ESPECIAL GAZA
La especial gravedad de lo que está sucediendo en Gaza obliga a este blog a tomar partido por el masacrado y el débil: el pueblo palestino. Lenta, pero decidida, la sociedad civil, al margen de los partidos, horrorizada por las imágenes que le llegan, se moviliza y, como parte de esa sociedad civil, porque no puede estar al margen de lo que sucede en el mundo, los escritores e intelectuales luchan con la única arma que les queda: la palabra. Palabra contra esa violencia desproporcionada que se está cebando en un pueblo maltratado e inerme y que está causando una pavorosa mortandad, sobre todo, entre los niños.
Un artículo de alguien tan poco proclive a coquetear con la izquierda y a condenar a la ligera a Israel, como es Mario Vargas Llosa; un texto del siempre brillante pensador Sami Nair; una columna incisiva y bella de ese gran prosista que es Manuel Vicent; un reportaje periodístico de Juan Miguel Muñoz; el alegato de Soledad Gallego─Diaz, el certero análisis de León Rozitchner; manifiestos de escritores, actores de cine, cartas al presidente de la Unión Europea y la carta que dirigí al presidente del gobierno José Luis Rodríguez Zapatero ─ por cierto, uno de los pocos líderes europeos que ha tenido el coraje de condenar a Israel sin reparos ─ conforman este mosaico de opiniones y noticias en el que las imágenes de los reporteros palestinos, presentes en la franja de Gaza, ponen la dramática nota gráfica que no podemos ni debemos hurtar para urgir, con todas nuestras fuerzas, que esa masacre injustificada se detenga.
El Gernika de los palestinos
Publicado en El País, 10/01/2009
© SAMI NAÏR
He aquí lo que el Gobierno israelí ha reservado al pueblo palestino: la muerte. Podemos emprender en pleno siglo XXI la agresión a poblaciones civiles, destruir sus escuelas, hospitales, casas, lugares de culto, campos de deporte. Podemos arrasar sus aldeas, pueblos, ciudades. En el mayor silencio de la buena conciencia. Y también de la cobardía. Esta guerra emprendida contra los palestinos obedece a sórdidos motivos electorales
Podemos hacerlo si somos un Estado que dispone de uno de los más formidables arsenales militares de todos los tiempos, que cuenta con la complicidad de los poderosos de este mundo, de sus medios de comunicación, de la horda de plumíferos siempre dispuestos a justificar lo injustificable con el pretexto de combatir el integrismo. Podemos hacerlo contra este pueblo sobre todo si éste es musulmán.
Podemos hacerlo cuando nos hemos acostumbrado a violar la legalidad internacional, las leyes más elementales de la guerra, el simple principio de humanidad. Los dirigentes israelíes están en guerra. Lo están desde hace tiempo, mucho tiempo. Con toda impunidad. Cuentan con la complicidad de todos: de los europeos, de los asiáticos, de los rusos, de los africanos y aun de ciertos países árabes, desde hace tanto tiempo arrodillados, envilecidos y revolcados en el fango del sometimiento al imperio americano, el cual lo permite todo, y ayuda incluso a escondidas a perpetrar el crimen. ¡Pobre pueblo palestino! ¿Cómo no enloquecer de rabia? Algunos de tus hijos se convierten en terroristas que se hacen saltar por los aires asesinando a civiles israelíes. Es un crimen que hay que condenar, como el lanzamiento de cohetes sobre la población civil israelí. No es la respuesta correcta a tu tragedia. Pero sabemos lo que decís en Palestina. ¿Qué pensarían los europeos si se instalaran en su casa, les confiscaran sus tierras, y levantaran horribles y enormes muros en sus propias ciudades para encerrarlos en ellas? ¿Qué dirían si vieran a colonos, alentados por el ejército, atacar a los civiles palestinos, arrancar los olivos, cortar el agua de los barrios que quieren invadir, humillar a la gente en los pasos fronterizos?
El Gobierno israelí practica el cinismo político, intentando convertir al pueblo palestino en el chivo expiatorio de sus problemas políticos internos. Ya que esta guerra emprendida de modo tan desproporcionado contra el pueblo palestino obedece a sórdidos motivos electorales, en la base de los cuales está la idea de que el partido político que mate a más palestinos ganará las próximas elecciones en Israel. Esto es un insulto para los israelíes por parte de sus cínicos dirigentes. ¿Se quiere hacer creer que el pueblo israelí está ávido de muerte, él que ha escapado a la muerte? ¿Se quiere confirmar la idea de que estaría sediento de sangre palestina? El método consiste luego en hacer pagar colectivamente a los civiles palestinos los actos de un partido político concreto, no menos irresponsable, como es en este caso Hamás. El principio de la responsabilidad colectiva está prohibido por el derecho de la guerra. Con la liquidación de los Acuerdos de Oslo y la continuación de los "asesinatos selectivos" de los dirigentes de Hamás, ¿cabía esperar que los islamistas se quedasen de brazos cruzados?
La intención, por último, de hacer creer que actuando de esta manera el Estado israelí combate el integrismo. Qué justificación tan lamentable y pobre. ¿Por qué este régimen israelí, que ha organizado la democracia dentro de sus fronteras, salvo, todo hay que decirlo, para los árabes israelíes que son tratados como ciudadanos de segunda, rechaza esta misma democracia cuando es practicada por los palestinos? Fue el pueblo palestino en su mayoría el que eligió democráticamente bajo supervisión internacional a Hamás. Y estas elecciones, ¿no eran una de las exigencias de la Hoja de Ruta apoyadas por las potencias internacionales, entre ellas Europa?
¿No gusta el resultado? Pero entonces, ¿por qué se acepta que en Israel la extrema derecha religiosa, fanática y racista esté en el poder, imponga su chantaje para llevar a cabo una guerra a ultranza y la construcción de un Israel imperial? ¿Por qué no se exige a los israelíes que neutralicen a esta gente? Ya que todos sabemos que mientras sigan teniendo peso dentro de la democracia israelí, no habrá paz en Oriente Medio.
¿Acaso no se exige porque se respeta la soberanía popular? Pues entonces también hay que respetar la de los palestinos, ya que la soberanía de los pueblos es indivisible e inalienable. Hay que someterse a ella, a menos que se desprecien los valores democráticos a los que se hace referencia con tanta demagogia en Europa, Israel o EE UU.
En realidad, con el bombardeo sobre Gaza y su posterior invasión el Gobierno de Israel hará florecer el islamismo en Palestina y en el mundo musulmán. Es la manera más irresponsable de alimentar el odio. Serán numerosos los jóvenes palestinos que sueñen con la venganza. Serán numerosas las víctimas inocentes israelíes que paguen la locura de sus dirigentes.
