MIS LIBROS

Publicado en La Maja Negra
Novela
Marea de Sangre de José Luis Muñoz
Por José Vaccaro Ruiz
Erein, 2010.
José Luis Muñoz conoce a la perfección el espacio físico donde se desarrolla la novela, la Costa Brava en invierno. Una época y un lugar en que calles y edificios son esqueletos carentes de carne y vísceras, un receptáculo vacío lleno de silencios y ausencias. Encrucijada espacio-temporal abierta a cualquier suceso, y por supuesto al crimen. Es un escenario físico y social fantasmagórigo y hostil: frío, Tramotana, soledad, falta de un tejido humano amable y mínimamente denso alrededor de uno; solo asfalto, viento y humedad. Si el escenario en ocasiones condiciona la trama, en Marea de Sangre Playa de Aro la reviste de una credibilidad absoluta, potenciando dicha trama hasta el extremo de hacerla, no solo posible, sino necesaria, dotándola de una dimensión fatalista cercana a la tragedia griega.Sus personajes se mueven en ese entorno entre sombras, de forma tangencial, huidiza a través de contactos puramente puntuales y funcionales en el contexto del zoco árabe que el hormigón que les rodea esconde. Las pulsiones que les empujan a actuar, el sexo, el dinero, la corrupción, no crea amigos ni enemigos: solo intereses y ocasionales socios.El personaje principal, Ortiz, cabe contraponerlo a Plinio -el jefe de la Policía Local de Tomelloso de García Pavón-. Éste inserto en la España profunda, rural y cerrada, con una distinción clara entre buenos y malos, unos y otros de primera generación. Ortiz abierto a formas de delincuencia más alambicadas y poderosas –de segunda o tercera generación-, al tiempo que menos tipificadas en el Código Penal. Plinio dentro de una organización social más propia del siglo XIX, Ortiz con un pie asentado en el siglo XXI. La mujer alcohólica, ausencia de lo que ahora se llama una familia estructurada, unos referentes morales inexistentes o en crisis, un concepto del sexo estrictamente carnal, una ética social hedonista. La presencia del Cuatro Latas en la novela es un referente y un símbolo del cambio que ya se atisba en el horizonte. Parece increíble como a veces la mención de un objeto puede aportar más presencia que decenas de descripciones o circunloquios. Ese Cuatro Latas, a finales de los años ochenta del pasado siglo, nos sitúa en un momento histórico con la precisión y la riqueza de matices y sugerencias que sería muy difícil obtener literariamente y con mayor economía de recursos. Hace José Luis Muñoz una cita en su novela al Maigret de Simenon y creo que Ortiz tiene con el comisario importantes elementos comunes. Aunque Ortiz es, aparte de más contradictorio, más autista y más volcánico en sus manifestaciones. Y por supuesto menos reflexivo y más pasional. Cosa lógica si pensamos en su implicación personal de lo que sucede a su alrededor (Pau, su amigo, Soledad su compañera, su mujer Lola). En todo caso la similitud habría que ponerla en cómo se mueven uno y otro, en unos sistemas de investigación muy personales y directos.En los años ochenta en donde Muñoz sitúa la acción de Marea de Sangre no existen móviles, ni internet, y la delincuencia –si se me permite la expresión– es más artesanal, más personalizada. Precisamente por carecer de ese aspecto cibernético y lo que comporta de lejanía, puede verse y presentarse con mayor crudeza y carnalidad la maldad, tal como lo hace Muñoz. El salto cualitativo en la manipulación, el dominio del hombre por el hombre en ese nuevo escenario de Ortiz –distinto al de Plinio, por seguir con la referencia- consiste en que el delito se hace colectivo: precisa de mafias, colaboraciones (políticas, funcionariales, judiciales), complicidades, corrompe al tejido social porque necesita ese tejido social para desarrollarse y actuar. Es más ponzoñoso y destructivo.Es interesante la presentación del ámbito municipal en donde se desarrolla la acción (el Ayuntamiento, el jefe de la policía local, Abel González el teniente de la Guardia Civil, el concejal de AP) como un espacio cerrado sobre sí mismo y aislado, endogámico. Lo tenebroso del último capítulo conlleva un mensaje de novela negra en estado puro: La inmensidad del mal y la incapacidad del bien (o la justicia, o la bondad, o la Divina Providencia) para vencerlo.

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