LA FIRMA INVITADA
Si Nietzsche viviera en el siglo XXI
Anacronías no tan Arbitrarias
Fabián Núñez Baquero
Se puede pintar a la anacronía como una hipérbole de la utopía. Ésta no tiene lugar en el espacio y aquella no tiene espacio en el tiempo. He estado buscando en mi memoria de la tribu la estampa modernizada de un Nietzsche situado en el tiovivo de nuestros tiempos con el barandal cibernético de antepecho y una atmósfera de pingüinos calenturientos, humanidad hermanada en el desplome capitalista y aves asustadas en estampida Se sentiría frustrado por ver todavía el mito judío-cristiano materializado en calles de Semana Santa con palmas e iglesias abarrotadas con seres revolcándose en la auto conmiseración y vociferando pecados inexistentes mientras los satélites rebosan el espacio y el internet y el teléfono celular hacen que todas las personas parezcan criaturas iguales. Él, que rebosaba de un selecto odio contra socialistas y cristianos, a quienes su filosofía aristocrática les asignaba con apelativos de chandalas o con moral de esclavos, no aprobaría tanta mescolanza tecnológica refinada para nivelar a la chusma democrática, al rebaño endiosado de hormiguero colectivo. Todo esto le revolvería las tripas porque siempre estaba en contra de la aplanadora de la igualdad. Y los cucuruchos del centro histórico, las masivas peregrinaciones a la Virgen de la Macarena, del Cisne, de Guadalupe o de Zipaquirá le produciría un sarpullido galopante y una náusea cosmopolita.
Mandaría a fusilar a los responsables de pasar propaganda de estos actos religiosos y les convertiría en gárgolas pétreas a los poetas turulatos que confeccionen poemas dedicados a Papá Noel o a las ruinas sanguinarias de Chichén Itzá o de Macchu Picchu. Nadie sabe cómo reaccionaría un aristos como él ante las mesnadas de participación ciudadana en Ecuador o Venezuela o esas farsas de tongo y circo de los “socialistas” del siglo XXI.
Lo que más le haría sentirse amargado y perplejo- con la perplejidad de Aristóteles visitando una fábrica automotriz con obreros robotizados- sería que Dios está más vivo que nunca en por lo menos el 99.9 por ciento de cerebros reblandecidos del globo, cuando en el Zarathustra anunciaba que “Dios ha muerto”. El profeta del águila y la serpiente se equivocó: la mugre de las costumbres y tradiciones es más fuerte que la excelsitud de una cosmovisión.
Me parece que Nietzsche se sentiría como Orestes perseguido por las Furias. Quisiera apelar a otro discípulo de Schopenhauer, como por ejemplo a Jorge Luis Borges, para explicarse este galimatías, y lo encontraría demasiado europeo decadente, aplaudiría sus prosas, aunque El Aleph le parecería una metáfora de Akenathon y los desplantes germánicos una curiosidad pedantesca. Por estar cercano del gran argentino se le insinuaría que escuche a Piazzola- el que conjetura tangos y milongas en su pauta combinatoria- e igualmente le encontraría inmerso demasiado en el murmullo nocturno de la cotidianidad gaucha, demasiado pictórico de bares y discotecas, decadente. Pero algún nacionalista a ultranza le presentaría las piezas más vigorosas de Ginastera, alguna de ellas le agradaría demasiado y le pondría en la lista de la música que más le atravesaba, junto a la Cabalgata de las Valkirias de su amado y odiado Wagner, el que le robó a su Cósima.
Hay otra visión contradictoria, aunque no menos fáustica: Nietzsche en la Amazonía, con los huaoranis- que tanto conoce mi amiga Evelyn Carrión. Nietzsche en medio del , en apariencia, opuesto del Superhombre:el desnudo Huaorani en su Paraíso Terrenal. Sentiría su hábitat y la solfatara gigantesca donde deambulan anacondas y jaguares, vería las chozas parecidas a sus solitarios amigos del legendario Irán- cuna de Zarathustra-, palparía su ingenuidad y su fuerza y volvería a no entender ni a los cristianos ni a los socialistas. Más todavía cuando algún inexistente ecologista le hiciera escuchar algún yumbo o huahuaqui, de esos que hacen tremer la Pachamama oriental, tocada por los reductores de cabezas o los vecinos del tucán. Esto, diría, no tiene nada que ver con los aguados y débiles acentos del pasillo o el tango, con esa bulla vaciada del rock o los cantautores empalagosos cantando sus gripes cotidianas. Esos tambores telúricos de la amazonía anuncian al Superhombre, repetiría frenético. Están en embrión pero proclaman las semillas del Superhombre, vocearía en plena jungla.