Estas afrentas a los principios más elementales de la humanidad y de la democracia son terribles. E imperdonables.
El enviado especial de la ONU para los derechos humanos en Palestina, Richard Falk, ha declarado que lo que está haciendo Israel al millón y medio de palestinos de Gaza es "un crimen contra la humanidad". Ha dicho que el castigo colectivo infligido a este pueblo es una flagrante violación del artículo 33 de la cuarta Convención de Ginebra. Ha pedido que se constituya urgentemente una corte criminal internacional para averiguar y determinar las responsabilidades de los dirigentes civiles y militares israelíes, y juzgarlos.
Richard Falk es judío, judío americano. Para nosotros Richard Falk representa el honor de los judíos porque defiende, ante lo intolerable, a la humanidad en su conjunto.
Ante estos bombardeos sólo nos queda nuestra indignación. Sólo tenemos nuestras lágrimas para las lágrimas de estas madres que gritan sobre los cuerpos despedazados de sus hijos. Ya sean palestinas o israelíes. Sólo tenemos nuestro dolor ante tanto dolor. Al empezar este año, nos encontramos ante la guerra del fuerte contra el débil. Y ya es medianoche en el siglo para los palestinos. Como lo fue ayer para los pacíficos habitantes de Gernika.
Morir en Gaza
La sociedad israelí ha sufrido un proceso de derechización radical y una progresiva pérdida de la moral en la vida política. Esto le ha llevado a pensar que no hay acuerdo posible con los palestinos
© MARIO VARGAS LLOSA
El País 11/01/2009
Hay alguna posibilidad de que la invasión militar de Israel a Gaza "destroce la infraestructura terrorista" de Hamás -objetivo oficial de la operación- y ponga fin al lanzamiento de cohetes artesanales de los integristas palestinos que controlan la Franja sobre las ciudades israelíes de la frontera? Yo creo que ninguna y que, más bien, esta operación militar en la que, hasta el momento de escribir estas líneas, han muerto ya más de 600 palestinos, entre ellos gran número de niños y civiles inocentes, y causado millares de heridos, tendrá el efecto de una poda en la comunidad palestina de la que Hamás saldrá reforzada y muy disminuido el sector moderado, es decir, la Autoridad Nacional Palestina liderada por Mahmud Abbas.
Para que la razón esgrimida como justificación del ataque por Ehud Olmert y sus ministros tuviera visos de realidad, Israel debería volver a ocupar Gaza con un enorme despliegue militar permanente o perpetrar un genocidio que ni siquiera los más fanatizados de sus halcones se atreverían a asumir, ni, esperemos, el resto del mundo toleraría, aunque la opinión pública internacional ha mostrado ya más de una vez una supina indiferencia en lo que respecta a la suerte de los palestinos. La verdad de los hechos es que, por más feroz que haya sido el castigo infligido por el Ejército de Israel a Gaza, y precisamente debido al sentimiento de impotencia y odio por lo ocurrido del millón y medio de palestinos que viven hambreados y medio asfixiados en esa ratonera, lo probable es que, una vez que el Tsahal se retire de la Franja y se restablezca "la paz", las acciones terroristas se renueven con nuevos bríos y un deseo de venganza atizado por los sufrimientos de estos días.
Los defensores de los bombardeos y la invasión responden a sus críticos con esta pregunta: "¿Hasta cuándo puede resistir un país que sus ciudades sean víctimas de cohetes terroristas lanzados desde sus fronteras a lo largo de días y meses por una organización como Hamás que no reconoce la existencia de Israel ni oculta su propósito de acabar con él?". La pregunta es muy pertinente, desde luego, y nadie que no sea un fanático o un terrorista puede justificar el acoso criminal constante de Hamás contra las poblaciones civiles de Israel. Ahora bien, si se trata de buscar las causas del conflicto es, a mi juicio, deshonesto quedarse sólo allí, en los cohetes artesanales de Hamás, y no retroceder un poco más en el tiempo para entender -lo que no quiere decir justificar, claro está- lo que sucede en ese explosivo rincón del mundo.
La victoria electoral que llevó a Hamás al poder en la Franja no fue un acto de adhesión masivo de los palestinos de Gaza al fanatismo integrista ni a las acciones terroristas sino un rechazo perfectamente legítimo de los ciudadanos a la ineficiencia y, sobre todo, a la descarada corrupción de los dirigentes de la Autoridad Nacional Palestina. Y, también, un típico acto autodestructivo al que los seres humanos, individuos o colectividades, son propensos cuando llegan a situaciones límite, de indefensión y desesperación totales.
Desde luego que la retirada de Israel de Gaza y el abandono de los 21 asentamientos de colonos que allí había, en el verano de 2005, despertó grandes esperanzas de que este gesto impulsara el proceso de paz que debería conducir a la creación de un Estado Palestino que coexistiera con Israel y le garantizase su seguridad en el futuro. No sólo no ocurrió así. Hamás se alzó con el poder y sus disputas con Al Fatah -con tiroteos y asesinatos de por medio-, por una parte, y, por otra, la política de Israel de incomunicar a Gaza y mantenerla en una suerte de cuarentena implacable, impidiéndole exportar e importar, cerrándole el uso del aire y del mar, permitiendo que sus pobladores salieran de ese gueto sólo a cuentagotas y después de trámites abrumadores y humillantes, contribuyeron al gran "fracaso económico" que hoy día los halcones de Israel exhiben como prueba de la incompetencia de los palestinos para gobernarse a sí mismos.
Me pregunto si algún país en el mundo hubiera podido progresar y modernizarse en las condiciones atroces de existencia de la gente de Gaza. Nadie me lo ha contado, no soy víctima de ningún prejuicio contra Israel, un país que siempre defendí, y sobre todo cuando era víctima de una campaña internacional orquestada por Moscú que apoyaba toda la izquierda latinoamericana. Yo lo he visto con mis propios ojos. Y me he sentido asqueado y sublevado por la miseria atroz, indescriptible, en que languidecen, sin trabajo, sin futuro, sin espacio vital, en las cuevas estrechas e inmundas de los campos de refugiados o en esas ciudades atestadas y cubiertas por las basuras, donde se pasean las ratas a la vista y paciencia de los transeúntes, esas familias palestinas condenadas sólo a vegetar, a esperar que la muerte venga a poner fin a esa existencia sin esperanza, de absoluta inhumanidad, que es la suya. Son esos pobres infelices, niños y viejos y jóvenes, privados ya de todo lo que hace humana la vida, condenados a una agonía tan injusta y tan larval como la de los judíos en los guetos de la Europa nazi, los que ahora están siendo masacrados por los cazas y los tanques de Israel, sin que ello sirva para acercar un milímetro la ansiada paz. Por el contrario, los cadáveres y ríos de sangre de estos días sólo servirán para alejarla y levantar nuevos obstáculos y sembrar más resentimiento y rabia en el camino de la negociación.
