EL APUNTE
UNA ESPAÑA DE BERLANGA
TODOS A LA CÁRCEL
Este es el título de una película, no la más memorable, de Luis García Berlanga que se ajusta literalmente a la situación política nacional que estamos viviendo. Tras el Watergate de la combativa y castiza Espe al gobierno municipal de Ruíz Gallardón ─ esa lucha ya dura más de un lustro y está desgastando al PP, y de qué manera, ante un Mariano Rajoy que no entra al descabello de la presidenta de Madrid y directa rival política porque le tiene miedo: que suelte a Fraga que, a estas alturas, ya todo le da igual, y veremos cómo se la merienda ─ viene esa trama de corrupción multimillonaria en la que están implicados no se sabe cuántos políticos del PP, porque ya se habla de aforados y la cabeza de Camps está en el candelero ─¡Y en cambio se escapa Zaplana, que siempre ha estado en las quinielas de todas las tramas corruptas! ─, y amigos íntimos de Aznar que asistieron al bodorrio de El Escorial como, con muy
mala baba, por cierto, se ha encargado de recordar el diario El País un día si y otro también, sacando a los presuntos delincuentes, ahora detenidos, vestidos de chaqué y smoking y acompañados de sus vistosas señoras ─ algunas también implicadas en el reparto del pastel inmobiliario ─ mientras desfilaban por las alfombras de El Escorial para rendir vasallaje al jefe de filas del momento, Josemari, que no dice esta boca es mía con todo lo que está cayendo y anda empeñado en negar el cambio climático.


LA ESCOPETA NACIONAL
En esta España de sainete, que es mejor que la anterior de cementerio, cal blanca y muros de presidio, Luis García Berlanga sacó provecho, como nadie, de las cacerías en donde se dirimen toda clase de chanchullos económicos y tráficos de influencias entre quienes detentan el poder político y económico y quiénes van detrás preguntando ¿Qué de lo mío? En la hilarante película de Berlanga un catalán, Saza, que quería tener la exclusiva de los porteros electrónicos de todo el país, perseguía a los ministros de turno, entre disparo y disparo, y además esgrimía que la cacería la había pagado de su peculio como todo buen catalán, que arrastramos una mala fama internacional que a saber de dónde viene, de Pujol, seguramente.

Pero los augures se equivocan, porque Bermejo, el cazador cazado, ha dimitido mucho antes de la remodelación, no por matar mansos y bellos venados, sino por hacerlo sin licencia, lo que le honra, la dimisión, y podría hacerse extensivo el gesto al partido de la oposición.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
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