DIARIO DE UN ESCRITOR
Arán, 27 de julio de 2011
Overbooking. Desde hace días el corredor de fondo no está solo sino muy bien acompañado. Un mes, el pasado, con la casa vacía y una semana en la que se concentran las visitas y tengo que tirar de agenda. Si hoy es martes, ¿a quién le toca visitarme? Me gusta.
Al mediodía vino el amigo y su hija. Degustaron la sopa de nunca acabar. Trajeron un par de setas que encontraron en el bosque, dos hermosos rovellones, a los que hemos sobrevivido, que guisé con la butifarra del Valle, y una enorme botella de whisky que beberé a su salud cuando escriba. Disfrutaron con mis torrijas. Voy a creerme que soy un buen cocinero. Tuvimos una larga sobremesa con suculentas anécdotas de viajes. Una de Roma me pareció fantástica, de película de persecuciones con un conductor especialista. Yo conté mi azarosa y kafkiana salida de La India. A las 5 cogimos el coche y subimos al Coth de Baretges por la sinuosa carretera del Portillón. El primer tramo de ese camino que ya me conozco al dedillo lo hicimos bajo la niebla. El segundo, con lluvia intensa. La pista era un larguísimo río de seis kilómetros que discurre por un bosque majestuoso de enormes abetos. Padre e hija son avezados montañeros. Confieso que me costó seguir su paso. Uff con mis años.
Overbooking en el Coth de Baretges. Nunca había visto tanta animación como hoy alrededor del pilón de agua que hay junto al refugio. Caballos, vacas, mulas, burros que se cruzaban, rebuznaban, mugían o relinchaban y, en medio de ellos, tres humanos que hablaban estremecidos por la belleza de la naturaleza. Pero el rey de ese animalario diverso era un gigantesco toro semental de por los menos setecientos kilos que se paseaba majestuoso entre las hembras pero sin ganas de montarlas. Debería estar cansado. O no se enamoraba de ninguna. Las vacas eran de color blanco, francesas. Que no se irrite por ese comentario la vecina de Paul Gauguin.
Me hizo feliz ver disfrutar a padre e hija con los caballos. Más cuando he visto las fotos que les he hecho. Las fotos capturan expresiones que en la realidad se escapan, porque la instantánea las congelan y permiten su análisis. Él parecía el hombre que susurraba a los caballos. Lo hacía cogiendo con cariño las cabezas de las yeguas y dándoles el afecto que buscaban. A ella le enternecían los traviesos potrillos y se le iluminaba su cara de niña, abría mucho los ojos. Con tanta carne viva a nuestro alrededor habríamos firmado un manifiesto jurando no comer más carne de potro, ternera, ciervo, conejo…
Durante el descenso hacia el coche llovió con ganas y nos envolvió la niebla, pero no tuvimos la suerte que sí tuvo la tarde anterior la excursionista bretona que vio dos ciervos. Ni salamandras. Ni fresas en los bordes del camino. El cupo de animales lo teníamos completo.
Junto al Garona, que baja impetuoso y pleno de agua, me despedí de los dos amigos que montaron en su gigantesco todoterreno. Y, muy profesionalmente, les pregunté si les ha gustado la excursión incompleta en la que se quedaron sin ver esa vista espectacular de la Maladeta y el Aneto que últimamente se resiste. ¿Seré en mi octava vida guía de montaña?
Ya en casa, después de cenar, subí a mi buhardilla. Y puse un CD de Santana. Caravanserai. La banda sonora de mi cuarta vida. Quien la escucha arropado por maderas en una casa de tejado de pizarra de un pueblo del Valle de Arán que mira a la iglesia y al Coth de Baretges es un tipo simplemente mayor, de pelo y barba blanca, desencantado de todo, en una octava vida que intuye será la última. Quién la escuchaba en una casucha de La Floresta era un joven de larga melena, cuerpo joven y delgado, lleno de ilusión que creía que la vida iba a ser ilimitada y no se imaginaba el presente.
Hablo con la madre de Paula, que tiene hipo y está presta a asomar la cabeza al mundo, y con la arquitecta de mi sexta vida de mi breve séptima vida y de mi incierta octava vida en la que busco tiritas para sellar mis heridas.
Overbooking. Desde hace días el corredor de fondo no está solo sino muy bien acompañado. Un mes, el pasado, con la casa vacía y una semana en la que se concentran las visitas y tengo que tirar de agenda. Si hoy es martes, ¿a quién le toca visitarme? Me gusta.