Todo esto lo saben, mucho mejor que yo o que cualquier observador, los dirigentes de Israel, que pueden haber perdido los sentimientos y la moral, pero no la inteligencia. La clase dirigente israelí es de muy alto nivel, bastante más culta y preparada que la del promedio occidental. Y, si es así, ¿para qué desatar una operación militar que no va a acabar con el terrorismo de los fanáticos de Hamás y que, en cambio, va a servir para desprestigiar a un Estado que con acciones punitivas como ésta ha perdido ya esa superioridad moral que tuvo sobre sus enemigos en el pasado, por ejemplo cuando Yitzhak Rabin firmó los Acuerdos de Oslo de 1993?
Creo que la respuesta es la siguiente: desde el fracaso de las negociaciones de Camp David y de Taba del año 2000-2001, en las que el Gobierno israelí presidido por Ehud Barak estuvo dispuesto a hacer unas importantes concesiones que Arafat cometió la insensatez de rechazar, la sociedad israelí, profundamente decepcionada, ha vivido un proceso de derechización radical y, en su gran mayoría, llegado a la conclusión de que no hay acuerdo razonable posible con los palestinos. Y que, por lo tanto, sólo una política de fuerza, de represión y castigo sistemáticos, los doblegará, haciéndoles aceptar, al final, una paz impuesta según las condiciones de Israel. Esto explica la popularidad que tuvo Ariel Sharon y el crecimiento del apoyo al movimiento de los colonos que siguen instalando asentamientos por doquier en Cisjordania y a la construcción del Muro que aísla, cuartea y reduce como una piel de zapa a la Cisjordania palestina. Y esto explica, también, que, desde que empezaron a llover las bombas sobre Gaza, haya subido como flecha la popularidad de los laboristas de Ehud Barak, el actual ministro de Defensa, y de la líder de Kadima, la canciller Tzipi Livni, quienes, gracias a la operación militar contra Gaza, han recortado la ventaja que les llevaba, cara a las próximas elecciones, el conservador Benjamín Netanyahu. No hay que olvidar que, según las encuestas, más de dos tercios de los israelíes aprueban la acción militar contra Gaza.
"Nuestros corazones se han endurecido y nuestros ojos se han nublado", dice el periodista israelí Gideon Levy, en un artículo aparecido en el diario Haaretz el 4 de enero de 2009, comentando la incursión del Tsahal en Gaza. Como todo lo que escribe, su texto transpira decencia, lucidez y coraje. Es un lamento por esa progresiva desaparición de la moral en la vida política de su país, aquel fenómeno que, según Albert Camus, precede siempre los cataclismos históricos, y una crítica a esos intelectuales progresistas como Amos Oz y David Grossman que, antes, solían protestar con energía contra hechos como el bombardeo de Gaza y ahora, tímidamente, reflejando la involución generalizada de la vida política israelí, sólo se animan a reclamar la paz. Gracias por demostrarnos que todavía quedan justos en Israel, amigo Gideon Levy.
EL ODIO
© Manuel Vicent
El País 11/01/2009
Cuando termine la matanza actual, el odio sucio que quede en el aire será el arma de más largo alcance en esta guerra perpetua entre Israel y Palestina. El tiempo no cuenta. Tarde o temprano estos niños de Gaza destrozados en las escuelas, los heridos rematados por bombas de racimo en los propios hospitales, las casas y mezquitas destruidas con decenas de muertos cada día fermentando bajo los cascotes, trabajo ejecutado a la perfección por el ejército israelí, uno de los más poderosos del mundo, no harán sino ahondar el pozo negro en el que se van a sepultar todos, las víctimas y los verdugos, los vencedores y los vencidos. Para saber lo vulnerable que se siente Israel, no hay más que ver con qué extrema saña, pareja a la agonía, ataca a un pueblo hacinado en la miseria, desesperado y prácticamente indefenso.
Convertido en una maquinaria de guerra, con la precisión de una garra de tigre, el ejército hebreo responde a las estúpidas provocaciones de los fanáticos de Hamás con una demoledora lluvia de acero sobre Gaza para cobrarse los cadáveres al ciento por uno, que es el rédito prometido por Yavhé a los suyos. Pero no se trata de ningún triunfo. De hecho, la inseguridad radical del estado de Israel es también nuestro propio riesgo, no exento de culpa. Como el odio de los humillados es el arma de más largo alcance, cualquiera de nosotros un día puede saltar por los aires mientras esté comiendo chuletas en un asador de Madrid o tomando una copa en un café de París o de Nueva York. Si se dejan a un lado las disquisiciones de los analistas acerca de este conflicto enquistado, lo cierto es que uno no podría vivir hoy con una mínima dignidad si no denunciara este exterminio perpetrado por los israelíes contra el pueblo palestino, aunque solo sea para no despreciarse ante el espejo al afeitarse. A cualquier cataclismo de la naturaleza le sigue el silencio de Dios, que nunca reivindica a miles de muertos. Ningún creyente se escandaliza. Pero la matanza indiscriminada que Israel impone a la población civil de Gaza es una catástrofe moral y callar, escurrir el bulto, buscar motivos para justificarla no deja de ser una bajeza. Por otra parte, Israel nunca podrá vencer con las armas. Sólo la paz duradera será su gran victoria.
Cadáveres de críos
© Soledad Gallego-Díaz
Publicado en El País
-El día en que decidamos olvidar a los niños, la revolución triunfará.-Ese día, la humanidad entera odiará la revolución.
El diálogo pertenece a la obra de teatro Los justos, de Albert Camus (citada repetidamente estos días por José María Ridao), y lo protagonizan Stepan, el revolucionario que quería tirar la bomba contra el gran duque, aunque fuera acompañado por dos niños, sus sobrinos, y Dora, que defiende a Kaliayev, el revolucionario que se negó a lanzarla. Stepan argumenta: por culpa de la decisión de evitar la muerte de los sobrinos del duque, morirán de hambre y violencia otros muchos niños. Kaliayev replica: la muerte de esos dos niños no hubiera impedido la de los otros.
