EL ARTÍCULO

Ya que estamos de efemérides conviene recordar lo que pasó allá por el año 68─ en España fue en el 69, por cierto, un sexual número ─ un acontecimiento que marcó hasta a los que hoy se pitorrean de él─ el pitorreo de todo, la iconoclastia, la perturbación, la psicodelia, el poder tratar a tu padre de tú, el interpelar al profesor, el cuestionar la autoridad, el derecho al análisis de todo, hasta de lo evidente, el feminismo, el topless, el sexo libre, etc. etc. están ligados, mal que les pese a muchos, a esas fechas ─, un movimiento espontaneo en el que muchos de los que ahora pintamos canas, tenemos hijos, o hasta nietos, sucumbimos a su belleza perturbadora, a su fuego purificador. Si en lo político fue desastroso ─ no se cambió ningún régimen ─ en lo personal fue sencillamente extraordinario. El mundo no sería lo que es ─ hablo de Occidente, claro, porque ni África ni Asia fueron afectados por ese tsunami socio─cultural ─ sin esas jornadas libertarias en las que todo parecía posible, hasta que los ideales se convirtieran en realidades. A ese período debo mis primeras publicaciones ─ los panfletos que escribía, imprimía y distribuía en el seno del grupúsculo anarquista en el que militaba, Negro y Rojo, y un relato que publicó la revista ácrata Ajoblanco, DIVAGACIONES VANALES Y ESTÉRILES DE UN ESCRITOR ABURRIDO, título muy de la época ─ y la relación sentimental más duradera, intensa y fructífera. El artículo que sigue fue publicado en El Periódico el día 2 de junio de 1998 como artículo del día en las páginas de opinión del diario catalán. Y lo siento, sigo siendo un sesentayochista hasta la médula. Y de acuerdo con Muñoz Molina: no sé qué diablos pintaban los Guardias Rojos y el Libro de Mao, lo más contrario a nuestro espíritu revolucionario, en toda esa revuelta ácrata.

El Periódico Martes, 2 de junio de 1998
EL ARTÍCULO DEL DÍA
José Luis Muñoz
Escritor
LO QUE QUEDA DE LA UTOPIA DE 1968

La gran victoria de Mayo del 68 fue sobre el autoritarismo y aún perdura: relaciones igualitarias entre padres e hijos, el sentimiento de solidaridad, el sexo como placer, la equiparación hombre─mujer

Hace unos días unos anarquistas celebraron la efeméride de mayo del 68 lanzando una tarta contra el eurodiputado Daniel Cohn Bendit, que apuesta ahora por una economía de mercado que vele por la igualdad social y el equilibrio ecológico. Treinta años separan al dirigente de los Verdes alemanes de las barricadas que lo catapultaron a la fama. ¿Traición o posibilismo?
El 68 fue un año particularmente convulso marcado por los asesinatos Luther King y Bob Kennedy, la Primavera de Praga, el recrudecimiento de la guerra de Vietnam y la masacre de la plaza de las Tres Culturas de México, pero antes hubo una serie de condicionamientos previos que condujeron a esa catarsis colectiva que floreció en la primavera parisina. En plena guerra fría el mundo estaba gobernado por un rígido autoritarismo, que abarcaba todas las parcelas de la vida, y los jóvenes vivían inmersos en un hastío generacional bajo el férreo control de un sistema patriarcal que se extendía desde la familia hasta el estado. Es en este contexto donde se produce el estallido espontáneo de la revuelta juvenil.