Al mediodía vino el amigo y su hija. Degustaron la sopa de nunca acabar. Trajeron un par de setas que encontraron en el bosque, dos hermosos rovellones, a los que hemos sobrevivido, que guisé con la butifarra del Valle, y una enorme botella de whisky que beberé a su salud cuando escriba. Disfrutaron con mis torrijas. Voy a creerme que soy un buen cocinero. Tuvimos una larga sobremesa con suculentas anécdotas de viajes. Una de Roma me pareció fantástica, de película de persecuciones con un conductor especialista. Yo conté mi azarosa y kafkiana salida de La India. A las 5 cogimos el coche y subimos al Coth de Baretges por la sinuosa carretera del Portillón. El primer tramo de ese camino que ya me conozco al dedillo lo hicimos bajo la niebla. El segundo, con lluvia intensa. La pista era un larguísimo río de seis kilómetros que discurre por un bosque majestuoso de enormes abetos. Padre e hija son avezados montañeros. Confieso que me costó seguir su paso. Uff con mis años.
Overbooking en el Coth de Baretges. Nunca había visto tanta animación como hoy alrededor del pilón de agua que hay junto al refugio. Caballos, vacas, mulas, burros que se cruzaban, rebuznaban, mugían o relinchaban y, en medio de ellos, tres humanos que hablaban estremecidos por la belleza de la naturaleza. Pero el rey de ese animalario diverso era un gigantesco toro semental de por los menos setecientos kilos que se paseaba majestuoso entre las hembras pero sin ganas de montarlas. Debería estar cansado. O no se enamoraba de ninguna. Las vacas eran de color blanco, francesas. Que no se irrite por ese comentario la vecina de Paul Gauguin.
Me hizo feliz ver disfrutar a padre e hija con los caballos. Más cuando he visto las fotos que les he hecho. Las fotos capturan expresiones que en la realidad se escapan, porque la instantánea las congelan y permiten su análisis. Él parecía el hombre que susurraba a los caballos. Lo hacía cogiendo con cariño las cabezas de las yeguas y dándoles el afecto que buscaban. A ella le enternecían los traviesos potrillos y se le iluminaba su cara de niña, abría mucho los ojos. Con tanta carne viva a nuestro alrededor habríamos firmado un manifiesto jurando no comer más carne de potro, ternera, ciervo, conejo…
Durante el descenso hacia el coche llovió con ganas y nos envolvió la niebla, pero no tuvimos la suerte que sí tuvo la tarde anterior la excursionista bretona que vio dos ciervos. Ni salamandras. Ni fresas en los bordes del camino. El cupo de animales lo teníamos completo.
Junto al Garona, que baja impetuoso y pleno de agua, me despedí de los dos amigos que montaron en su gigantesco todoterreno. Y, muy profesionalmente, les pregunté si les ha gustado la excursión incompleta en la que se quedaron sin ver esa vista espectacular de la Maladeta y el Aneto que últimamente se resiste. ¿Seré en mi octava vida guía de montaña?
Ya en casa, después de cenar, subí a mi buhardilla. Y puse un CD de Santana. Caravanserai. La banda sonora de mi cuarta vida. Quien la escucha arropado por maderas en una casa de tejado de pizarra de un pueblo del Valle de Arán que mira a la iglesia y al Coth de Baretges es un tipo simplemente mayor, de pelo y barba blanca, desencantado de todo, en una octava vida que intuye será la última. Quién la escuchaba en una casucha de La Floresta era un joven de larga melena, cuerpo joven y delgado, lleno de ilusión que creía que la vida iba a ser ilimitada y no se imaginaba el presente.
Hablo con la madre de Paula, que tiene hipo y está presta a asomar la cabeza al mundo, y con la arquitecta de mi sexta vida de mi breve séptima vida y de mi incierta octava vida en la que busco tiritas para sellar mis heridas.
Comentarios
Y sabe usted una cosa, presiento que ese apolo melenas de la floresta, mutó en alguien mucho más ...............interesante.
Lo "y después?" tu logras que acontesca en lo espirito de quien te lée...assi, como si bromearas,o jugaras al escondite con los niños de tu ? vida ( por supuesto la que has vivido antes de nacer :) )
Aqui, no hay enredo á la manera de Proust? Porque lo enredo és la própria vida o se quieramos los lances movimientados por la vida, ella misma...
Para me situar en la genése de tus escritos y porque no conocia a SANTANA, he buscado aquella a que aludes....me quedé impresionada!!! Como és que uno se puede "llenar" de lo deserto???
Pero puede porque lo deserto y Caravanserai nos transpuerta muy alla de nosotros!
Todo estaba de acordo... tus letras y la musica !!!
Y yo nunca voy dejar de te leer...Mira, te envio un GRACIAS y un Beso por los momientos que me has proporcionado...hasta mañana, José Luís!!!
(no sé eligir una identidad, no entiendo de NET.... voy poner como Anónimo pero soy Maria Castilho...me encuentras en Face)