El día en que Israel decidió olvidar a los niños de Gaza y considerarles “víctimas colaterales” de su justo empeño de acabar con los cohetes que caen sobre su territorio, la sociedad israelí hizo algo terrible: optó sin vergüenza por Stepan. Camus no aceptaba componendas. La pregunta, para él, era bastante simple: ¿está permitido todo lo que sirva a una causa, por muy justa que se considere? Y la respuesta, directa y sin ambigüedades: cualquiera que sean las razones que se argumenten, no.
La opción está entre lo que se puede y lo que no se puede hacer. No se trata ni tan siquiera de proporcionalidades, ante las que tanto dice que se irrita André Gluckman, ni de simpatías políticas, como tanto se lamenta Bernard-Henri Lévy. Es, simplemente, algo que se suponía que ya estaba decidido y aceptado en todas las sociedades civilizadas del mundo: no se construye nada sobre los cadáveres de los niños.
No hay excepción para la atrocidad, por mucho que Israel y quienes defienden su política en Gaza quieran discutir singularidades. Es simple: las sociedades civilizadas no infringen castigos colectivos, no bombardean edificios llenos de niños, aunque allí se esconda el gran duque; no arrasan las casas de los padres de los militantes ni de los terroristas, no interrumpen el suministro de agua, ni dejan los hospitales sin medicinas ni plasma… ¿Tan raro resulta escuchar esto ahora? ¿Tan ingenuo o estúpido?
El principio del siglo XXI está siendo realmente aniquilador: Estados Unidos se llevó por delante el hábeas corpus y el reconocimiento de los prisioneros de guerra; Israel arrasa con la IV Convención de Ginebra y con los derechos de las poblaciones civiles. Los militantes de Hamás que disparan cohetes Qassam contra las poblaciones israelíes cercanas a la frontera “buscan intencionadamente la muerte de civiles”, alegan las autoridades israelíes. En nuestro caso, la muerte de los civiles palestinos se produce, simplemente, en el contexto de una actividad militar. ¿Acaso alguien cree en Israel que los militantes de Hamás no se ven a sí mismos como luchadores palestinos y no consideran su lanzamiento de misiles como una “acción militar”, justificada por su justo deseo de acabar con un bloqueo infame? Los 20.000 habitantes de Sderot son, sin duda, tristes rehenes de Hamás. ¿Y el millón y medio de palestinos de Gaza? ¿Realmente alguien cree que no son los desgraciados rehenes de Israel? ¿Se protege a los niños de Sderot asesinando a los de Gaza, o viceversa?
¿La culpa de la muerte de los sobrinos del gran duque hubiera sido de él mismo por llevarles en su carruaje? ¿Aceptaremos sin morirnos de la vergüenza esos argumentos o defenderemos todavía un mundo en el que rijan los acuerdos alcanzados en el siglo XX, las reglas que fuimos tan pacientemente construyendo, los inteligentes y trabados textos legales sobre los que asegurábamos que teníamos que regular nuestras relaciones?
Ahora que también está tan de moda menospreciar el periodismo profesional, ¿miraremos hacia atrás y defenderemos el papel del periodismo como testigo, de los periodistas como capaces de dar el testimonio que necesitan los ciudadanos para comprender lo que ocurre? La ofensiva de Israel pasa, precisamente, por no dejar que entren periodistas en Gaza. ¿Habrá que aceptar también que lo hacen por protegernos? ¿O lo denunciaremos como una práctica dictatorial, un atentado contra la libertad de informar? ¿También eso suena raro o ingenuo? Lo ingenuo o estúpido es no denunciar que, según los pocos testimonios que llegan desde dentro de Gaza, la gran mayoría de los muertos y heridos que abarrotan los hospitales son civiles, CIVILES. Más de trescientos cincuenta niños y mujeres han muerto como consecuencia de un castigo colectivo. Y que los castigos de ese tipo son, o eran hasta que empezó este siglo, repugnantes y aborrecibles.
Domingo 4 de enero de 2009
También defienden que "El detonante de la violencia es la ocupación israelí" , exigen a la Comunidad Internacional "que envíe fuerzas de interposición, y obligue a negociar para lograr una paz justa, con la creación de dos Estados" y a nuestro gobierno que "llame a consulta al embajador Español en Israel".
La promotora de este comunicado es la actriz Pilar Ordoñez y los primeros firmantes son Amaral (Juan y Eva) , Rosa Regás, Javier Bardem , Mercedes y Ana Lezcano, Rosa Mª Sardá , Emilio Gutierrez Caba, Verónica Forqué, Fernando Colomo, Iciar Bollaín, Juan Diego Botto, Carmen París, Luis Pastor,...
COMUNICADO URGENTE AL GOBIERNO ESPAÑOL
Los firmantes de este comunicado, pertenecientes al mundo de la Cultura, declaran su indignación por la imagen falsa y distorsionada que se está dando del conflicto palestino-israelí.
El detonante de la violencia es la ocupación israelí.
Israel sigue avanzando e invadiendo territorios de los palestinos en lugar de replegarse a las fronteras del 67. Está humillando, deteniendo, hiriendo y matando, todos los días a niños, mujeres y hombres por toda Cisjordania. Hay bloqueo en ciudades como Nablus y Hebrón, desde hace 8 años e incursiones del ejercito todas las noches. Gaza es un campo de concentración asediado por tierra, mar y aire.
Hay bloqueo en ciudades como Nablus y Hebrón, desde hace 8 años e incursiones del ejercito todas las noches. Gaza es un campo de concentración asediado por tierra, mar y aire desde hace mucho tiempo.A los palestinos se les derriban casas, se les niega el agua, la luz, el paso a los hospitales, a las escuelas, a los huertos… mientras la Comunidad Internacional lo permite.
Israel es el país que más incumple las resoluciones de la ONU, que menos respeta los Derechos Humanos. Ya el 6 de noviembre pasado, Israel sacó una normativa que prohibía la entrada en Gaza de informadores extranjeros, ¿es esa la libertad de expresión que la Comunidad Internacional apoya?
Israel es un país ocupante que ejerce prácticas de terrorismo de estado.
Exigimos, en nombre de la ética y la moral, a la Comunidad Internacional que envíe fuerzas de interposición, y obligue a negociar para lograr una paz justa, con la creación de dos Estados y que Israel derribe el muro.
Los firmantes estamos en contra del uso de la violencia de todas las partes y exigimos a nuestro gobierno llamar a consulta al embajador Español en Israel hasta que se detenga la ofensiva criminal hacia Palestina, como prueba contundente del rechazo que sentimos por las acciones desmesuradas del ataque israelí, y que negocie la entrada de informadores internacionales en toda la zona.
FIRMADO:
GAZA: CRIMEN Y VERGÜENZA
Teresa Aranguren, José Saramago y otros.
