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DE FERIA EN SEVILLA:
UNA CRÓNICA A SIETE EUROS Y DOS DAVIDESLos escritores José Luis Muñoz y David Torres se reúnen el 1 de mayo a las 20.00 horas en la Pérgola en el encuentro Novela negra: las fronteras del género, organizado por la editorial Algaida (Grupo Anaya). Los autores debatirán sobre este género, sus antecedentes y posibilidades y su posible clasificación. Al mismo tiempo plantearán las posibilidades que la novela negra ha abierto en las técnicas y recursos narrativos así como la aceptación que tiene este tipo de novela en España, tanto por parte de la crítica especializada como del público lector y de sus diferencias con otros países europeos. José Luis Muñoz acaba de publicar El mal absoluto. La última novela de David Torres se llama El gran silencio.

Firmé ejemplares de EL MAL ABSOLUTO─uno a una simpática señora llamada Trujillo, amiga, que no pariente, de Carmela Trujillo─, muchos más de los que suponía ─tenía un triste y difícil récord en Madrid cuatro años atrás: cero libros, aunque, como Dios aprieta pero no ahoga, de allí salió la recientemente premiada UNA EXTRAÑA HERENCIA─, en una Sevilla radiante, en fiestas. Las 24 horas de ajetreos ─tres firmas en tres librerías, FNAC, El Corte Inglés y…─se convirtieron en placer por la compañía. A Begoña Minguito, jefe de prensa de Algaida, la conocí en Barcelona, durante el Sant Jordi e, inexplicablemente, le vendí una imagen de tipo serio que está muy lejos de mí como ella misma pudo comprobar. Eso les dijo ─ que tuvieran cuidado con José Luis Muñoz, escritor serio entre los serios─ a mis dos colegas en estas 24 horas sevillanas, dos deliciosos gamberros que se ríen de todo, empezando por sí mismos, y que son David Torres, el escritor recientemente galardonado con el premio Tigre Juan ─ que yo gané cuando daban calderilla ─ por su novela NIÑOS DE TIZA, y el inmenso, en todas las acepciones del término posibles, David Panadero, amante de serie B, devoto de frikis y defensor de la subcultura, inmejorable presentador pese a sus credenciales y declarar que era abstemio, algo que luego desdijo prácticamente a base de cervezas, copas de vino y sustancias más turbias e indefinibles .
Opino que una de las gratificaciones extras que te brinda la literatura es ésta, precisamente, la de conocer y compartir buenos momentos con tipos como David Torres y David Panadero. Reímos a mansalva ─ los davides se saben todos los chistes y los saben contar─, intercambiamos libros y dedicatorias, bebimos de forma comedida, firmamos lo nuestro, soliviantamos con nuestras gamberradas a la recta jefa de prensa, una políticamente correcta Begoña Minguito, y dimos con nuestros castos cuerpos en la lujosa suite del hotel Occidente que la editorial nos había brindado para la ocasión.
Entre juerga y juerga aun tuvimos tiempo, perfectamente serenos y profesionales, de elucubrar sobre nuestras respectivas novelas, qué nos había movido a escribirlas y qué opinábamos de la novela negra, ante un selecto auditorio a las 8 de la tarde, conducidos por la profesionalidad y voz cavernosa de David Panadero, horas antes de que intentara tomarse un Pippermint con Cola─Cao, combinado friki al que un barman, en sus cabales y muy centrado a pesar de la hora nocturna, se negó en redondo a preparar. Ya de retirada, escoltados por el editor y una elegante jokey ─con quién hablamos de caballos y de Fernando Savater─, paseando por las callejas del barrio de Triana iluminadas por farolillos, David ─ no Panadero sino Torres, aunque seguramente en eso también estaría de acuerdo ─me confesó su devoción, que yo comparto plenamente, por Monica Belucci ─ de la que, por cierto, vimos su fantasma acodado en una barra de una tasca sevillana, una presencia que aún dudamos si era real o bien se debía al fino con que acompañábamos una ración de calamares ─y la extrañeza porque en nuestro merodeo nocturno por bares de tapeo nos acompañara una guapísima sevillana rubia como el sol y con cierto aire, mejorado, a lo Emma Suárez.
─Los vikingos conquistaron Sevilla─le aclaré.
─Ah. Eso lo explica todo─ sentenció David Torres.
Y tomamos un taxi de 7 euros. Tarifa plana para desplazarse a cualquier lugar de Sevilla. De los taxistas podemos hablar, o guardar silencio. Decir que te dejaban dónde ellos querían, que si les pedías ir a una plaza te dejaban en otra ─”Tire por esa calle y ya llega” ─a veces hasta a un kilómetro de tu destino ─ “Siga el río que ya se topará con el restaurante ese”, y aun estamos buscándolo ─y que te daban vueltas y revueltas, cruzando una y otra vez el Guadalquivir, para que viéramos todos los puentes, por culpa de nuestro acento madrileño─catalán. Pero eso sí, siempre a 7 euros. Tentados estuvimos de cambiar el billete de avión por el paseo en taxi, sobre todo porque con el calor que hacía no oían a Jiménez Losantos en la Cope.
Dejé Sevilla, con pesar, con David Panadero cruzando una avenida para tomar su AVE y David Torres, que se hizo veinte piscinas como si nada y me dedicó un libro, BELLAS Y BESTIAS, en traje de baño ─”Esta es la firma con menos ropa que he estampado en mi vida”, confesó─, tirando los tejos a la políticamente correcta Begoña Minguito.

Comentarios

Panadero ha dicho que…
Apreciado José Luis,
para mí también fue estupenda la escapada a Sevilla, sobre todo porque vi que tú tienes de "tío serio" lo que yo de abstemio.
Por cierto, ayer estuve en la Feria del libro antiguo de Madrid y tuve la suerte de agenciarme un ejemplar de El cadáver bajo el jardín.
Oye, pues vamos coincidiendo. La próxima vez no me olvidaré de llevar la petaca, llena de licores coloristas.

Salud!
David Torres ha dicho que…
¿Veinte? Me hice treinta piscinas por lo menos.
Y la Begoña sin enterarse.
Gracias, maestro, un abrazo.

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