LITERATURA
Sábado 3 de marzo a las 19 horas
El próximo sábado día 3 de marzo, a las 19 horas, presento en la Librería Estudio en Escarlata de la calle Guzmán el Bueno 46 de Madrid el libro Cuentos de una maestra rural (Lapizcero Ediciones, 2012) de Rosario Muñoz Martín. Será una presentación entrañable y especial. Por que Cuentos de una maestra rural es el primer libro que publica esta escritora novel de...91 años. Y, además, se trata de muy mi querida tía paterna. Así es que acudan todos a arroparla, porque se lo merece.
José Luis Muñoz presenta el libro
CUENTOS DE UNA MAESTRA RURAL
(Lapizcero Ediciones, 2012)
de Rosario Muñoz Martín
Librería Estudio en Escarlata
c/ Guzmán el Bueno, 46
MADRID
***********************************************************El próximo sábado día 3 de marzo, a las 19 horas, presento en la Librería Estudio en Escarlata de la calle Guzmán el Bueno 46 de Madrid el libro Cuentos de una maestra rural (Lapizcero Ediciones, 2012) de Rosario Muñoz Martín. Será una presentación entrañable y especial. Por que Cuentos de una maestra rural es el primer libro que publica esta escritora novel de...91 años. Y, además, se trata de muy mi querida tía paterna. Así es que acudan todos a arroparla, porque se lo merece.
LA ESCRITURA Y LA VIDA
Este prólogo va a ser, sin duda, el más personal que escriba por mi relación familiar con la autora de este ramillete fresco de relatos en los que campa un humor entrañable e irónico y un acertado retrato de la cotidianidad. Del buen quehacer literario de la autora he sido testigo durante muchos años y usted, lector, va a disfrutar de él en cuanto abra el libro y empiece a leer los exquisitos relatos que conforman Cuentos de una maestra rural.
¿Por qué es especial este prólogo? Porque Rosario Muñoz es mi tía por parte de padre y, como a su hermano y a su sobrino, que esto escribe, alguien le inoculó ese virus que es la literatura que nos dio el don y la capacidad para contar historias.
Cuando me preguntan qué es para mí la literatura, mi respuesta, casi un automatismo, no se hace esperar: la vida. Al menos mi vida. Porque sin la literatura, seguramente, mi existencia sería muy distinta, mucho más oscura, anodina, con menos alicientes, irremediablemente peor.
Rosario Muñoz es una persona longeva, pero llena de vitalidad, un ejemplo envidiable para los que aspiramos a tener su edad, su atildado aspecto físico y su prodigioso estado mental. Sólo los muy jóvenes, o los muy mayores, pueden presumir de los años que tienen. Pese a su edad, Rosario Muñoz escapa al prototipo de anciano sencillamente porque no lo es, y no sé en qué edad está, pero sospecho que no ha llegado a la tercera y debe de estar en algún recoveco de la segunda.
El término anciano se asocia a una persona al final de su vida y desapegado del mundo que le rodea, sin más interés que el plato de sopa encima de la mesa o los rayos del sol que entran por la ventana y llenan su casa de luz o el banco del parque; eso no casa con la autora de esta colección de relatos deliciosos. Rosario tiene 91 años, y una escritora que publica a esa edad es ya todo un acontecimiento en esta sociedad en la que ser joven vale más que tener talento. Si les digo que, además, Rosario está al día de todas las nuevas tecnologías, es una lectora voraz, se interesa por todo lo que pasa a su alrededor y escribe a diario, porque disfruta con ello, estaré haciendo un retrato aproximado de esta mujer extraordinaria y entrañable que tengo la fortuna de tener por tía.
