DIARIO DE UN ESCRITOR

Valle de Arán, 8 de junio de 2011
Me voy a cortar el pelo después de desayunar café con leche, tostada con mantequilla y miel y llegar tarde a los Desayunos de TVE1: la culpa fue de un sueño en el que me demoré, una especie de vodevil estresante en el que debía ocultar, en mi piso, a dos mujeres que, de verse, se enzarzarían en brutal pelea, y mantenerlas a cada una en una habitación sin que salieran de ellas por si coincidían en el pasillo me estaba costando sudor y lágrimas. No tengo interpretación al sueño, doctora. Interrumpo la fumada de un pitillo, a la puerta del establecimiento, de la joven peluquera para preguntarle si me puede aligerar mi melena. Lanza la colilla a la calle tras una última calada, gesto poco cívico que me abstengo de criticar. Así fumo menos, me dice mientras sonríe, agradeciendo que llegue en ese momento para frustrar su fumada. Es una chica que lleva una mecha color caoba en medio de su pelo negro, mide metro sesenta y derrocha simpatía. Mi cabello hace lustros que mutó al blanco. Me trata de usted. No hay manera de que me traten de tú. Me lo corta bien y rápido al precio de 13 euros. Compro luego El País. El último que queda. El otro lector debe de haberse demorado entre las sábanas de su cama porque el día, como ayer, como anteayer, sigue gris, aunque no llueve, y cuando vaya tendrá que conformarse con La Vanguardia. Compro, luego, tres hermosas gallinas de madera, o gallos, en una tienda de turistas de la carretera, para la madre de Paula que, como no me leerá, los recibirá mañana con sorpresa. Le pregunto a la muchacha de la tienda dónde puedo comprar huevos de las gallinas, de las de verdad, del pueblo y verdura de los payeses. Los huevos, fácil: en la panadería en donde compro el pan de leña cada día. La verdura la regalan los que la cultivan, si te conocen. A mí me empiezan a conocer hoy. Comparto con la dependienta de la tienda la misma calle. En mi afán de integración voy luego, tras comprar el pan y los huevos, a una de las dos carnicerías del pueblo. Pido un bistec tierno a la carnicera, una señora flaca, con gafas, discreta, no tan entrada en años como yo. Me lo corta con mucho esmero mientras me pregunta si sé aranés. No, pero todo se andará, le respondo en catalán. Y le compro una lata de paté que ellos mismos fabrican. Hoy leo el periódico con cuatro rebanadas de paté y descorcho, por fin, el vino Ribera del Duero que me regaló una amiga y lectora de Sanabria que vive exiliada en Málaga: exquisito, extraordinario, como el paté aranés de una de las dos carniceras del pueblo. Brindo por Jorge Semprún alzando mi copa y sintiéndome desolado por su pérdida. Y rememoro un breve encuentro con el exministro de cultura. Tuve la suerte de cruzar con él unas breves palabras hace dos Semanas Negras. Elegante y atractivo hasta el final, como lo será Vanessa Redgrave en mujer, de la que siempre estuve enamorado, Federico Sánchez sorbía un vaso de whisky sin hielo en una mesa del Don Manuel de Gijón cuando me senté a su lado y le pedí que me dedicara Viviré con tu nombre, morirás con el mío que acababa de leer. Con letra pequeña y pulcra me lo dedicó y yo le hice entrega de un ejemplar firmado de El mal absoluto. No creo que lo haya leído. Ya vivió, en demasía, ese horror para leerlo y revivirlo de nuevo. O quizá sí. Quiero creer que está en algún lugar de su biblioteca parisina. Siempre admiré a Semprún, en todas sus facetas, en la de escritor, que había descubierto muchos años atrás, en la de hombre de acción, en la de político consecuente e independiente, como persona. Hoy, con el cielo gris y las nubes altas, entre el vino y el paté, la vida, me estremezco con la noticia de su muerte y leyendo uno de sus últimos gritos que cito textualmente porque me eriza la piel: “Por última vez, pues, el 11 de abril, ni resignado a morir ni angustiado por la muerte sino furioso, extraordinariamente irritado por la idea de que pronto ya no estaré aquí, en medio de la belleza del mundo o, por el contrario, en su grisácea insipidez-que en este caso concreto son la misma cosa-, por última vez, diré lo que tenga que decir”. Lo pronunció este intelectual extraordinario y maravilloso escritor, más reflexivo que narrativo, más memorialista que novelista, en 2010 en Buchenwald, el campo en donde el resistente comunista y republicano sufrió el horror nazi, presintiendo que ésa sería la última vez que estaría allí para recordarlo a la humanidad, para que no se olvide nunca de esa atrocidad que cometió. Bebo despacio el vino mientras rememoro ese pequeño encuentro, en la Semana Negra, con un Semprún hermoso y octogenario, de mirada limpia y melena blanca, que me devolvía su libro dedicado y aceptaba con amabilidad el mío. Y hablemos de la vida. La carne es buena. El silencio, denso. El vino entra, esta vez, con la comida, en lugar del agua. El huevo que frío tiene una maravillosa yema abultada. El pan de leña churrusca y deja un reguero de migas en el suelo y en el mantel. Subo luego a mi buhardilla a ver mi caótica mesa de estudio llena de papeles, grapadoras, taladradoras, barras de pegamento, tijeras, un verdadero caos que casi sepulta mi ordenador, y me siento para escribir. Las nubes van bajando y ocultan las cimas de las montañas. Diminutos gotas puntean el cristal de la ventana del velux. El silencio sigue siendo denso. Lo rompo tecleando. Pienso en Semprún. Sí, la muerte provoca furia, la de un boxeador tocado que sabe que, por mucho que luche, no podrá derrotar a su rival. ¿Qué sentido tiene subir al ring? La felicidad transitoria de ese buche de buen vino pasando por el paladar. Ese canto desmayado de un pájaro que oigo. El paisaje que lentamente devoran las nubes. Mi encuentro, mañana, con la madre de Paula, el destilador cultural y el director de El Bosque. Por ejemplo.

