LITERATURA
LA NIÑA QUE HACÍA LLORAR
A LA GENTE
Carlos Pérez Merinero
El Garaje Ediciones, 2011
388 páginas
La carrera literaria de Carlos Pérez Merinero (Ecija, 1950) es guadiánica. Este economista andaluz, que vive en la actualidad en Madrid, ha publicado varios libros sobre cine, escrito unos cuantos guiones (el de Amantes, entre otros, el filme más notable de Vicente Aranda), dirigido alguna película (Rincones del paraíso) y publicado once novelas (La mano armada, Llamando a las puertas del infierno, El ángel triste, El papel de la víctima, Sangre nuestra...), la mayoría de las cuales pertenecen al género negro pero con un estilo muy personal que lo diferencia de todos sus colegas y hacen de él un escritor tremendamente original.
Tras un silencio editorial de un buen puñado de años, una nueva colección de novela negra con exquisito diseño, la madrileña Garaje Negro que dirige Manuel Blanco Chivite, antiguo editor de Vosa, se atreve a publicar La niña que hacía llorar a la gente, novela negra arriesgada sobre una actriz de cine infantil con la que el protagonista y narrador tiene una fijación amorosa, y que es un complejo ejercicio de estilo.
Y te obedecí. Te obedecí, sí, como siempre iba a obedecerte. Como siempre iba a obedecerte hasta que me cansé de hacerlo y te maté.
Porque la última novela de Carlos Pérez Merinero, que cierra su trilogía Fronteras de la inocencia formada por Razones para ser feliz (1995) y Sangre nuestra (2005), huye deliberadamente del suspense (el lector sabe, desde las primeras páginas, que el autor / narrador terminará asesinando a la protagonista de la historia) para centrarse en un ejercicio narrativo original e inclasificable, una aproximación oblicua al género negro transgrediendo buena parte de sus normas, y lo hace con una prosa cortante, de digestión lenta, pero, al mismo tiempo, muy original y de gran valor literario.
La niña que hacía llorar a la gente está infestada de cine, algo que Carlos Pérez Merinero lleva en la sangre, y violencia irracional, leit motiv de todo su producción literaria, esta vez repartida entre perros y niños, dos tabúes dentro del género. Carlos Pérez Merinero es, sobre todo, un provocador, en el fondo pero también en la forma al adoptar ese oportuno punto de vista de narrador protagonista que escribe la novela para su compañera femenina por la que siente amor / odio y a la que acompaña en todas sus fechorías sangrientas como testigo pasivo de las mismas, para levantar su acta notarial.
Tengo una coartada perfecta, si es que a estas alturas hacen falta coartadas. Y es que nadie podrá contradecirme si mintiera sobre el pasado, sobre nuestro pasado. Y si hubiera alguien, ese alguien tendrías que ser tú. Tú, que estás muerta porque yo te maté.
Y lo hace Pérez Merinero con una técnica sorprendente, desde la segunda persona del singular, tiempo verbal muy arriesgado, y adornando su narración con redundancias buscadas, titubeos, retorcimientos de frases, retrocesos temporales y elipsis, hasta conseguir, con ese caos narrativo, una atmósfera de locura criminal plenamente acertada que alcanza uno de sus cenit en este párrafo en el que el asesino, escritor y cinéfilo autor de la novela reflexiona sobre el propio hecho literario.
Y las páginas en blanco- ésta es una de las pocas cosas que estoy aprendiendo de este oficio de escritor en el que no haré carrera -, y las páginas en blanco, sí, hay que asesinarlas, llenándolas de palabras.
A LA GENTE
Carlos Pérez Merinero
El Garaje Ediciones, 2011
388 páginas
La carrera literaria de Carlos Pérez Merinero (Ecija, 1950) es guadiánica. Este economista andaluz, que vive en la actualidad en Madrid, ha publicado varios libros sobre cine, escrito unos cuantos guiones (el de Amantes, entre otros, el filme más notable de Vicente Aranda), dirigido alguna película (Rincones del paraíso) y publicado once novelas (La mano armada, Llamando a las puertas del infierno, El ángel triste, El papel de la víctima, Sangre nuestra...), la mayoría de las cuales pertenecen al género negro pero con un estilo muy personal que lo diferencia de todos sus colegas y hacen de él un escritor tremendamente original.
Tras un silencio editorial de un buen puñado de años, una nueva colección de novela negra con exquisito diseño, la madrileña Garaje Negro que dirige Manuel Blanco Chivite, antiguo editor de Vosa, se atreve a publicar La niña que hacía llorar a la gente, novela negra arriesgada sobre una actriz de cine infantil con la que el protagonista y narrador tiene una fijación amorosa, y que es un complejo ejercicio de estilo.
Y te obedecí. Te obedecí, sí, como siempre iba a obedecerte. Como siempre iba a obedecerte hasta que me cansé de hacerlo y te maté.
Porque la última novela de Carlos Pérez Merinero, que cierra su trilogía Fronteras de la inocencia formada por Razones para ser feliz (1995) y Sangre nuestra (2005), huye deliberadamente del suspense (el lector sabe, desde las primeras páginas, que el autor / narrador terminará asesinando a la protagonista de la historia) para centrarse en un ejercicio narrativo original e inclasificable, una aproximación oblicua al género negro transgrediendo buena parte de sus normas, y lo hace con una prosa cortante, de digestión lenta, pero, al mismo tiempo, muy original y de gran valor literario.
La niña que hacía llorar a la gente está infestada de cine, algo que Carlos Pérez Merinero lleva en la sangre, y violencia irracional, leit motiv de todo su producción literaria, esta vez repartida entre perros y niños, dos tabúes dentro del género. Carlos Pérez Merinero es, sobre todo, un provocador, en el fondo pero también en la forma al adoptar ese oportuno punto de vista de narrador protagonista que escribe la novela para su compañera femenina por la que siente amor / odio y a la que acompaña en todas sus fechorías sangrientas como testigo pasivo de las mismas, para levantar su acta notarial.
Tengo una coartada perfecta, si es que a estas alturas hacen falta coartadas. Y es que nadie podrá contradecirme si mintiera sobre el pasado, sobre nuestro pasado. Y si hubiera alguien, ese alguien tendrías que ser tú. Tú, que estás muerta porque yo te maté.
Y lo hace Pérez Merinero con una técnica sorprendente, desde la segunda persona del singular, tiempo verbal muy arriesgado, y adornando su narración con redundancias buscadas, titubeos, retorcimientos de frases, retrocesos temporales y elipsis, hasta conseguir, con ese caos narrativo, una atmósfera de locura criminal plenamente acertada que alcanza uno de sus cenit en este párrafo en el que el asesino, escritor y cinéfilo autor de la novela reflexiona sobre el propio hecho literario.
Y las páginas en blanco- ésta es una de las pocas cosas que estoy aprendiendo de este oficio de escritor en el que no haré carrera -, y las páginas en blanco, sí, hay que asesinarlas, llenándolas de palabras.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
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