Las muchas vivencias de Rosario, que se reflejan en sus cuentos de una factura impecable, nacen de esa larga posguerra que una buena parte de España sufrió en sus carnes; años de penurias, trabajo duro y ausencia de las más elementales comodidades que ella supo afrontar con valentía, amor a los suyos y un impagable sentido del humor que mantiene intacto hasta la fecha y es una de sus claves vitales. Maestra rural casada con un médico y madre de cinco hijos, los años que Rosario pasó en pequeños pueblos de la Castilla profunda en la que el agua había que ir a buscarla a la fuente, la luz era un artículo de lujo y los fríos inviernos se pasaban junto al fuego de la chimenea, forjaron su carácter fuerte y combativo y le crearon, además, un poso memorístico que ella va recuperando en los relatos que nos ofrece. Rosario hace literatura de lo cotidiano, de las charlas en los patios de vecinos, de los encuentros de jubilados en los parques o en las consultas de los ambulatorios, con un lenguaje ajustado a lo que relata, diálogos chispeantes, que domina con la soltura del que tiene buen oído, mirada tierna hacia los seres humanos que retrata y una ironía extraordinaria que encontramos entrelíneas.
Ninguno de los cuentos que integran este volumen tiene desperdicio y todos son brillantes. Paseos por el parque relata con sentido del humor los encuentros que tienen lugar en esos oasis entre edificios que hay en las ciudades, reservas para “personas con fecha de caducidad próximas”, como dice su autora. En Mi vecina Eufemia, Eu desde que entramos en Europa y en el euro, retrata a una entrañable mujer a través de conversaciones de rellano. La matriarca, la pieza más larga, casi una novela corta, es un desternillante retrato de familia de aire berlanguiano; Los ruidos es una narración inquietante sobre una paranoia que tiene su origen en la infidelidad matrimonial. En La ribera oscura sigue los pasos de una mujer que padece alzheimer y quiere quitarse la vida ante la indiferencia de los suyos. En la espera de un consultorio médico tiene lugar El poeta rural, en el que un vate creído de sí mismo ameniza a su paciente vecina con sus versos insípidos. Cuentos de aldea: El Duero, es una dura diatriba contra las maledicencias de los pequeños pueblos, sus difamaciones y linchamientos morales. El monte sereno es un relato cruzado por el misterio y la superchería que gira alrededor de una santera maldita. Y Cuentos de aldea: Padre, es una dura historia que retrata la miseria moral de unos pueblerinos que se ceban en el dolor ajeno y ocultan terribles realidades.
Sirva esta colección de relatos entretenidos y maravillosamente bien escritos, con un estilo directo y sencillo que va al corazón del lector, y seguramente le harán sonreír en muchos de sus pasajes, como carta de presentación de esta autora fuera de norma que llega a la literatura cuando otros muchos se han ido de la vida. Y esperamos los que la apreciamos que siga su fructífera andadura literaria y que a este libro siga otro, y a ése, otro más, porque la literatura es la vida.
Gracias, Rosario, y bienvenida a este club que llevaba muchos años esperándote.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Este prólogo va a ser, sin duda, el más personal que escriba por mi relación familiar con la autora de este ramillete fresco de relatos en los que campa un humor entrañable e irónico y un acertado retrato de la cotidianidad. Del buen quehacer literario de la autora he sido testigo durante muchos años y usted, lector, va a disfrutar de él en cuanto abra el libro y empiece a leer los exquisitos relatos que conforman Cuentos de una maestra rural.
¿Por qué es especial este prólogo? Porque Rosario Muñoz es mi tía por parte de padre y, como a su hermano y a su sobrino, que esto escribe, alguien le inoculó ese virus que es la literatura que nos dio el don y la capacidad para contar historias.
Cuando me preguntan qué es para mí la literatura, mi respuesta, casi un automatismo, no se hace esperar: la vida. Al menos mi vida. Porque sin la literatura, seguramente, mi existencia sería muy distinta, mucho más oscura, anodina, con menos alicientes, irremediablemente peor.
Rosario Muñoz es una persona longeva, pero llena de vitalidad, un ejemplo envidiable para los que aspiramos a tener su edad, su atildado aspecto físico y su prodigioso estado mental. Sólo los muy jóvenes, o los muy mayores, pueden presumir de los años que tienen. Pese a su edad, Rosario Muñoz escapa al prototipo de anciano sencillamente porque no lo es, y no sé en qué edad está, pero sospecho que no ha llegado a la tercera y debe de estar en algún recoveco de la segunda.
