DIARIO DE UN ESCRITOR

2 de Agosto de 2010
Pasar de 42 grados a 18 bien vale haber sufrido buena parte del día de ayer en el aeropuerto de Granada y haber llegado al de Barcelona a las 12 y media de la noche en vez de a las 10 de la mañana. Fui compensado con una comida y una siesta placentera, eso sí, pero me perdí un arroz en la Barceloneta, que postergo. Y con ese amigo que vale un imperio me fui esta mañana a recorrer bosques de hayedos por La Garrotxa sumidos por el velo de la niebla que, de cuando en cuando, lloraba sobre nosotros. Luego, de regreso a Vic, la lluvia arreció, se hizo violenta, pero ya estábamos en el coche. Y al llegar a casa se desencadenó una sinfonía de rayos y truenos. Y después, como ya es habitual entre nosotros desde que tenemos 18 años y nos conocimos en el seno de un grupo anarquista, arreglamos un poco el mundo con unas copas de vino, mientras digeríamos una ensalada griega que mi anfitrión bordó con queso feta y olivas negras. Mañana nos seguiremos estresando.

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