SOCIEDAD / PORTAVOCES DEL NUEVO ORDEN

 


Hay dos portavoces del nuevo orden, es decir, del caos global, que claramente me perturban cuando los veo aparecer en la pantalla de mi televisor, a pesar de que su aspecto es inofensivo, pero bajo su rostro de no haber roto un plato hay una buena pócima de veneno.


Uno es un tal Roni Kaplan, uruguayo e israelita, y capitán de ese ejército tan valiente de las FDI que, mientas sus compañeros de armas se dedican con devoción al infanticidio porque los niños gazatíes, en cuanto crezcan serán los terroristas del futuro, tergiversa todo lo que puede la realidad siguiendo el precepto de Goebbels de que una mentira repetida hasta la saciedad acaba convirtiéndose en verdad. El capitán Kaplan es un tipo que se parece tanto al periodista Alfredo Urdaci, pero tanto, que hasta tengo la sospecha de que sea él que, tras se relevado de la TVE del PP en donde se hizo famoso al evitar decir comisiones obreras en una rectificación y hablar de cece oo. para disimular, pidió empleo en los informativos de ese ejército que se cubre de mierda. Pues Urdaci, digo, Kaplan, al atildado oficial del ejercito de Israel, aparece con mucha frecuencia en los medios para negar lo evidente y convencer a sus acólitos hispanoparlantes de las redes de la bondad y generosidad de su país: que lo de la hambruna es una engañifa de Hamás y todos los gazatíes están más que bien nutridos; que el suyo es el ejército más moral del mundo y por eso tortura a los prisioneros o los ejecuta; que es la ONU y la UNRWA, dos organizaciones muy peligrosas y cómplices del terrorismo, son las que impiden la entrada de camiones con ayuda humanitaria, y el tipo se pasea entre camiones preguntándose dónde están los conductores porque Israel tiene abiertos los pasos fronterizos y hasta parece que vaya a ponerse al volante de uno de ellos para cruzar Rafah. Kaplan miente más que respira, pero sus acólitos de Latinoamérica que lo escuchan con devoción, los evangélicos que dan tanto miedo como Israel, los que aplauden sus asesinatos, los bendicen y rezan por el estado genocida, apelan constantemente al Dios del Antiguo Testamento, se lo creen a pies juntillas. Al menos, mientras el tal Kaplan miente a diestro y siniestro en perfecto castellano, hay algún niño palestino que se salva de la furia de los descendientes de Herodes. Mientras miente, Kaplan no mata.


Para el otro vocero hay que desplazarse al epicentro de lo que sucede en Gaza, es decir a Estados Unidos, a la administración del emperador naranja cuya portavoz Karoline Leavitt (observen el apellido, porque todo está muy conectado) es una perfecta y atractiva WASP que es el vivo retrato de Nicole Kidman a la que le hayan cortado las piernas y le hayan puesto una cara más redondita, o quizá sea la propia actriz australiana que antes de que el bótox deje de tener efecto en su rostro ha pedido plaza a Donald Trump. A pesar de su apariencia de chica que podamos ver en cualquier película de terror made in USA, esas en las que los tenagers se van a una casa abandonada al lado de un lago para hacer cochinadas y van siendo descuartizados por un asesino en serie armado de una motosierra, la portavoz de la Casa Blanca, no se engañen, en una mujer de cuidado más peligrosa que el de La matanza de Texas. Hace unos días apareció para decir que van a limpiar Washington, que está muy sucia de vagabundos y al inquilino de la Casa Blanca le molesta verlos por sus avenidas corriendo con sus andrajos apestosos detrás de La Bestia pidiendo limosna, fundamentalmente porque no le votan, están más fuera del sistema que él. La limpiadora de Washington les daba dos opciones a saber, o se largaban de la ciudad rapidito o se iban a un psiquiátrico o a una cárcel, así de claro habló la maravillosa rubia del Emperador Naranja desde su atril y ningún periodista le chistó no sea que fuera enviado a Guantánamo o a una cárcel de Bukele con los mareros. Y el otro día, una vez que Washington ha sido adecentado manu militari literalmente por la Guardia Nacional, también se empeñó en limpiar Caracas porque Maduro no le gusta, le acusa de ser el nuevo Pablo Escobar sin poner una sola prueba encima, pone precio a su cabeza (50.000 USD, que es muy poco, una miseria, sale muy barato, Trump es un empresario tacaño, con ese dinero no se va a ninguna parte) y amenaza con invadir el país como ya hizo en Panamá hace décadas. Preocupante que el Tío Sam quiera recuperar de nuevo el control de su patio trasero del que estuvo ausente muchos años entretenido en aventuras imperiales en Irak y Afganistán. Eso sí, Donal Trump, como un caprichoso niño pequeño que no ha tenido infancia, reclama una y otra vez el Premio Nobel de la Paz y cómo se lo den a Putin le va a coger un berrinche.

Ambos, la Leavitt y el Kaplan, a pesar de la distancia abismal de kilómetros que los separan y sus caras de mosquitas muertas, destilan el más puro veneno cuando abren sus bocas mientras otros aprietan el gatillo. Eso es el nuevo orden que llega y del que no sé cómo vamos a desembarazarnos.


EL VIAJE MÁS EXTRAORDINARIO DE TODOS LOS TIEMPOS QUE CAMBIÓ RADICALMENTE LA HISTORIA DE LA  HUMANIDAD, UNA NOVELA ÉPICA QUE TRASLADA AL LECTOR A 1492 Y QUE SE HA CONVERTIDO EN SERIE DE TELEVISIÓN.





 

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