CINE

LA VOZ DORMIDA
Benito Zambrano



Se le ha achacado al director Benito Zambrano, autor, entre otras, de las películas Solas y Habana Blues, ambas excelentes, de maniqueísmo a la hora de abordar la novela homónima de la escritora extremeña Dulce Chacón, y de un exceso de sentimentalismo en su dramatización. Pero es difícil, casi imposible, no caer en ellos cuando lo que se cuenta es una historia de víctimas y verdugos de la que emocionalmente estamos todavía tan cerca. Es como pretender que Steven Spielberg deje bien a los nazis en La lista de Schindler.
Con un deliberado subrayado dramático desde la primera imagen, y una enorme carga de humanidad, el director andaluz recrea la durísima y cruel posguerra española que siguió a la salvaje guerra civil y dejó tirados en las cunetas de España aproximadamente a doscientos mil fusilados cuyos familiares aún los andan buscando. Y se centra en la vida de dos hermanas: Hortensia (Inma Cuesta), una presa y condenada a muerte por su militancia irreductible al Partido Comunista, de la que nunca reniega como los antiguos mártires cristianos, y la otra libre, Pepita (María León) removiendo cielos y tierra para salvarla del pelotón de fusilamiento.
Recrea con verismo Zambrano esa España triste y herida de los dos bandos con sus respectivos muertos, semillero de odios después de terminada la contienda, la de los vencedores ensañándose con los vencidos, humillándolos, haciéndoles cantar himnos fascistas, besar efigies espantosas del niño Jesús o sometiéndolos a juicios farsa en los que el abogado defensor está al lado del fiscal. Nos habla de solidaridad y dignidad humana, de buenos sentimientos, de historias de amor trágicas que se entrecruzan, de esa lucha heroica que continúa por parte de quienes no aceptaron la derrota, de la salvaje represión con torturas y asesinatos de los llamados “bandoleros” que eran los valerosos resistentes.
La voz dormida es un film emocional que llega al alma del espectador, toca fibras sensibles de su corazón, y lo consigue, en buena parte, gracias a dos actrices revelación en estado de gracia como son Inma Cuesta y María León, ambas bellísimas y llenas de luz, metidas en sus papeles, con las lágrimas en los ojos desde el primer momento, reflejos de la apenada alma andaluza que así se expresa, con sentimiento extremo, y ante las que Daniel Holguín y Marc Clotet, que les dan la réplica sentimental, se hallan a años luz.
Y perfectos esos punteados dramáticos de las nanas desgarradas que canta Inma Cuesta y erizan la piel en su última secuencia.
JOSÉ LUIS MUNOZ

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