Lo que sí es inimaginable que él acepte es el Carnaval de Río o el Carnaval de Oruro,esa aporía de Zenón que constituyen el Copacabana o el Varadero o esas fiestas locales que sirven de pretexto para las borracheras fenomenales, aunque comprendería la contradicción con las bacanales griegas que tanto amaba porque el dios Baco- según él- creó la tragedia. Se sentiría en el suelo desconsolado ante el sunami de la extinción de la música clásica y el ascenso de picapedreros del ritmo. Su aristocracia le impediría aclimatarse a este mundo aunque tenga carro a la puerta y un yate en el Mediterráneo.
Nadie sabe qué le causaría más repugnancia, si la visita de un Testigo de Jehová o ver a una mujer- más tibia que las aguas de Baden Baden- en calidad de presidenta de los teutones y de los europeos. De hecho estaría contra las feministas que se conjugan en hoteles 7 estrellas para jugar a la macateta de la defensa de las pobres proletarias, aunque coman caviar y beban coñac. No le gustaría para nada los matrimonios gays o de lesbianas y culparía a curas y religión por volver a los tiempos de Alcibíades.
Todos sabrían que hay una receta óptima para matar a Nietzsche: someterlo a un cuarto de hora de charla sobre fútbol
Y lo que más le pondría fuera de lugar y con los ojos fuera de órbita, sería la caterva de seguidores que aún tiene y que no le han entendido ni siquiera una jota y que jamás lo entenderán.
Anacronías no tan Arbitrarias
Fabián Núñez Baquero
Se puede pintar a la anacronía como una hipérbole de la utopía. Ésta no tiene lugar en el espacio y aquella no tiene espacio en el tiempo. He estado buscando en mi memoria de la tribu la estampa modernizada de un Nietzsche situado en el tiovivo de nuestros tiempos con el barandal cibernético de antepecho y una atmósfera de pingüinos calenturientos, humanidad hermanada en el desplome capitalista y aves asustadas en estampida Se sentiría frustrado por ver todavía el mito judío-cristiano materializado en calles de Semana Santa con palmas e iglesias abarrotadas con seres revolcándose en la auto conmiseración y vociferando pecados inexistentes mientras los satélites rebosan el espacio y el internet y el teléfono celular hacen que todas las personas parezcan criaturas iguales. Él, que rebosaba de un selecto odio contra socialistas y cristianos, a quienes su filosofía aristocrática les asignaba con apelativos de chandalas o con moral de esclavos, no aprobaría tanta mescolanza tecnológica refinada para nivelar a la chusma democrática, al rebaño endiosado de hormiguero colectivo. Todo esto le revolvería las tripas porque siempre estaba en contra de la aplanadora de la igualdad. Y los cucuruchos del centro histórico, las masivas peregrinaciones a la Virgen de la Macarena, del Cisne, de Guadalupe o de Zipaquirá le produciría un sarpullido galopante y una náusea cosmopolita.
Mandaría a fusilar a los responsables de pasar propaganda de estos actos religiosos y les convertiría en gárgolas pétreas a los poetas turulatos que confeccionen poemas dedicados a Papá Noel o a las ruinas sanguinarias de Chichén Itzá o de Macchu Picchu. Nadie sabe cómo reaccionaría un aristos como él ante las mesnadas de participación ciudadana en Ecuador o Venezuela o esas farsas de tongo y circo de los “socialistas” del siglo XXI.
Lo que más le haría sentirse amargado y perplejo- con la perplejidad de Aristóteles visitando una fábrica automotriz con obreros robotizados- sería que Dios está más vivo que nunca en por lo menos el 99.9 por ciento de cerebros reblandecidos del globo, cuando en el Zarathustra anunciaba que “Dios ha muerto”. El profeta del águila y la serpiente se equivocó: la mugre de las costumbres y tradiciones es más fuerte que la excelsitud de una cosmovisión.
Me parece que Nietzsche se sentiría como Orestes perseguido por las Furias. Quisiera apelar a otro discípulo de Schopenhauer, como por ejemplo a Jorge Luis Borges, para explicarse este galimatías, y lo encontraría demasiado europeo decadente, aplaudiría sus prosas, aunque El Aleph le parecería una metáfora de Akenathon y los desplantes germánicos una curiosidad pedantesca. Por estar cercano del gran argentino se le insinuaría que escuche a Piazzola- el que conjetura tangos y milongas en su pauta combinatoria- e igualmente le encontraría inmerso demasiado en el murmullo nocturno de la cotidianidad gaucha, demasiado pictórico de bares y discotecas, decadente. Pero algún nacionalista a ultranza le presentaría las piezas más vigorosas de Ginastera, alguna de ellas le agradaría demasiado y le pondría en la lista de la música que más le atravesaba, junto a la Cabalgata de las Valkirias de su amado y odiado Wagner, el que le robó a su Cósima.