El término anciano se asocia a una persona al final de su vida y desapegado del mundo que le rodea, sin más interés que el plato de sopa encima de la mesa o los rayos del sol que entran por la ventana y llenan su casa de luz o el banco del parque; eso no casa con la autora de esta colección de relatos deliciosos. Rosario tiene 91 años, y una escritora que publica a esa edad es ya todo un acontecimiento en esta sociedad en la que ser joven vale más que tener talento. Si les digo que, además, Rosario está al día de todas las nuevas tecnologías, es una lectora voraz, se interesa por todo lo que pasa a su alrededor y escribe a diario, porque disfruta con ello, estaré haciendo un retrato aproximado de esta mujer extraordinaria y entrañable que tengo la fortuna de tener por tía.
Las muchas vivencias de Rosario, que se reflejan en sus cuentos de una factura impecable, nacen de esa larga posguerra que una buena parte de España sufrió en sus carnes; años de penurias, trabajo duro y ausencia de las más elementales comodidades que ella supo afrontar con valentía, amor a los suyos y un impagable sentido del humor que mantiene intacto hasta la fecha y es una de sus claves vitales. Maestra rural casada con un médico y madre de cinco hijos, los años que Rosario pasó en pequeños pueblos de la Castilla profunda en la que el agua había que ir a buscarla a la fuente, la luz era un artículo de lujo y los fríos inviernos se pasaban junto al fuego de la chimenea, forjaron su carácter fuerte y combativo y le crearon, además, un poso memorístico que ella va recuperando en los relatos que nos ofrece. Rosario hace literatura de lo cotidiano, de las charlas en los patios de vecinos, de los encuentros de jubilados en los parques o en las consultas de los ambulatorios, con un lenguaje ajustado a lo que relata, diálogos chispeantes, que domina con la soltura del que tiene buen oído, mirada tierna hacia los seres humanos que retrata y una ironía extraordinaria que encontramos entrelíneas.
Ninguno de los cuentos que integran este volumen tiene desperdicio y todos son brillantes. Paseos por el parque relata con sentido del humor los encuentros que tienen lugar en esos oasis entre edificios que hay en las ciudades, reservas para “personas con fecha de caducidad próximas”, como dice su autora. En Mi vecina Eufemia, Eu desde que entramos en Europa y en el euro, retrata a una entrañable mujer a través de conversaciones de rellano. La matriarca, la pieza más larga, casi una novela corta, es un desternillante retrato de familia de aire berlanguiano; Los ruidos es una narración inquietante sobre una paranoia que tiene su origen en la infidelidad matrimonial. En La ribera oscura sigue los pasos de una mujer que padece alzheimer y quiere quitarse la vida ante la indiferencia de los suyos. En la espera de un consultorio médico tiene lugar El poeta rural, en el que un vate creído de sí mismo ameniza a su paciente vecina con sus versos insípidos. Cuentos de aldea: El Duero, es una dura diatriba contra las maledicencias de los pequeños pueblos, sus difamaciones y linchamientos morales. El monte sereno es un relato cruzado por el misterio y la superchería que gira alrededor de una santera maldita. Y Cuentos de aldea: Padre, es una dura historia que retrata la miseria moral de unos pueblerinos que se ceban en el dolor ajeno y ocultan terribles realidades.
Sirva esta colección de relatos entretenidos y maravillosamente bien escritos, con un estilo directo y sencillo que va al corazón del lector, y seguramente le harán sonreír en muchos de sus pasajes, como carta de presentación de esta autora fuera de norma que llega a la literatura cuando otros muchos se han ido de la vida. Y esperamos los que la apreciamos que siga su fructífera andadura literaria y que a este libro siga otro, y a ése, otro más, porque la literatura es la vida.
Gracias, Rosario, y bienvenida a este club que llevaba muchos años esperándote.
JOSÉ LUIS MUÑOZ
Comentarios
Un abrazo a tu tía.
Un saludo.
para alcanzar un sueño.
Serà dichoso el momento, suerte y que pasen una velada inolvidable.
Un abrazo!!