Danny El Rojo, líder del movimiento radical 22 de marzo, encabeza la manifestación antiimperialista de París de mayo del 68 a la que asisten miles de estudiantes en solidaridad con la juventud americana que, a partir de la gran marcha sobre el Capitolio de 1967, no deja de manifestarse contra la guerra de Vietnam. Es el inicio de la revuelta. 50.000 jóvenes toman las calles de la ciudad tras el anuncio del cierre de todas las facultades y estalla una batalla campal entre policías y estudiantes que enarbolan banderas rojas, negras y vietnamitas. Los obreros se suman a la protesta y las barricadas colapsan el centro de París. La huelga general se extiende por toda Francia y el número de huelguistas asciende a 10 millones con la consigna de la ocupación y autogestión de universidades y fábricas, que se rigen por asambleas en las que cualquiera, trabajador o estudiante, tiene derecho a la palabra. Los muros de París se llenan de sentencias imaginativas de todo tipo, algunas ya clásicas: Queremos el mundo, y lo queremos ahora, o Prohibido prohibir.
Desbordado por los acontecimientos, Charles De Gaulle se limitó a asegurarse el apoyo militar. No fue necesario. La astucia negociadora de Balladur, a la sazón ministro de Pompidou, multiplicando por tres el salario mínimo y otorgando importantes concesiones a los sindicatos, desactivó el apoyo obrero a la revuelta del 68. Fue el principio del fin en una relación de amor no correspondido en la que unos se movían por utopías revolucionarias y los otros lo hacían por reivindicaciones salariales y mejoras laborales. Los contestatarios recibieron el apoyo de intelectuales de la talla de Jean Paul Sartre, que lanzó su adoquinazo verbal "La £nica relación que los estudiantes pueden tener con esta universidad les lleva a romperla", Herbert Marcuse o el psicoanalista Wilhelm Reich, teórico de la relación entre represión política y represión sexual, cuyas teorías sobre la liberación sexual pusieron en práctica los jóvenes de las barricadas, apresurándose a perder la virginidad como una forma de transgredir lo establecido.
El sesentayochismo revolvió las costumbres, reinventó las relaciones interpersonales y dinamitó la miseria sexual. El rechazo absoluto a la generación anterior les llevó a una forma de vida comunal, a la negación absoluta de cualquier veleidad consumista y a la reivindicación natural del cuerpo. Las muchachas llevaban exageradas minifaldas y se desprendían del sostén, mientras ellos se dejaban el cabello largo y crecer la barba; los artistas plásticos organizaban happenings; los cineastas se decantaban por el cine underground; y los macrofestivales de música congregaban a miles de jóvenes en Woodstock o en la isla de Wight para escuchar a los grupos míticos del rock and roll y la música protesta: Pete Seeger, Jim Morrison, Jimmy Hendrix, Joan Báez, Bob Dylan...
Mayo tuvo excesos verbales y formales, pero pocos muertos pese a ser una revolución casi de índole planetaria. La banda Baader Meinhoff o el exótico Ejército Simbiótico de Liberación Nacional fueron excrecencias insignificantes de un movimiento que se decantó por redefinir la vida, aborreció los totalitarismos y quiso arañar todas las utopías. Hubo victorias concretas, como el fin de la guerra de Vietnam, perdida por USA en el frente b‚lico y en la retaguardia de todas las calles del mundo, pero, por encima de todo, la gran victoria de Mayo del 68 fue sobre el autoritarismo. La barricada física estaba en la calle, en donde los jóvenes incendiaban todo lo que oliera a lujo, fuera coche, sucursal bancaria o tienda de pieles, y la barricada dialéctica se levantaba en la mesa del comedor, contra el padre, que desde entonces dejaría de ser patrón.
Los sesentayochistas se casaron, se aburguesaron, se convirtieron en furibundos consumistas o llegaron al poder, pero sus conquistas perduraron y siguen ahí. Las relaciones igualitarias entre padres e hijos dentro de la familia, el sentimiento de solidaridad vehiculado a través de las actuales ONG, el ecopacifismo, la reinvención del sexo como placer, la igualdad entre los sexos, el feminismo, la filosofía de la tolerancia, los movimientos de liberación homosexuales, etc., son hijos de esos jóvenes airados que sacudieron el mundo con su movimiento de protesta y protagonizaron una de las más singulares e incruentas revoluciones de este siglo.

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