EL LARGO ADÍÓS

VICENTE FERRER
No regaló pescado, sino que enseñó a pescarlo. Sacó de la pobreza a más de dos millones de hindúes, a los más pobres de entre los pobres. Dejó la Compañía de Jesús para tener una compañera, concebir con él un hijo, que seguirán su obra, y mantener así una independencia que dentro del seno de la iglesia no tendría. Nutrió su espíritu de ese amor al prójimo. Su fragilidad externa nada tenía que ver con su gigantesca fortaleza interior. Delgado, de mirada límpida y azul, me recordaba siempre que lo veía en televisión a Mel Ferrer. Era hombre de convicciones, bueno, consecuente consigo mismo, ejemplo de esa Iglesia a la que admiro, tanto como detesto a la Iglesia oficial, que es fiel a las enseñanzas de Jesucristo y se pone al lado de los desheredados del mundo, poniendo en riesgo su existencia, para mejorar su vida en la tierra.
Cuando me preguntan qué es, para mí, un héroe, nunca se me ocurre pensar en esos combatientes, sea de la guerra que sean, que acumulan medallas sobre la pechera de su uniforme por haber matado a un sinnúmero de enemigos ─ eso no es valor, sino miedo, casi siempre─, sino en este catalán universal que yace, para siempre, en tierras de la India, y nunca será beatificado por una iglesia que tampoco subió a los altares a monseñor Romero o al padre Ellacuria.
Pongamos nuestro granito de arena a su obra consiguiendo que la Fundación que le sobrevive sea galardonada con el Premio Nobel de la Paz. Claro que antes habría que desposeerle del mismo al señor Kissinger.
FARRAH FAWCETT
Nunca brilló lo suficiente, seguramente por su insuficiencia como actriz. Era bella, sin excesos, y frágil, demasiado delgada en un país que también busca mujeres excesivas para que llenen las pantallas de su cine. Su momento brillante lo consiguió gracias a una mediocre serie televisiva muy tonta y de melodía pegajosa: LOS ÁNGELES DE CHARLIE. El cáncer llamó a su puerta y ella declaró que no quería morir. Otro que no quiere morir, Ryan O’Neal que, para mí, siempre será Barry Lindon, como para otros será el chico de Love Story, aquejado por la misma cruel enfermedad, y con quien ya estuvo casada, se casó con ella poco antes de morir. Un gesto bonito y romántico, sin duda, infrecuente en nuestros tiempos.
¿Con qué película me quedo? Con El dr. T y las mujeres, de Robert Altman, en la que daba réplica a Richard Gere.
MICHAEL JACKSON
Su muerte fue tan sorprendente y extravagante como su vida. Una inyección de morfina parece haber sido la causante de su temprano óbito. Tenía cincuenta años y pesaba cincuenta kilos, uno por cada año. Había pasado de ser multimillonario a estar arruinado. En su odio hacia su padre, que le robó la infancia y lo maltrató, inició un enloquecido proceso quirúrgico para dejar de ser negro y alterar la cara que tenía. Al final su rostro era una máscara que se caía, su nariz, un apéndice inexistente. Era el fantasma de la Ópera, un ser enloquecido que se cubría con mascarillas, llevaba guantes en verano, se pintaba los ojos y colgaba a sus retoños, misteriosamente concebidos, en el vacío. Maravilloso músico, rey del sohw bussines indiscutible, vocalista de voz aniñada, siguió siendo negro en sus movimientos y tirando de una familia que vivía a su costa desde aquellos lejanos tiempos de los Jackson Five. Unos padres desalmados, a los que deberían haber metido en la cárcel y haber retirado la custodia de sus hijos, lo involucraron en un escándalo de tintes pedófilos que acabó con su maltrecha reputación. El personaje ahogaba al artista y ya no era modelo de nadie.
Peter Pan nunca quiso ser adulto. Y lo consiguió. Pero no siempre la infancia es un territorio feliz. Difícilmente cuando ésta no se vivió cuando tocaba y se quiere recuperar con cincuenta años sobre las espaldas. Ahora se ha ido, definitivamente, al País de Nunca Jamás. Seguro que tendremos pronto película sobre su atormentada vida. ¿Directores? David Lynch o David Cronemberg. No se merece menos.
DAVID CARRADINE
En lo que parece una extraña práctica masturbatoria, encontró la muerte David Carradine, Kung Fú, a quien dio nueva vida Quentin Tarantino en Kill Bill. Estaba en Bangkok, participando en el rodaje de una película que no pudo terminar. Si Oliver Reed pasó a mejor vida ante una enorme jarra de cerveza mientras rodaba Gladiator, David Carradine lo hizo metido en un armario, desnudo y con un hilo de nylon atado al cuello y al pene. De su filmografía, bastante olvidable, salvo el título que interpretó a las órdenes de Ingmar Bergman: EL HUEVO DE LA SERPIENTE.

Comentarios

umbral de las voces ha dicho que…
Me gustó mucho su impresión de Vicente Ferrer
umbral de las voces ha dicho que…
Parecería que Carradine fue asesinado en lugar de automutilarse a través del ritual de los dos cuellos. En todo caso es un tema para novela negra o de terror.El armario podría ser el instrumento de un mago o de un prestidigitador.

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