3 de enero de 2009No es una guerra, no hay ejércitos enfrentados. Es una matanza.
No es una represalia, no son los cohetes artesanales que han vuelto a caer sobre territorio israelí sino la proximidad de la campaña electoral lo que desencadena el ataque.
No es la respuesta al fin de la tregua, porque durante el tiempo en el que la tregua estuvo vigente el ejército israelí ha endurecido aún más el bloqueo sobre Gaza y no ha cesado de llevar a cabo mortíferas operaciones con la cínica justificación de que su objetivo eran miembros de Hamas. ¿Acaso ser miembro de Hamás despoja de condición humana al cuerpo desmembrado por el impacto del misil y al supuesto asesinato selectivo de su condición de asesinato sin más?.
No es un estallido de violencia. Es una ofensiva planificada y anunciada hace tiempo por la potencia ocupante. Un paso más en la estrategia de aniquilación de la voluntad de resistencia de la población palestina sometida al infierno cotidiano de la ocupación en Cisjordania y en Gaza a un asedio por hambre cuyo último episodio es la carnicería que en estos días asoma en las pantallas de nuestros televisores en medio de amables y festivos mensajes navideños.
No es un fracaso de la diplomacia internacional. Es una prueba más de complicidad con el ocupante. Y no se trata sólo de Estados Unidos que no es referencia moral ni política sino parte, la parte israelí, en el conflicto; se trata de Europa, de la decepcionante debilidad, ambigüedad, hipocresía, de la diplomacia europea.
Lo más escandaloso de lo que está pasando en Gaza es que puede pasar sin que pase nada. La impunidad de Israel no se cuestiona. La violación continuada de la legalidad internacional, los términos de la Convención de Ginebra y las mínimas normas de humanidad, no tiene consecuencias.
Más bien, al contrario, parece que se premia con acuerdos comerciales preferentes o propuestas para el ingreso de Israel en la OCSE. Y qué obscenas resultan las frases de algunos políticos repartiendo responsabilidades a partes iguales entre el ocupante y el ocupado, entre el que asedia y el asediado, entre el verdugo y la víctima. Qué indecente la pretendida equidistancia que equipara al oprimido con su opresor. El lenguaje no es inocente. Las palabras no matan pero ayudan a justificar el crimen. Y a perpetuarlo.
En Gaza se está perpetrando un crimen. Lleva tiempo perpetrándose ante los ojos del mundo. Y nadie podrá decir, como en otro tiempo se dijo en Europa, que no sabíamos.
Teresa Aranguren, Pedro Martínez Montávez, Rosa Regás, José Saramago, Pilar del Río, Cármen Ruiz Bravo, Belén Gopegui, Constantino Bértolo, Santiago Alba
CARTA DE AVAAZ
Estimad@ amig@,
Con la ofensiva terrestre de Israel alcanzando la ciudad de Gaza, cada día el número de civiles muertos se incrementa de modo alarmante: es tiempo de detener definitivamente esta guerra. Con mas de 250.000 firmas por un alto al fuego (incluyendo la tuya), nuestra voz se está escuchando ya entre líderes mundiales. Pero aún la violencia continúa y nos encontramos hoy con el obstruccionismo de los EE.UU. a un acuerdo de alto al fuego en Naciones Unidas. Necesitamos alzar nuestras voces aún más y buscar reuniones personales con miembros del Consejo de Seguridad para entregar nuestra petición y publicar un aviso en el influyente Washington Post antes que Barack Obama asuma la presidencia.Cuantos más seamos en firmar esta campaña, más poderosa será nuestra voz. Si no lo hiciste aún, por favor, tómate un momento para reenviar el siguiente link y el mensaje de abajo a 10 personas que creas puedan estar interesadas en firmar también. Lograr el medio millón de firmas en esta semana tendrá un impacto fuerte: http://www.avaaz.org/es/gaza_time_for_peace
Gracias,El equipo de Avaaz
Estimado/a representante del Parlamento Europeo:
Me dirijo a Vd., como ciudadano/a de la UE, consternado/a e indignado/a por los acontecimientos que están sucediendo en la Franja de Gaza, y convencido/a de que los europeos somos responsables, en buena parte, de lo que allí sucede al haber fracasado en imponer el respeto a la legalidad internacional y a las resoluciones de la ONU.
Sé que el Parlamento aplazó el pasado 4 de Diciembre la votación en la que se decidía la ampliación y mejora del Acuerdo de Asociación UE-Israel. Le estoy agradecido/a, aunque la Comisión no esperó tanto y el día 8 hizo todo lo contrario sin vincularse a la decisión del parlamento europeo, un déficit democrático que resta aun más credibilidad a la institución.
Hoy Israel se siente respaldado para la masacre que está causando, burlándose una vez más de convenciones y acuerdos internacionales de Derechos Humanos y de la ley Humanitaria Internacional.
Hagan algo inmediatamente, se lo ruego y para esto les pagamos.
Somos muchos los ciudadanos y ciudadanas que exigimos que así sea, que queremos que nuestras opiniones y nuestros impuestos sean invertidos con la debida coherencia por nuestros legítimos representantes, entre ellos Vd. Necesitamos que se adopten las medidas necesarias para ayudar de forma efectiva a poner fin a esta impunidad vergonzosa. Europa tiene que dejar de aplicar el doble rasero para que podamos creer en nuestras instituciones y en nuestros representantes. Por favor háganlo de verdad y dense prisa. La muerte en Gaza no espera. ¿Cuántas víctimas más son necesarias para que reacionen? Póngase del lado que debe estar que no es otro que el de la justicia y el derecho internacional y exija que se apliquen con rigor todas las medidas y sanciones diplomáticas y económicas que le competen en contra de Israel, según estipula la Carta de la ONU, la IV Convención de Ginebra y todas las resoluciones del Consejo de Seguridad referidas a la cuestión palestina. Piense que la suerte de más de un millón y medio de seres humanos está en buena parte a merced de lo que los europeos seamos capaces de hacer y no podemos mirar estos crímenes con complacencia. Ya es suficiente.Si permanecemos pasivos, impávidos y sin respuestas frente a tanta ignominia, si continuamos siendo complacientes, no le quepa la menor duda que estaremos colaborando con la limpieza étnica del pueblo palestino, con los castigos colectivos y con todo el cúmulo de crímenes e injusticias que la ocupación militar israelí perpetra contra la población civil palestina.Como ciudadano/a europeo/a y por la responsabilidad que me afecta, se lo pido y exijo.
Agradeciendo la atención que me ha dispensado al leer este mensaje, reciba un saludo cordial.
