DIARIO DE UN ESCRITOR
TXAKOLI
Pienso que es un buen vino para recibir a un amigo. Y a su hija. Lo compro en La Trastienda, mi comercio preferido. Mi oficina. Me gustan esos bares, o restaurantes, que también son tiendas, en donde degustas un vino o un paté y, si te place, te los llevas. El txakoli está frío. El paté es de foie con setas. Paté y txakoli, vascos. Le pregunto a la dueña de La Trastienda, de la que ya casi soy amigo, el porqué de tanto vasco en el Valle. Yo soy gallega, me dice, Jon es vasco. Ah. Por proximidad. San Sebastián está a dos horas y media en coche. Un día cogeré el coche y me iré a San Sebastián, me bañaré en La Concha, comeré angulas y regresaré a mi Valle. Mi amigo, y su hija, me esperan guarecidos bajos sus paraguas ante la iglesia. Los llevo a casa. Me alegro de verlos a ambos. A él lo vi la última vez en el Café Salambó, en la triple presentación. A ella cuando iba en un cochecito, un día de Reyes, en el puerto, esperando a Sus Majestades que llegaban por el mar. Siempre es bueno charlar con un amigo de mi séptima vida que recupero en la octava, bueno, que no perdí nunca. Soy malo calculando la edad de su hija. Como no tengo coca-cola, ni fanta de naranja, y no bebe vino, le ofrezco leche. Como si tuviera catorce o quince años en vez de los veintisiete que asegura tener. Suerte aparentar menos le dice uno que siempre aparentó más. Brindamos. Los hombres de barba blanca con txakoli, y la chica que parece más joven con una copa de agua del río Garona que hoy pasa crecido por el pueblo. Compraré Fanta la próxima vez que vengan. Repasamos la situación del mundo, y nos indignamos. Todos estamos indignados. La chica que tiene veintisiete años en vez de los quince, también. Ella con más razón. Pertenece a ese sector que sufre un 50% de paro en sus carnes, que cuando trabaja no le pagan las horas extras, que cuando quieren los despiden. Ya lo decimos los indignados: No es una crisis, es el sistema. Hablamos del Valle, de sus bellezas, de los caballos y ciervos que tropiezo a diario. Les cuento mi encuentro con Woody Allen. No lo sacrifican porque la carne de los caballos albinos no es buena, me dice mi amigo. Todo tiene explicación. Me gustaba más la mía: que el carnicero se apiadaba de su cara y lo indultaba. Les prometo una excursión pasado mañana, llueva o haga sol. Eso último será imposible. El sol se fue. Debemos estar en una glaciación y no me enteré. O se anticipa ese fin del mundo maya del 2012. Y hablamos de nuestra vida laboral, de cuando ambos trabajábamos en una misma oficina, codo con codo, en el centro de Barcelona, como bankeros, que ahora con lo de Bankia y el escandaloso sueldazo de Rodrigo Rato se escribe con K de okupa, del bar adonde íbamos a desayunar, del camarero amable que nos servía los cafés con leche y los bocadillos y resultó ser el violador del Ensanche, de compañeros y compañeras a los que perdí la pista, de los que murieron ya y no me enteré, de la muerte, de perros, de mi doberman, de cuando me mordió cuando quise separarlo de otro macho con el que se peleaba, de mi experiencia con mastines en Babia, espantosa, de su viejo caballo al que le gustaría liberar en uno de los prados del Valle, de la cierva y el bambi que vi días pasados en la carretera, de que nos podemos morir en cualquier instante, de que yo me pude morir hace un par de días arrollado por un cabrón de conductor loco, de mis novelas, de lo que estoy escribiendo en estos momentos…así hasta las nueve. Se marchan como vinieron a mi casa, con lluvia, y con El mal absoluto bajo el brazo dedicado. Pasado mañana los llevaré al Coth de Baretges. Mañana iré con la excursionista bretona al Coth de Baretges. Pasado mañana iré con el asturiano que viene expresamente a Arán al Coth de Baretges. Y ayer ya estuve en el Coth de Baretges. ¿Y si me empacho de tanto Coth de Baretges?
LA CAMARERA DE LAS TITAS
Le curso una invitación formal. Le envío unas cuantas fotos de la Artiga de Lin para que se anime a venir. Me habla de sus alergias a las plantas. Si lo llego a saber alquilo una casa en el Sahara en vez de en Arán. Le digo que venga con escafandra de buzo porque aquí si algo hay son plantas, millones de plantas y flores. Me asegura que vendrá para romper mis largos silencios. No me conoció en mi cuarta vida; entonces mis silencios eran eternos y yo era un personaje de Antonioni que no se comunicaba ni consigo mismo. Debuté en escena con ella. Tuvimos un beso que no ensayamos previamente. Creo que esa será la última vez que suba a un escenario. Aunque en realidad lo que hice fue sentarme a una mesa de Las Titas, Granada, a orillas del Genil.
Comentarios
Subirse al escenario,¿La última vez..? Uyss, eso núnca se sabe.
¿Cómo estás, amigo? No te encontré en medio de la tertulia :o), es más... no he vuelto a ella desde que te fuiste.
Volveré cuando tú regreses. :o)
Un beso de buenas noches.