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EL FUEGO Y LAS CENIZAS
Leal Canales
Imagine Ediciones

Hacía tiempo que una novela no me producía emoción, que una lectura no pulsaba mi fibra sensible o que no terminaba una novela con un hondo suspiro. EL FUEGO Y LAS CENIZAS, de Leal Canales, que me ha precedido en el premio de novela romántica Ciudad de Seseña, es uno de esos libros que se leen con tristeza infinita, en los que cada frase, no por sencilla emotiva, transporta al lector a una historia de nuestro reciente pasado que seguro sucedió en una época en que dramas como el que cuenta este excelente autor extremeño debieron ser moneda común y tantas vidas quedaron truncadas para siempre con una infelicidad perpetúa.
No hay amor más perfecto, ni más idealizado, que el que no se consuma nunca. Eso lo sabe el autor y en eso se centra su dramática historia entre Nazario y Marcela, dos pobladores del pueblo extremeño de Cábala, un lugar perdido en la inmensidad de un secarral, que no llegan a consumar el matrimonio porque un hecho dramático irrumpe en sus vidas y les obliga a alejarse para siempre. A través de una serie de cartas cruzadas, que nunca llegarán a su destino─ Leal Canales recupera, con indudable acierto, las claves de la novela epistolar que han caído en desuso─, los dos amantes mantienen el fuego de ese amor del que sólo guardan el recuerdo de una caricia, el cruce de unas miradas y el olor de los cuerpos sacudidos por el deseo en una noche de bodas frustrada que quedó suspendida sine die. En una España de la posguerra, sumida en el oscurantismo, la escasez y la miseria económica y moral, Marcela se ve abocada, por las circunstancias, a ejercer el oficio más antiguo del mundo en la capital del reino y Nazario, tras refugiarse en las filas del maquis, a huir para siempre de España y cruzar el charco sin que uno sepa jamás del otro.
A través de ese amor sin esperanzas Leal Canales construye esta historia de desencuentros, magníficamente ambientada, traza una cruda visión de la España de posguerra con sus vicios seculares ─ el caciquismo que se cree con derecho de pernada y lo ejerce; las fuerzas vivas de los ambientes rurales; la indefensión de los trabajadores tras la derrota republicana; el triste papel de la mujer circunscrito a esclava del hogar o ser terreno para el placer de los hombres, etc.- y pulsa, sin caer en el fácil lagrimeo, las cuerdas de la emoción del lector, seguramente porque él, cuando escribió esta desgarrada historia, creyó en lo que narraba y se emocionó, a su vez, narrando.
Buena literatura al servicio de una historia que, si duda, engancha al lector. Uno de los libros que más tristeza me han deparado, también es cierto.

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