Comentarios

MIGUEL ANGEL SOSA ha dicho que…
Excelente; uno se empapa de la atmósfera circundante; casi se puede degustar el aroma del pan. Y magnífica la semblanza de Semprún.
Un saludo.
M. Deveriá ha dicho que…
Especialmente emocionante tu relato de hoy, tal vez por esa hermosa semblanza que haces de Semprún, al que tanto admiro.Esta mañana leí en El País su discurso en Buchenwald en 2010. Qué gran hombre.
Esa botella estaba claramente destinada a tomártela rodeado de bellas montañas.No sé por qué, pero el vino tinto se saborea mejor en ese ambiente.
!Feliz encuentro con la madre de Paula!
M. Deveriá ha dicho que…
Ese sueño puede ser el inicio de un relato oscuro, de esos que tan bien escribes.
Pilar ha dicho que…
A ver si me deja publicar aquí el Sr. google, es con un perfil de un curso que hice hace años
Pilar ha dicho que…
Vaya, veo que sí, pues entonces me pongo a ello.
Yo, a veces, tengo unos sueños tan raros y extraños...Hay personas que me dicen que no sueñan, eso sí me parece extraño, será que no tienen subconsciente (pobres).
Lanzar una colilla...me pone de los nervios, en fin...
A mí, ya, me tratan de "tú" y me jode, ciertamente.
Siempre me han gustado las sorpresas, qué suerte tiene la madre de Paula.
comida, climatología, pensamientos, recuerdos de alguien que se ha ido...
José Luis Muñoz ha dicho que…
Somos tan pocos, Pilar, que no vale la pena enemistarse por una colilla. Sí, los gallos de madera fueron una agradable sorpresa para la madre de Paula. la muerte de Jorge Semprún me ha tocado una fibra íntima. Era un personaje admirable, honesto, coherente, luchador, sensible.
José Luis Muñoz ha dicho que…
Muchas gracias, Miguel Ángel. Hace 16 horas que he dejado el Valle y ya lo echo en falta,
José Luis Muñoz ha dicho que…
Pues si, Deveria. Era un tipo extraordinario, con una cabeza bien amueblada y el atractivo de la inteligencia que se transparentaba en su físico. Tenía, en su vejez, un aire de adolescente lleno de vida, quízá por esa melena blanca que siempre lució y le acompañó hasta el último momento. Como escritor sus novelas siempre me impresionaron. Escribí una reseña sobre VIVIRÉ CON TU NOMBRE, MORIRAS CON EL MÍO.
nano ha dicho que…
No he leido a Semprun, pero tras tu entrada no creo que tarde mucho en leelo. Me gusto tu novela, Marea de sangre, cuando pueda, tengo muchos libros en espera, leere El mal absoluto. Un saludo
Anónimo ha dicho que…
Para todos los que gozáis manteniéndoos en la más estúpida ignorancia y vivaqueáis a la orden del jefe de centuria, del standartenfürer o del camarada comisario político de todos los soviets, atreveos y visitad este site y después hablamos.

http://unatemporadaenelinfierno.net/

Buscad en la columna de la izquierda lo escrito sobre vuestro idolo de barro Semprún, Jorge.

Spitfire.

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