CINE / MASPALOMAS, DE JOSÉ MARI GOENAGA Y AITOR ARREGI
Nada se le resiste al
tándem de directores vascos formado por José Mari Goenaga y Aitor Arregi, desde
hacer una película sobre el amor más allá de la muerte como Loreak, su
debut, a tratar como pocos la posguerra española de los que vivieron décadas
como topos escondidos en sus casas en La trinchera infinita o el biopic
sobre uno de los mayores impostores de nuestra historia en Marco.
Maspalomas empieza
en ese enclave de Canarias, un paraíso para homosexuales masculinos que en sus
dunas alejadas del mar ponen en práctica sus más osadas fantasías. El film de
los directores vascos empieza con una más que explícita y larga escena de sexo
entre hombres en ese lugar, precisamente. Vicente (José Ramón Soroiz), a pesar
de sus 74 años, sigue siendo sexualmente muy activo, pero en un local de
ambiente de la ciudad la salud le juega una mala pasada y debe volver a su País
Vasco natal, a San Sebastián, y ponerse bajo la tutela de su hija (Nagore
Aranburu), con la que lleva enfrentado desde que se separó de su mujer, que lo
interna en una residencia para que se recupere. En ese encierro transitorio
Vicente oculta su condición de homosexual.
El tándem de directores
vascos aborda con naturalidad la problemática de la homosexualidad que todavía
no acaba de ser aceptada en algunos ambientes del País Vasco. Maspalomas versa
también sobre la sexualidad cuando el cuerpo físicamente languidece pero la
mente aún permanece abierta al deseo, y es, sobre todo, un film de personajes extraordinariamente
humanos y bien retratados como el entrañable compañero de cuarto de la
residencia (Kandido Uranga), el joven y atractivo enfermero de la residencia
(Kepa Errasti) con el que chatea el interno sin darse a conocer y esa hija con
la que tiene una cuenta pendiente de saldar el padre que ha emprendido una vida
alejada de la normalidad estándar y finalmente acaba aceptándolo tal cómo es.
Maspalomas es un melodrama perfecto
sobre la aceptación de la identidad sexual y la búsqueda de sí mismo cuando el
cuerpo empieza a fallar, película valiente, a ratos cruda, otras, tierna, nada
impostada y con actores en estado de gracia absoluto. De nuevo los dos
directores vascos dan en la diana, y ya son muchas veces.
UN DESCENSO A LA INFIERNOS DE DANTE A TRAVÉS DE UNOS RELATOS QUE COMBINAN LA FANTASÍA CON EL HORROR.
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