Atentamente
Tres años viviendo en una ratonera
Sin agua ni energía, casi sin comida, sin calefacción y sin medicinas, el millón y medio de palestinos de la franja padece un desastre humanitario descomunal
© JUAN MIGUEL MUÑOZ - Jerusalén –
EL PAÍS 12/01/2009
"Para muchas personas es un tormento cuidar a los bebés y los niños más pequeños. ¿Sabes? Se cagan. Pero no hay agua ni pañales. Imagina cómo nos las arreglamos", comenta Mohamed, padre de cuatro. Sin agua corriente, con escasísimo abastecimiento de alimentos, sin calefacción en invierno, sin poder escapar de la franja, sin capacidad para curar heridos, el millón y medio de sus habitantes padece un desastre humanitario descomunal. Causado no sólo por el ataque brutal de 16 días de las Fuerzas Armadas israelíes. Desde hace tres años, el territorio sufre un bloqueo asfixiante que no hace sino empeorar. Pretende Israel acabar con el lanzamiento de cohetes. Sin duda, es cierto. Pero muchos apuntan a una estrategia calculada. "Gaza no es un caso de subdesarrollo económico. Es un caso único y cruel de subdesarrollo deliberado", ha escrito el historiador israelí Avi Shlaim. Para que no levanten cabeza. "Haremos volver a Gaza 20 años atrás", ha dicho un miembro del Gabinete israelí. Lo han conseguido.
En agosto de 2005 el Gobierno de Ariel Sharon ejecutó la evacuación de los colonos judíos de Gaza y representantes de organismos financieros internacionales auguraban un futuro halagüeño. Algunos hablaban de convertir Gaza en un enclave al estilo de Singapur. Pero los palestinos no celebraron aquella evacuación. Ni un alma salió a las calles. Están hartos de escuchar promesas. Ayer, amplias zonas del campo de refugiados de Yabalia, de Rafah, de Beit Lahia y de la ciudad de Gaza ofrecían imágenes dantescas, que recuerdan a la destrucción de Grozni, la capital chechena bombardeada.
La magnitud del desastre es especialmente cruda para los más de 3.000 heridos por el fuego israelí y los enfermos, quienes padecen una coyuntura traumática. No es nuevo. Ya lo vivieron casi 300 seres que murieron por falta de atención médica en 2008. El Gobierno israelí -y también el egipcio- les impidió ser tratados fuera de Gaza. Hubo casos sangrantes. Una familia obtuvo al fin el permiso de los servicios secretos israelíes. Tarde. El enfermo había sido enterrado días antes.
Es dramático también para los médicos, que pelean por paliar una situación desesperada. Los datos de las Agencias de Naciones Unidas son esclarecedores: el 70% de los pacientes crónicos ha suspendido sus tratamientos; entre el 25% y el 50% de los doctores y enfermeros no puede acudir a los hospitales, aunque en el sur superan el 90%. Se alerta del riesgo de epidemias. Los servicios de epidemiología, prenatales y los laboratorios han suspendido su actividad; las campañas de vacunaciones se han interrumpido en los 58 hospitales y centros de salud, de los que sólo 34 funcionan, y con generadores. Porque la electricidad es un lujo.
Tres de cada cuatro vecinos carece de luz. Hace frío y el riesgo de hipotermia para los niños es grave. "Hay muchas viviendas con las ventanas destrozadas. La gente tiene que colocar plásticos. Pero muchos que las conservan las abren para evitar que la onda de los bombardeos las destroce y lesione a alguien. Es peligroso", explica Mohamed.
Hace sólo tres años, Gaza era un lugar pobre. Con una economía a merced de los avatares políticos y siempre en declive. Sus habitantes se aprestaban entonces a votar. Venció Hamás. Y casi ningún país del mundo aceptó el veredicto de las urnas. Se acababa de firmar un acuerdo entre la Autoridad Palestina, Estados Unidos, la Unión Europea e Israel que fijaba en 450 contenedores el suministro diario a la franja. El promedio de los últimos días es de 67. Buen registro comparado con la media del mes de noviembre, cuando sólo 23 camiones descargaron cada día sus mercancías. Durante los meses de tregua, entre junio y diciembre de 2008, Israel nunca permitió un flujo que se aproximara ni remotamente a lo pactado.
Hace tres años, se compraba de todo en los supermercados. El día a día es hoy una lucha por la subsistencia. De las 27 fábricas de pan sólo nueve funcionan. "Las colas para comprar son kilométricas. Esperas cuatro horas para irte a menudo con las manos vacías. Hacemos en casa pan sin levadura. En las tiendas no hay de nada, se come habas secas, alguna legumbre y garbanzos a precios muy altos. ¿Verduras? ¿Eso qué es? Nadie se atreve a recogerlas en los campos. Y las carnicerías han cerrado. Los dueños no compran carne porque no pueden conservarla. ¡Pero si han bombardeado hasta las granjas de pollos!", explica Kayed, residente en la capital.
Casi un millón de personas dependen de la ayuda alimentaria de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (UNRWA) y del Programa Mundial de Alimentos. Han suspendido varias veces el reparto de comida. Y todo agravado porque Israel no permite a las demás ONG trabajar en Gaza desde el 4 de noviembre.
Se apreciaba en 2005 miseria. Y se observaban vertederos inmundos. Pero no sucedía lo que ocurre ahora en las ciudades norteñas de Beit Lahia y Beit Hanún. Las aguas negras emergen por las alcantarillas. Hay 170 estaciones de bombeo de agua y de tratamiento de aguas residuales. No funcionan. No hay combustible. El suministro de agua, que sabe a sal desde hace años, se ha cortado para el 80% de la población. Es un colapso general. Miles de palestinos no pueden comunicarse por el pésimo funcionamiento de la red de telefonía móvil y fija. Ni pueden, a veces, acudir a los entierros. No se enteran de la muerte de familiares o amigos.
“Plomo fundido” sobre la conciencia judía
© León Rozitchner
“Si nosotros nos revelamos incapaces de alcanzar una cohabitación y acuerdos con los árabes, entonces no habremos aprendido estrictamente nada durante nuestros dos mil años de sufrimientos y mereceremos todo lo que llegue a sucedernos.”Albert Einstein, carta a Weismann, 1929.