Hay otra visión contradictoria, aunque no menos fáustica: Nietzsche en la Amazonía, con los huaoranis- que tanto conoce mi amiga Evelyn Carrión. Nietzsche en medio del , en apariencia, opuesto del Superhombre:el desnudo Huaorani en su Paraíso Terrenal. Sentiría su hábitat y la solfatara gigantesca donde deambulan anacondas y jaguares, vería las chozas parecidas a sus solitarios amigos del legendario Irán- cuna de Zarathustra-, palparía su ingenuidad y su fuerza y volvería a no entender ni a los cristianos ni a los socialistas. Más todavía cuando algún inexistente ecologista le hiciera escuchar algún yumbo o huahuaqui, de esos que hacen tremer la Pachamama oriental, tocada por los reductores de cabezas o los vecinos del tucán. Esto, diría, no tiene nada que ver con los aguados y débiles acentos del pasillo o el tango, con esa bulla vaciada del rock o los cantautores empalagosos cantando sus gripes cotidianas. Esos tambores telúricos de la amazonía anuncian al Superhombre, repetiría frenético. Están en embrión pero proclaman las semillas del Superhombre, vocearía en plena jungla.
Lo que sí es inimaginable que él acepte es el Carnaval de Río o el Carnaval de Oruro,esa aporía de Zenón que constituyen el Copacabana o el Varadero o esas fiestas locales que sirven de pretexto para las borracheras fenomenales, aunque comprendería la contradicción con las bacanales griegas que tanto amaba porque el dios Baco- según él- creó la tragedia. Se sentiría en el suelo desconsolado ante el sunami de la extinción de la música clásica y el ascenso de picapedreros del ritmo. Su aristocracia le impediría aclimatarse a este mundo aunque tenga carro a la puerta y un yate en el Mediterráneo.
Nadie sabe qué le causaría más repugnancia, si la visita de un Testigo de Jehová o ver a una mujer- más tibia que las aguas de Baden Baden- en calidad de presidenta de los teutones y de los europeos. De hecho estaría contra las feministas que se conjugan en hoteles 7 estrellas para jugar a la macateta de la defensa de las pobres proletarias, aunque coman caviar y beban coñac. No le gustaría para nada los matrimonios gays o de lesbianas y culparía a curas y religión por volver a los tiempos de Alcibíades.
Todos sabrían que hay una receta óptima para matar a Nietzsche: someterlo a un cuarto de hora de charla sobre fútbol
Y lo que más le pondría fuera de lugar y con los ojos fuera de órbita, sería la caterva de seguidores que aún tiene y que no le han entendido ni siquiera una jota y que jamás lo entenderán.
FABIAN NÚÑEZ BAQUERO. Autor de libros de gran importancia internacional como es “La uña de la Gran Bestia”, un poemario sobre la crisis del capitalismo, aunque es una obra realmente inédita, Núñez ha sido y es un intelectual a tiempo completo a pesar de no ser reconocido. Aunque el Diccionario de la Literatura Ecuatoriana, de los hermanos Barriga, lo ha llamado “intelectual asistemático”, creemos que es un escritor disciplinado, de otra manera no podríamos admirar ni comprender las joyas literarias que ha producido en la narración, el ensayo y la poesía, y que sigue produciendo.
Para vivir ha trabajado en varios oficios y quehaceres, desde ayudante de topógrafo hasta pequeño corredor de mercancías; desde vendedor de seguros de vida, hasta profesor universitario, pero siempre estudioso, como él mismo nos ha contado, “por ser estudioso no he tenido tiempo para ser estudiante”. Ha sido promotor cultural toda su vida y trabajó sólo por cinco años consecutivos en el Departamento de Difusión Cultural del Banco Central del Ecuador de donde fue despedido, sin beneficio de inventario, junto a otros trabajadores de la Cultura, en la presidencia de Rodrigo Borja.
Tiene relativamente pocas obras, pero son de calidad. Lo curioso es que —a diferencia de otros escritores, cuyas primeras obras son olvidadas o, incluso, destruidas, por su falta de calidad— Núñez sigue vigente y valioso hasta en su primer libro de poemas, Voces errantes, cuyos poemas los sigue declamando y gustan a la juventud. Somos testigos de ello.
