CINE / NUESTROS DÍAS MÁS SALVAJES, DE VASILIS KEKATOS
Film griego del Festival
Atlántida, el que patrocina la plataforma Filmin en Palma de Mallorca un año
más, que llega envuelto en un aroma sesentayochesco, parece una distopía retro.
Chloe (Daphné Patakia, uno de los mejores activos de la película por su
frescura interpretativa) huye de su familia opresora en Atenas tras robar
perfumes en un supermercado y es recogida en una estación de servicio, tras
librarse de un acosador, por una autocaravana que recorre Grecia. A bordo viaja
un grupo de jóvenes de su perfil, desarraigados de sus respectivas familias,
que se niegan a crecer bajo el síndrome de Peter Pan, quizá porque no ven
futuro a una vida de adulto, viven en comuna y actúan como Robin Hood: asaltan
las viviendas de los prestamistas y devuelven a sus dueños los objetos
expropiados.
Nuestros días más
salvajes, una coproducción de Grecia, Francia, Bélgica y
Alemania, es una fábula algo ingenua pero bella por momentos. Está rodada bajo
la luminosidad de ese Mediterráneo heleno. El film de Vasilis Kekatos, autor
también del guion, recoge ese momento ilusionante de una juventud que se ve
capaz de cambiar al mundo sin saber que será el mundo el que los cambiará a
ellos y tendrán que supeditarse a sus normas. Hay tensiones en el grupo, sobre
todo cuando emplea medios violentos para que uno de los prestamistas asaltados
les facilite la clave de su caja fuerte y en la celebración de la hazaña la
cámara se centre en el rostro serio de Chloe a la que ya no le gusta la deriva
de la comuna en la que se ha integrado. Vasilis Kekatos, en sus 104 minutos de
película coral, revive la utopía hippie a través de una road movie tan
ingenua como estimulante contada por la mirada de Chloe, su protagonista
absoluta, rechazada por su familia, por su propia hermana Sofia (Eva Samioti) a
la que acuda a pedir ayuda en el supermercado en donde trabaja y es una nueva
decepción.
Vasilis Kekatos comenta
sobre el filme: “Es un mundo triste, pero eso no significa que no pueda ser
bello. Estos niños perdidos saben que el final está cerca. Sus días de
deambular no van a durar. Por ahora, nadan, flirtean y se aman”. Nuestros días más salvajes retrata ese
momento mágico en que toda la vida está por delante, es un libro blanco por
escribir, y se vive en un estado de locura extrema que parece vaya a durar toda
la vida, pero no. Los jóvenes intérpretes de la película beben, danzan a la luz
de las fogatas, beben. Ingmar Bergman realizó sobre ese tema una de sus mejores
películas sobre la intensidad y fugacidad de la juventud: Un verano con
Monika.
Hay una secuencia muy
hermosa que quiero resaltar, una larga escena de amor en la arena y en el mar
que tiene una coreografía extraordinaria y está filmada de forma exquisita, la
mejor secuencia de este film griego. Aris (Nikos Zeginoglou), el conductor de
la autocaravana, y Chloe interpretan una danza amorosa previa al apareamiento.
Es un momento mágico de la película, el instante de intensa felicidad de ambos
mientras se aman en una playa desierta y se bañan en el mar. Es tan irrepetible
que luego ese feeling intenso ya no se reproduce, se pierde y queda como
una foto fija. Puede que sea una de las mejores escenas de amor filmadas en los
últimos años.
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