SOCIEDAD / AGUIRRE, LA REINA RANA
AGUIRRE, LA
REINA RANA
Finalmente parece ser que la Rana Madre era ella. Tras muchos
movimientos de cintura, y ese desparpajo chulapón que caracteriza a la lideresa
del PP madrileño para echar balones fuera,
la niña bonita de Jose Mari, la exministra de cultura que cambió el sexo
del Nobel Saramago por Sara Mago, se sentará en el banquillo de los acusados porque
un juez de instrucción ve indicios más que suficientes de corrupción para procesarla.
Ya he perdido la cuenta de los expresidentes imputados y condenados de la
Comunidad de Madrid, territorio que disputa el cetro a Valencia en podredumbre institucional.
Si hay una política cínica, en el caso de que sean políticos
y no otra cosa, el caso de Esperanza Aguirre es paradigmático de una
desfachatez que adquirió tintes grotescos cuando la reina de todas las ranas se
proclamó a sí misma como la destapadora máxima de la trama Gürtel y dejó en la
estacada (es decir, en la cárcel) a los hasta ese momento amigos Granados, López
Viejo y González que le salieron rana.
Con la imputación de Aguirre, y también de la inmaculada
Cifuentes, en la trama Púnica, se estrecha el circulo alrededor del capo, el
tipo que hablaba texmex en la
intimidad y ponía las patas sobre la mesa de Bush en ese periodo delirante de
la historia de nuestro país en el que estuve a punto de incinerar mi pasaporte por
vergüenza ajena. Las ranas que le salieron a Jose Mari se cuentan por docenas
en las cárceles españolas y espero que vaya un día a hacerles compañía para
solidarizarse con ellas.
Pero, y repito como un mantra, el problema no es que exista
un partido como el PP, que más que partido parece una entidad diseñada para el
saqueo de lo público en su propio beneficio, sino sus votantes, esos fieles
irreductibles que siguen apostando por unas siglas que tienen un récord histórico
de encarcelados e imputados que lo hará figurar en la lista Guinness, y lo
hacen, como buenos vasallos, sin comerse ni las migajas del pastel.
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