Posee un ritmo que fascina, en la narración y el ensayo y hasta en su propia amena y chispeante conversación. Tal vez porque, tanto de parte de sus abuelos maternos como paternos, tuvo una gran ascendencia musical y su misma madre tocaba la guitarra y cantaba. Su abuelo Antonio Núñez era Director de Banda y organista de la Iglesia y César Humberto Baquero, su tío, famoso compositor popular. Núñez ejerció el cargo de Jefe de Relaciones Públicas del Conservatorio Nacional de Música “Salvador Bustamante Celi”, de Loja, la denominada capital de la música en el Ecuador, aunque sólo por breve tiempo.
Como periodista ha colaborado en diarios importantes del Ecuador como El Expreso de Guayaquil, El Comercio de Quito, El Heraldo y El Avance, de la ciudad de Ambato. Fue miembro del Consejo de Redacción de Prensa Obrera y Poder Obrero del Ecuador, simpatizante hasta el momento del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, la vanguardia marxista del mundo. Sus primeros cuentos los publicó en el magazine Hablemos Internacional.
Podemos decir que pocos como él son tan apasionados por el arte, la política y la filosofía. Lo conocimos cuando daba sus conferencias en el Grupo Destino de la ciudad de Ambato: tal vez, sin equivocarnos, ha sido el único intelectual que ha disertado sobre Emerson, Schopenhauer, y estamos seguros que fue el primer intelectual que habló en el país sobre Jorge Luis Borges, a inicios de la década el 60 del siglo anterior.
Su obra poética, desde Voces errantes hasta Sólo de amor me rindo, se ha caracterizado por una vena equilibrada que se ubica entre el materialismo militante y la finura de la sensibilidad subjetiva, que le hizo exclamar al gran poeta dominicano Manuel Del Cabral : “Núñez es un poeta físico y metafísico hasta la médula”.
Para vivir ha trabajado en varios oficios y quehaceres, desde ayudante de topógrafo hasta pequeño corredor de mercancías; desde vendedor de seguros de vida, hasta profesor universitario, pero siempre estudioso, como él mismo nos ha contado, “por ser estudioso no he tenido tiempo para ser estudiante”. Ha sido promotor cultural toda su vida y trabajó sólo por cinco años consecutivos en el Departamento de Difusión Cultural del Banco Central del Ecuador de donde fue despedido, sin beneficio de inventario, junto a otros trabajadores de la Cultura, en la presidencia de Rodrigo Borja.
Tiene relativamente pocas obras, pero son de calidad. Lo curioso es que —a diferencia de otros escritores, cuyas primeras obras son olvidadas o, incluso, destruidas, por su falta de calidad— Núñez sigue vigente y valioso hasta en su primer libro de poemas, Voces errantes, cuyos poemas los sigue declamando y gustan a la juventud. Somos testigos de ello.
Posee un ritmo que fascina, en la narración y el ensayo y hasta en su propia amena y chispeante conversación. Tal vez porque, tanto de parte de sus abuelos maternos como paternos, tuvo una gran ascendencia musical y su misma madre tocaba la guitarra y cantaba. Su abuelo Antonio Núñez era Director de Banda y organista de la Iglesia y César Humberto Baquero, su tío, famoso compositor popular. Núñez ejerció el cargo de Jefe de Relaciones Públicas del Conservatorio Nacional de Música “Salvador Bustamante Celi”, de Loja, la denominada capital de la música en el Ecuador, aunque sólo por breve tiempo.
Como periodista ha colaborado en diarios importantes del Ecuador como El Expreso de Guayaquil, El Comercio de Quito, El Heraldo y El Avance, de la ciudad de Ambato. Fue miembro del Consejo de Redacción de Prensa Obrera y Poder Obrero del Ecuador, simpatizante hasta el momento del Comité Internacional de la Cuarta Internacional, la vanguardia marxista del mundo. Sus primeros cuentos los publicó en el magazine Hablemos Internacional.
Podemos decir que pocos como él son tan apasionados por el arte, la política y la filosofía. Lo conocimos cuando daba sus conferencias en el Grupo Destino de la ciudad de Ambato: tal vez, sin equivocarnos, ha sido el único intelectual que ha disertado sobre Emerson, Schopenhauer, y estamos seguros que fue el primer intelectual que habló en el país sobre Jorge Luis Borges, a inicios de la década el 60 del siglo anterior.
Su obra poética, desde Voces errantes hasta Sólo de amor me rindo, se ha caracterizado por una vena equilibrada que se ubica entre el materialismo militante y la finura de la sensibilidad subjetiva, que le hizo exclamar al gran poeta dominicano Manuel Del Cabral : “Núñez es un poeta físico y metafísico hasta la médula”.
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