla de nuestro ordenador, hacer una compra
con el móvil, a trasladarnos a la librería de antaño y charlar un rato con el
librero de lo que se debe hablar con ellos, de buena literatura.
Hoy me
ha llegado una nueva esquela de defunción, la de SomNegra que había tomado el
relevo a la mítica Negra y Criminal y se había convertido en la única librería
especializada en género negro de la ciudad de Barcelona. Su esforzado librero,
un tipo magnífico que a mí me había sacado las castañas del fuego en más de una
ocasión, Miguel Ángel Díaz, anuncia
que echa el cierre ante la imposibilidad de seguir adelante con su negocio. Es
un librero que se ha dejado la piel, por vocación, en su oficio y se ha
encontrado por el camino los molinos de la incomprensión y la nula ayuda de las
administraciones que deberían proteger estos templos de la cultura aunque fuera
con exenciones fiscales o créditos blandos.
Cada
librería que cierra es un drama en un país como el nuestro en el que se lee
poco y mal y se edita mucho y muchas veces sin criterio. El librero estaba
precisamente para revertir esa tendencia, que se leyera más y mejor, y hacer
aflorar el trigo ante tanta tonelada de paja. Me siento culpable, como me sentí
cuando Paco Camarasa echó el cierre
a su local de la calle de la Sal del barrio de pescadores de la Barceloneta. Miguel Ángel Díaz se despide, en su
emotivo mensaje, con un “Nos veremos en el próximo sueño”. Me temo que ya no
quedan sueños.
Brasil. Salvador de Bahía. El mundo de las favelas. El fútbol. El sexo. Humberto da Silva se convierte en figura nacional. Un nuevo genio de la pelota. Su reinado será breve e intenso.
Comentarios
Veo desaparecer establecimientos de la ciudad, con esa nostalgia que me genera ver sus puertas cerradas, y sus persianas bajadas. Establecimientos con historias, recuerdos y acontecimientos, que quedarán en nuestra memoria.
Miguel Àngel es de esas personas que, solo cruzando la puerta de la librería ya te abraza y te dedica su tiempo, ese que no se paga porque te lo está regalando,y lo único que pagarás será el precio del libro, que al autor es irrisoria la cantidad que le llegará.
Libreros y autores padecen el mismo mal, el olvido.
Gracias José Luís por tu crónica.
Un saludo.