CINE

PAN NEGRO
Agustí Villaronga
Soy un defensor acérrimo de nuestro cine, el que con esfuerzo, talento, luchando contra el gran dragón norteamericano que todo lo permea, hasta los gustos cinematográficos, se hace en nuestro país, y creo que es mejor que el italiano y el alemán, que fueron dos cinematografías extraordinarias pero que ahora están en secano, y estamos dos escalones por debajo del que se hace en Francia que tiene un estándar de calidad hasta en sus películas más anodinas. Y el mallorquín Agustí Villaronga, que es uno de nuestros realizadores más personales, con un universo y estilo muy propios e intransferibles, aquello que llamamos señas de identidad que caracteriza la autoría frente a la artesanía, es uno de nuestros valores como lo ha demostrado con películas como Tras el cristal, Aro Tobulkin, en la mente del asesino y El mar, cuyas imágenes están invadidas por lo turbio y malsano. El triunfo de Pan negro, su última película, en la gala de los Goya se ha interpretado como una consagración de este cineasta minoritario, como la vía para acceder al gran público. Mi opinión, sin embargo, es diametralmente opuesta. Pan negro es su película más convencional, más lineal, más medida, cierto, pero nace y muere sin alma. No hay en toda esa dramática historia, que transcurre en uno de los más tristes períodos de nuestro reciente pasado y tiene como protagonistas a los perdedores de nuestra guerra, el más mínimo atisbo de emoción y vida. Es un trabajo monocorde, sin altibajos, porque todas son notas bajas, y tiene el aliento que pueda tener una serie televisiva mala, porque hay muy poco cine en su metraje y parece realizado por encargo y con muy pocas ganas. No convence en absoluto su guión, que recibió también su correspondiente Goya, porque no es claro y quedan demasiados puntos oscuros en la trama argumental. Y las interpretaciones, teniendo en cuenta que estamos ante una película coral, no arrojan luz sobre los personajes, son tan planas y tan sin brío como el tono de la película; ni Laia Marull, ni Sergi López, los más conocidos, están convincentes, transmiten algo, sí Francesc Colomer, el niño sobre el que gira la película, premiado justamente con el Goya al actor revelación.Paradojas de nuestra academia del cine, un órgano democrático en el que todos sus profesionales pueden emitir su voto, que decide premiar la peor película del interesante realizador mallorquín que no se lo debía de estar creyendo cuando recogió su Goya. Y desde aquí pedirle a Villaronga que vuelva a su cine de antaño, críptico, sí, pero turbador y con aliento creativo que tan en falta se echa en su última obra.
JOSÉ LUIS MUÑOZ

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