¿Recuerdan cuando hace dos mil años los judíos palestinos, nuestros antepasados en Massada sitiada, enfrentaron las legiones del Imperio romano y se suicidaron en masa para no rendirse? ¿Recuerdan la rebelión popular y nacional de nuestros macabeos contra la invasión romana, cuando murieron decenas de miles de judíos y se acabó la resistencia judía en Palestina y nos dispersamos otra vez por el mundo? ¿No piensan que esa misma dignidad extrema que nuestros antepasados tuvieron, de la que quizá ya no seamos dignos, es la que lleva a la resistencia de los palestinos que ocupan en el presente el lugar que antes, hace casi dos mil años, ocupamos nosotros como judíos? ¿No se inscribe en cambio esta masacre cometida por el Estado de Israel en la estela de la “solución final” occidental y cristiana de la cuestión judía? ¿Han perdido la memoria los judíos israelíes? No: sucede que se han convertido en neoliberales y se han cristianizado como sus perseguidores europeos, que, luego de exterminarlos, empujaron a los que quedaron vivos para que se fueran a vivir a Palestina con el terror del exterminio a cuestas.
El meollo de la actual tragedia está en la Shoá. Si la memoria de su pasado define el sentido histórico que marcó el “destino” del pueblo judío, donde se van hilando las cuentas de nuestro derrotero, y si el acto final en el que culmina ese destino convoca a los judíos israelíes a aniquilar la resistencia de otros pueblos inocentes, algo del sentido histórico ha desaparecido de la memoria de los israelíes. ¿Puede ser invocada la Shoá sin ser infieles a los desaparecidos, cuando al mismo tiempo el sentido completo de ese acontecimiento monstruoso ha quedado oscurecido? ¿Cómo podríamos “hacer memoria” si la construimos con los únicos recuerdos de nuestro pasado que los culpables europeos del genocidio nos autorizan? Es cierto: si los israelíes recuerdan todo, pierden a sus aliados. Porque la memoria de la Shoá que llevó al retorno a una tierra perdida hace mucho tiempo tendría que volver a ser pensada.
Lo primero a recordar: nuestros perseguidores históricos no fueron ni son los palestinos.
Nuestros perseguidores estaban y siguen estando en las naciones de cultura europea que nos expulsaron y masacraron, y sin embargo son ellos los que siguen marcando el destino de todos nosotros, sobre todo de los judíos israelíes. ¿Será por eso que se busca olvidar a los verdaderos culpables de la Shoá? Los israelíes ya no se preguntan por el pasado bimilenario judío. Nunca los judíos, salvo excepciones, acusan del exterminio judío a la religión cristiana y a la economía capitalista que produjeron necesariamente la Shoá, como la conclusión de un silogismo que se venía desarrollando en Europa cristiana desde su mismo origen, como si el nazismo hubiera sido sólo un accidente sin antecedente en la historia europea y todo comenzara con Hitler. ¿No será que luego de la Shoá ustedes, los descendientes de los judíos europeos asimilados, se aliaron luego con los exterminadores en un pacto oscuro que el terror dictaba, y volvieron ahora todos, de cierta manera, a ser judeo–cristianos? Porque seamos honestos: el Tercer Reich se ha prolongado en el 4º Reich del Imperio norteamericano. Es claro: prefieren no saberlo porque el Estado de Israel está –nosotros los judíos latinoamericanos sí lo sabemos– al servicio del poder cristiano–imperial de los EE.UU. ¿O van a creerse que los EE.UU. y Europa combatieron al nazismo para salvar a los judíos? ¿Por qué ahora habrían de seguir persiguiéndolos si mantienen lo que tienen de judíos congelado sólo en lo arcaico religioso? Pero ¿no les dice nada pasar a ocupar ahora el lugar impiadoso, como brazo armado de los poderosos capitalistas cristianos, contra una población civil asediada y asesinada por osar defenderse contra la expropiación ilimitada de un territorio que debía ser compartido?
Recordemos. Karl Schmitt, filósofo católico del nazismo, había puesto de relieve lo que la hipocresía democrática ocultaba: la categorías políticas son todas ellas categorías teológicas. Es decir: la política occidental (democrática y capitalista) tiene su fundamento en la teología cristiana. Es notable: Schmitt coincide con lo que Marx joven decía en Sobre la cuestión judía: el fundamento cristiano del Estado germano se prolonga como premisa también en el Estado democrático.
Y si la política occidental al desnudarse muestra su fundamento teológico oculto, sin el cual no hubiera habido capitalismo, entonces toda política de Estado capitalista era antijudía, porque ése era el escollo que el cristianismo había encontrado para consolidarse como religión universal. No contra los judíos cristianizados que, como ustedes en Israel, apoyan esa política, es cierto. Ustedes tienen de cristianos, sin saberlo, lo que ocultan en su propia memoria al ocultar que la Shoá como “solución final” fue un exterminio teológico (cristiano) político europeo. Schmitt la tenía clara. Lo que el sutil filósofo alemán católico necesitaba activar, en momentos de peligro extremo para el cristianismo y el capitalismo frente a la amenaza de la Revolución Rusa y las rebeliones socialistas, era el fundamento cristiano escondido en la política: el odio visceral y alucinado religioso antijudío para que en Europa reverdeciera con toda intensidad el fundamento grabado durante siglos en el imaginario popular cristiano. Y con ese vigor arcaico reverdecido pudieran enfrentar la amenaza revolucionaria del judeo–marxismo.
Por eso, frente a la apariencia liberal de la política democrática como una relación “amigo-amigo”, el fundamento de la política nazi extremaba las categorías de “amigo–enemigo” que Schmitt vuelve a poner de relieve en el “estado de excepción” como la verdad oculta de la democracia: el único enemigo histórico cuando entra en crisis el fundamento social europeo son nuevamente los judíos. En 1933, frente a la amenaza del socialismo tildado quizá con cierta razón de judío, resurgía para muchos europeos todo su pasado y encontraban en los judíos el fundamento más profundo de lo más temido para su concepción cristiana: las premisas judías de un materialismo consagrado, no meramente físico cartesiano como la economía capitalista requería. Por eso Schmitt vuelve a desnudar las categorías fundantes adormecidas que la teología católica mantenía vivas: volvía al fundamento religioso de la política cristiana del Estado democrático para enfrentar el peligro del “comunismo ateo y judío”.
Sucede que en ese momento los judíos laicos formaban parte de la creatividad moderna que en Europa alimentó el pensamiento político y científico: eran rebeldes todavía, no como tantos de ahora, y por eso Marx de joven pensaba que los judíos, una vez superada su etapa religiosa y se hicieran laicos prolongando la esencia judía más allá de lo religioso, podrían pasar a formar parte activa de la liberación humana.
