LA PELÍCULA

THE COMPANY MEN
John Wells

La crisis global ya tiene su primera película de ficción, después del documental Inside Job, que es un film terrorífico, y, aunque uno desearía una mayor dureza en su planteamiento, lo cierto es que el film de John Wells, un realizador televisivo con oficio, resulta bastante efectivo al narrar como el desplome del mundo financiero, debido al trapicheo de unos cuantos, afecta a la vida de las personas, manda al garete sus estilos de vida y convierte sus existencias en dramas.
Son millones en el mundo los que se han quedado sin empleo. John Wells pone caras, nombres y apellidos a esa fría estadística, a esos porcentajes de personas que engrosan las listas del paro y que difícilmente podrán encontrar un empleo digno, y lo hace siguiendo los avatares de tres empleados muy distintos, generacionalmente, por los cargos que ocupan y por su relación con la empresa de la que son despedidos. Por un lado está el joven Bobby Walker (un Ben Affleck muy creíble en su papel), un tipo optimista que cree haber alcanzado el sueño americano porque tiene un buen trabajo, una familia estupenda, una hermosa casa con jardín y un espectacular porsche en el garaje, y todo su mundo se derrumba cuando la compañía para la que trabaja decide reducir plantilla y prescindir de sus servicios: tiene que darse de baja del club de golf, debe vender su coche, luego su casa, acaba, con su mujer y su hijo, volviendo al hogar de sus padres y deberá hacer lo que más detesta en este mundo, emplearse como obrero manual bajo las órdenes de su odiado cuñado, un constructor que rehabilita casas, papel que Kevin Costner borda. Y por el otro lado está Phil Woodward (al que Chris Cooper, un magnífico secundario al que hemos visto en Syriana y American beauty, presta su gesto amargo), un directivo que empezó desde abajo, en los puestos más duros en uno de los astilleros que fue la joya de la desmantelada empresa, y Gene McClary (al que Tommy Lee Jones ofrece su rostro castigado y devorado por las arrugas), casi el fundador de la misma al que su socio y amigo (Craig T. Nelson) pone sin miramientos en la calle en un ejemplo de lo despiadado que llegan a ser las reglas del mundo empresarial. Pero no todos encaran su dura situación de la misma forma. Mientras Phil Woodward se desmorona refugiándose en la bebida y simula estar todavía ocupado, porque su avergonzada esposa no quiere que los vecinos se enteren de que está en el paro, Gene McClary emprende una nueva vida y renace de sus cenizas fundando una nueva empresa en la que recoge a todos los empleados despedidos de la antigua.
Hay gotas de comedia en este drama de hombres que se sienten vulnerables y perdidos en medio de esa crisis que, al mismo tiempo que sacrifica miles de puestos de trabajo, duplica los sueldos de los supervivientes y hace subir las acciones de sus empresas, y todos los actores de esta actualísima función están perfectos en sus papeles. Sólo chirría, para mí, ese final feliz, lleno de esperanza, muy típico de todo el cine norteamericano que se manufactura en Hollywood, y que es una añagaza: se puede sobrevivir a la crisis global y renacer con bríos nuevos. The Company men critica el sistema, pero no lo cuestiona. Eso, tal como están las cosas, no deja de ser un cuento de hadas, ficción cinematográfica. La realidad es mucho más dura y un director europeo seguramente habría esquivado ese final dulce
Ah, y se me olvidaba: el drama de los personajes de The Company men es perder su lujoso tren de vida, sus casas de ensueño, sus vacaciones exóticas y sus cochazos, una frivolidad insultante comparada con la de los que han de dormir bajo un puente porque no tienen en donde caerse muertos. Pero entonces, seguramente, sería una película de Ken Loach y no de John Wells. Que la haga pronto.
José Luis Muñoz

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