CINE / LA ESPERA, DE PIERO MESSINA
LA ESPERA
Piero Messina
Una excusa argumental muy simple, y, al mismo
tiempo, muy delicada en lo emocional, preside La espera que se publicita como hija de los productores de dos de
los grandes éxitos cinematográficos de los últimos tiempos del cinema italiano,
en calidad y en cifras, La gran belleza
y La juventud, y rodada por Piero Messina —Tierra (2012); La primera ley de Newton (2012) —, el ayudante de Paolo
Sorrentino en la primera, pero poco que ver con esas dos películas salvo lo
estrictamente formal (la fotografía radiante de Francesco di Giacomo, su empaque visual sencillamente apabullante
de principio a fin que contradice el tono pretendidamente intimista de La espera).
Una mujer francesa solitaria que vive en Sicilia,
Anna (Juliette Binoche) entierra a
un ser querido (magistral esa gota de sudor que se desliza pierna abajo y entra
en el zapato de la dolorida madre en la secuencia inicial de la iglesia), su
propio hijo Giuseppe, y al día siguiente
recibe la visita de la novia francesa, Jeanne (Lou de Laâge), que nada sabe de la muerte de su enamorado. Anna
ocultará hasta el límite tan dolorosa pérdida a la novia de su hijo, y, de paso, aplazará su inevitable duelo
imaginando que todavía vive.
Cómo ocupar cien minutos con esa idea (tarde o
temprano la muchacha, que pregunta por su novio, tiene que saber la verdad) es
mérito del realizador que enfrenta a dos mujeres de dos generaciones —la madura Juliette Binoche
y la angelical y fotogénica Lou de Laâge
(La nueva Blancanieves, Respira, Anna Karenina, Las inocentes)— en los escenarios sofisticados de ese palacio siciliano y en los
espectaculares paisajes volcánicos de los alrededores. Con la minuciosidad de
un taxidermista Piero Messina inspecciona
con primerísimos planos los rostros de sus dos actrices para indagar en el
dolor más insoportable de un ser humano, la pérdida del hijo, y en el amor puro
de la adolescencia (la mirada luminosa, la sonrisa cautivadora, la forma grácil
de moverse de Lou de Laâge que actúa
con el cuerpo y no sólo con el rostro).
Piero Messina radiografía a
sus dos protagonistas femeninos con maestría, los aproxima a través del personaje
ausente y querido por ambas, Giuseppe; hace que nazca entre ambas una
extraordinaria empatía (aman al mismo hombre y eso acerca a esas mujeres que no
se conocen y que Anna, la madre desconsolada, ame a Jeanne que es algo que
tiene de su hijo), pero la película se resiente del alargamiento de la anécdota
que daría para un mediometraje pero no para una película de más de hora y
media, lo que obliga a Piero Messina a
introducir, a contrapelo, ese coqueteo de Jeanne con los dos chicos efébicos,
Giorgio (Domenico Dieli) y Paolo (Antonio Folleto), que conoce mientras
nada en el lago y con los que se marca un insinuante baile (infidelidad) en la
casa de la madre de su novio que escandaliza a esta.
En una de las escenas más emotivas del film, Anna
aspira el aire contenido en un flotador que hinchó su fallecido hijo Giuseppe,
para tener dentro su aliento. Lástima que no sea original y sea un calco de la
más emotiva escena de la película francesa El
primer día del resto de tu vida de Rémi
Bezançon (Isabelle Breitman
aspira el aire del cojín que el marido taxista Jacques Gamblin se colocaba en el asiento de su taxi).
Con el film Piero Messina obtuvo tres premios en el
Festival de Venecia y Juliette Binoche
el de mejor actriz en el Festival de Bari, algo discutible porque la actriz
francesa hace, como viene siendo habitual en ella, de sí misma. Piero Messina se deja seducir por la
belleza de las cosas (actores y escenarios extraordinariamente fotografiados;
planos impactantes de la iglesia y sus devotas; los pasos de Semana Santa que
cierran el film e introducen el sentimiento religioso místico en la película),
por el formalismo extremo, que el espectador siempre agradece, pero la historia
se le queda corta pese a sus forzados alargamientos de los que forman parte
esos planos detallados de la decoración del palacio siciliano por cuyas
estancias la cámara se desliza con premeditada lentitud, buscando la belleza de
la toma. Le espera al espectador una bella vacuidad.
http://www.conoceralautor.es/libros/ver/el-sabor-de-su-piel-de-jose-luis-munoz
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