DIARIO DE UN ESCRITOR
Valle de Arán, 15 de junio de 2011
La indignación sube un escalón y deja de ser amable en Catalunya. La indignación, per se, no puede ser amable, era un contrasentido. Pedir amabilidad y buenas maneras mientras se producen a diario centenares de desahucios, se incrementa el número de parados y las colas ante los comedores sociales se vuelven interminables es un contrasentido. El president Artur Mas se queja de que ha tenido que aterrizar en helicóptero para estar en la sesión de los recortes sociales del Parlament de Catalunya porque los indignados cercaban el parque de la Ciudadela. Cientos, quizá miles de catalanes no disponen de vivienda ni trabajo, honorable president Mas que ha subido el sueldo en tiempos de crisis a unos cuantos cargos de confianza. Se ha cruzado una línea roja, acusa Mas, indignado con los indignados. Los políticos, separados del pueblo, la cruzaron hace mucho tiempo gobernando en contra de la mayoría social de este país. Son unos cuantos miles frente a los millones que depositaron su voto y nos eligieron, espetan los políticos secuestrados. Detrás de esos miles de acampados, de manifestantes beligerantes, hay millones de indignados por la forma de hacer política de este país, no nos equivoquemos, que se pueden contabilizar en esos millones de votos en blanco que, junto con la abstención, marcan un 40 % de desencanto. Detesto el insulto, el zarandeo, que se lancen bolsas de pintura contra los diputados, de la misma manera que condeno el que la policía proceda con métodos violentos contra manifestantes pacíficos. Es censurable lo que han hecho hoy como fue censurable, y aún se espera la autocrítica, lo que Felip Puig hizo con la excusa de limpiar la Plaça de Catalunya. Pero esa actuación descontrolada e indignada de hoy resulta suave si la comparamos con la violencia de los desahucios, condenando a la gente a vivir en la calle, en la indigencia, del cierre de empresas por su deslocalización, de los miles de empleos que se pierden, de esa generación formada y sin futuro que ni tan siquiera podrá tener vivienda, trabajo, pareja e hijos. ¿Qué esperanza les están dando? Ninguna. La protesta se ha radicalizado, se ha ido de las plazas a los parlamentos, a cada uno de los ayuntamientos, para hacerse visible, para que se oiga su grito. A sus señorías ese grito no les gusta. Tomen nota sus señorías de lo que no nos gusta de ellos. El movimiento 15M se reinventa cada día y escapa del control de la derecha y la izquierda. Quizá cuando esta ola de indignación sacuda toda Europa empezarán a tomar nota los políticos que no nos representan. En Islandia sientan en el banquillo a políticos y banqueros. Esa pequeña isla sigue siendo nuestro referente en una revolución pacífica para regenerar la política devaluada.

Comentarios
Indignados por la situación que han consentido en connivencia con los entes económicos (léase especuladores de ladrillo y mercado)estamos todos, incluso quienes aún tenemos la suerte de trabajar y formamos parte de ese 40% que no se ha acercado a las urnas o lo ha hecho de manera testimonial, y cuantos han ido a votarlos con poca o ninguna fe, pero con la absurda esperanza de que algo va a cambiar.
Generalizar nunca es justo, pero cómo no indignarse con una élite que vive por completo al margen, sin ningún tipo de conexión con el pueblo. Cómo no hacerlo ante la lectura torticera y partidista que ha hecho de los resultados de las elecciones.
Eso no justifica la violencia, en uno u otro sentido, ni la legaliza, porque la violencia no es sólo desesperación mal expresada.
¿Se olvidan estos señores de que aquí abajo, en la tierra de los simples mortales, se los contempla como el segundo problema nacional tras el paro?
Todas las situaciones tienen solución, únicamente hay que tener interés en dársela antes de que se escapen de las manos, antes de que alguien cruce esa «línea roja» que a todos nos preocupa. La autocrítica y la voluntad de reparar el daño no puede quedarse en una mera pose, en una foto ante la prensa.
Estoy en contra de la violencia, por supuesto, pero es normal que la gente acabe hartándose. Tampoco se sabe muy bien si los infilitrados de los mossos entre los indignados provocaron mayores revueltas. Aunque también es verdad que también podemos llamar violencia a las prebendas de los políticos, banqueros, empresarios y especuladores. Violencia son los 5 millones de parados y que cuando vayas a una entrevista de trabajo te ofrezcan 600 euros y tengas que hacer hasta de palanganero. "Y si no, ya sabes, tengo miles como tú e incluso mejores", te suelta el entrevistador de turno quedándose tan ancho. Por no hablar d ela ley hipotecaria y muchos otros temas que darían para horas de debate.
Lo que está claro es que los políticos llevan viendo un mes a un pueblo sumamente cabreado y no hacen absolutamente nada. Quizás al final se arrepientan de sus actos. Esperemos que el resto de Europa se una a las revindicaciones y podamos alcanzar un sistema más justo para todos, no sólo para unos pocos.
Un abrazo y feliz fin de semana.
1-O se avienen a entrar en políticas de reformas o
2-Lo que estas manifestaciones pacíficas representan se convertirá en un movimiento similar al sucedido en la banlieu de París. Tiempo al tiempo, pero de todas formas ¿cómo se puede tener tan poca inteligencia política? PP y PSOE negociaron con terroristas y no son capaces de escuchar a la ciudadanía. Eso será su ruina a largo plazo.