CINE / LOS 7 MAGNÍFICOS, DE ANTOINE FUQUA
LOS SIETE MAGNÍFICOS
Antoine
Fuqua
Hollywood, tras
décadas de tenerlo en barbecho, y quizá movido por la envidia de las revisiones
que están haciendo del género diversas cinematografías europeas, parece dispuesto
a recuperar el western; lo que ya no resulta tan claro es la justificación de
los remakes de películas míticas (y ahí tenemos el fiasco de Ben Hur).
Vaya por delante que Los siete magníficos, el western de John Sturges, adaptación de Los siete samuráis de Akira Kurosawa, nunca me pareció gran
cosa, así es que la película del afroamericano Antoine Fuqua (Pittsburg, 1966), que nos ha regalado algunas buenas
películas de género negro (Training Day y Los amos de Brooklyn) parte con ventaja. Reúne el director, de
nuevo, a Denzel Washington, en una
de sus peores interpretaciones (el papel de cazarrecompensas Sam Chisolm en el
salvaje Oeste no se lo cree nadie), y a Ethan
Hawke, que está a su altura.
Desprovista de
suspense (quien más quien menos ya sabe el final) este western no tiene el aura
de los clásicos que realizó Kevin
Costner, un verdadero enamorado del género en Bailando con lobos y Open
Range, y se lanza al espectáculo de acción. Antoine Fuqua pergeña personajes de cartón piedra (el villano, que,
de tan malo, raya el ridículo) y quema sus cartuchos, literalmente, en la larga
secuencia final del asalto y defensa épica del pueblo por parte de esos siete
guerreros variopintos que aúnan fuerza y puntería en una buena causa común.
No hay un solo momento
de emoción en todo su metraje y uno, mientras la veía, echaba en falta, no sólo
los westerns magistrales de John Ford
o Howard Hawks, sino también los de Sam Peckinpah, Richard Brooks o Robert Mulligan. A rezar para que no les dé a los yanquis por
hacer remakes de Sólo ante el peligro,
Centauros del desierto o El hombre que mató a Liberty Valance.
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