Y cuando al fin los europeos creían haber logrado en el siglo XIX la universalización del cristiano–capitalismo que se expandía colonizando a sangre y fuego el mundo, aparece otra vez el materialismo judaico como premisa del socialismo, que no es físicamente metafísico sino que parte de la Naturaleza como fundamento de la vida del espíritu humano. Tiemblan entonces en Europa los fundamentos cristianos de la política y de la economía: un nuevo fantasma la recorre y se manifiesta en una teoría judía revolucionaria. De lo cual resulta que en momentos de crisis Hitler sólo representó, en términos estrictamente religiosos, culturales y políticos, el temor de toda la cultura occidental ante los comunistas y los judíos como los máximos enemigos de ambos, ahora renovados: del capitalismo y del cristianismo. El racismo de los nazis –esa “teozoología política”– no es más que el espiritualismo cristiano secularizado que el Estado nazi consagró laicamente en las pulsiones de los cuerpos arios.
Una vez aniquilados los millones de judíos –como luego fueron arrasando y aniquilando con la misma consigna a millones de soviéticos “judeo-comunistas”– el impacto aterrorizante de la “solución final” hizo que los judíos casi nunca, salvo muy pocos, se atrevieran a señalar a los verdaderos culpables del genocidio (como pasó entre nosotros con los genocidas). Con la derrota de los nazis como únicos culpables –según cuenta la historia de los vencedores– desapareció en Europa la historia de los pogromos y las persecuciones cristianas medievales y modernas que nos aterraron durante siglos: la de los franceses tanto como la de los italianos, los españoles, los polacos y los rusos mismos. Sólo los nazis alemanes fueron antijudíos.
Los judíos cristianizados por el terror del cristiano-capitalismo en Europa luego de la Shoá buscaron su “hogar” fuera de Europa: se instalaron en Palestina, como si el reloj de la historia, ahora teológica, se hubiera detenido hacía dos mil años. No se dieron cuenta de que la mayoría de los judíos que volvían a Israel no eran como nuestros antepasados que se habían ido: los descendientes de los defensores de Massada o de los macabeos. Buber, Gershon Scholem y tantos otros sí lo recordaban. Nadie quería que nos volviera a pasar otra vez lo mismo, es cierto; pero en vez de enfrentar y denunciar a los verdaderos culpables del genocidio –que ahora nos apoyaban para que nos fuéramos para siempre de Europa y termináramos nosotros mismos la etapa final democrática de la “solución final” judía que ellos comenzaron– los israelíes terminaron sometiendo a los palestinos como los romanos, los europeos y los nazis lo hicieron antes con nosotros. Pero primero tuvieron que vencer la resistencia de nuestros pioneros socialistas.
Los israelíes, apoyados ahora por el Imperio cristiano–capitalista que los había perseguido, crearon también en Israel un Estado teológico, pero la “parte” secularizada dentro de ese Estado judío siguió siendo la del Estado cristiano. Volvieron como judíos para culminar en Israel la cristianización comenzada en Europa: mitad judíos eternos en lo religioso, mitad cristianos secularizados en lo político y en lo económico. Por eso ahora en Israel el Estado mantiene la economía neoliberal capitalista y cristiana sostenida por los religiosos judíos sedentarios, detenidos en el tiempo arcaico de su rumiar imaginario. Y por el otro lado los iraelíes son neoliberales en la política y en la economía y en la ciencia “neutral”, cuyas premisas iluministas son cristianas. Mitad judíos en el sentimiento, mitad cristianos en el pensamiento.
Y por eso quieren que todos, también aquí y ahora, seamos como ellos: judeo-cristianos como el rabino Bermann, avalado por el cardenal Bergoglio, o judíos–laicos como Aguinis, neoliberal letrado avalado por el obispo Laguna. O como los directivos de la AMIA, que tienen la potestad de determinar si soy o no judío. Si soy judío “progresista” y no me secularicé como cristiano, entonces no soy judío, no podré aspirar a ser enterrado en un cementerio comunitario porque me faltaría la parte cristiana de mi ser judío. Pero judíos–judíos, esos que prolongan en lo que hacen o piensan los valores culturales judíos, quedan al parecer muy pocos, aunque sean muchos los que leen hebreo o reciten kaddish en la tumba de sus padres. Todos están aureolados con la coronita del cristiano-capitalismo que al fin los ha vencido por el terror cristiano luego de dos mil años de resistencia empecinada: convertidos ahora al “judeo-cristianismo”.
Por eso la creación del Hogar Judío en Palestina tiene un doble sentido: la “solución final” europea tuvo éxito, logró su objetivo, el cristianismo europeo se desembarazó de los judíos y muchos de los que se salvaron se fueron de Europa casi agradecidos, sin querer recordar por qué se iban y quiénes los habían exterminado. La Europa cristiana y democrática se había sacado el milenario peso judío de encima. Pero mis padres, que llegaron a las colonias judías de Entre Ríos, sí lo sabían.
Todos los judíos estamos pagando esta inmerecida transacción, ese “olvido” del Estado de Israel, al que seguramente se habrían negado los defensores del Ghetto de Varsovia, que murieron, ellos sí, sabiendo quiénes eran los responsables políticos, económicos y religiosos –estaban a la vista–- como los millones de judíos europeos que murieron en los campos de exterminio. Los judíos que vinieron luego, esos que estamos viendo, no quisieron ni pensar a fondo en los culpables: se unieron a los poderosos y saludaron alborozados que el socialismo stalinista antisemita se derrumbara arrastrando al olvido al mismo tiempo, como si fuera lo mismo, la memoria de los pioneros judíos revolucionarios asesinados por Stalin. Por eso sus sueños mesiánicos dependen ahora únicamente de los cristianos y del capitalismo para poder realizarse. Sólo tenían que hacer una cosa: permutar al enemigo verdadero por un enemigo falso.
Estamos pagando muy cara esta conversión judía. Los israelíes, ya vencidos en lo más entrañable que tenían de judíos históricos, se han transformado en la punta de lanza del capitalismo cristiano que los armó hasta los dientes para enfrentar el mayor y nuevo peligro que tiene el cristianismo: los mil millones de musulmanes que pueblan el mundo. Pero ni los musulmanes ni los palestinos fueron los culpables de la Shoá: los culpables del genocidio son ahora sus amigos, que los mandan al frente.
Y aquí cierra la ecuación política amigo-enemigo de Karl Schmitt. Antes, hasta la Segunda Guerra Mundial, el fundamento teológico de la política era “amigo/cristiano–enemigo/judío”. Ahora que los judíos vencidos se cristianizaron como Estado teológico neoliberal la ecuación es otra: “amigo/judeocristiano–enemigo/musulmán”. ¿Este es el lamentable destino que Jehová nos reservaba a los judíos? Porque de lo que hacen ustedes en Israel depende también el destino de todos nosotros.
Comentarios
gracias
silvia lázaro
escritoras andaluzas: http://lazarodealas.blogspot.com/