ENTREVISTA

Premio Ciudad de Carmona
de Novela Negra
ENTREVISTADOR: David Moreno García-Arisco para Ámbito Cultural El Corte Inglés
Las fotos son de Susana Villafañe, Silvia Pérez Trejo, Celia Santos y Mary Jo Palmer.
21 de febrero

José Luis Muñoz
(Salamanca, 1951). Escritor y novelista. Ha obtenido los premios Tigre Juan, el Azorín, Café Gijón y Camilo José Cela, entre otros. En 2010 ganó el Premio Ciudad de Carmona de Novela Negra con "La frontera sur". Ese mismo año recopiló sus relatos en "La mujer ígnea y otros relatos oscuros". Su última novela publicada ha sido "Marea de Sangre".
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"No aburro en ninguno de mis libros. Cuando se empiezan se acaban. Y no lo hago por los lectores sino por mí mismo".
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"El relato exige más depuración que la novela, no admite errores ni bajadas de tensión. El relato es una novela bonsái. (...) La dificultad de la novela es la constancia, la disciplina, para armar una historia larga, controlarla en todos sus términos, hacer que no decaiga".
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"Escribo para no morirme, es como respirar". José Luis Muñoz, (Salamanca 1951) es escritor, novelista, articulista, apasionado del cine y viajero. Su producción de 2010 ha sido sobresaliente, dos novelas y un libro de relatos. Dice que escribe porque nunca ha ido al psiquiatra y que cuenta sus problemas a través de sus novelas. Reconoce que sus personajes tienen algo de él mismo, en una literatura que califica como psicológica dentro del género negro. Es fiel seguidor de los nueve primeros mandamientos del decálogo de Billy Wilder: no aburrirás.
Ámbito Cultural: Ha publicado tres libros en 2010, ¿es éste su ritmo de producción habitual?
José Luis Muñoz: Desde el punto de vista literario 2010 ha sido, para mí, un año excepcional, en el sentido literal del término. No, no es normal publicar tres libros. Uno fue inesperado, La Frontera Sur, porque ganó el premio Ciudad de Carmona de Novela Negra. La mujer ígnea y otros relatos oscuros, no, lo estuve moviendo para que se publicara, porque me apetecía mucho reunir en un libro esa selección de relatos premiados o aparecidos en antologías diversas. En cuanto a Marea de sangre, lo mismo. Tuve la suerte de que una editorial vasca, Erein, que ha iniciado su colección Cosecha Roja de novela policial, se fijara en ella.
A.C.: En la presentación en el Hotel Kafka, Fernando Martínez Laínez lo calificó como uno de los pioneros del relato negro en España en los años 70, ¿cómo recuerda este tiempo?
J.L.M.: Pues con mucha ilusión y nostalgia. En la primera Semana Negra, que es cuando conocí precisamente a Fernando Martínez Laínez, y de eso han pasado veintidós años, o más, se me calificaba como joven promesa. Tuve la suerte de entrar con buen pie en la literatura negra, con dos novelas que se publicaron al mismo tiempo en la colección Etiqueta Negra de Júcar, que dirigía Paco Ignacio Taibo II, y que las dos fueran presentadas en la Primera Semana Negra de Gijón, y además avaladas con los premios Tigre Juan y Azorín, El cadáver bajo el jardín y Barcelona negra, respectivamente. Luego ha llovido mucho. Ha habido años buenos y otros no tan buenos, travesías del desierto incluidas. Para mí lo importante ha sido mantenerme durante todo este período, ir publicando de forma constante, y que mis libros, sobre todos los últimos, hayan sido muy bien aceptados por la crítica.
A.C.: ¿Cómo definiría su literatura dentro del estilo negro?
J.L.M.: Es difícil definirse a uno mismo. Bien, podría decir que estoy más cerca de Jim Thompson, de James Cain, de Patricia Highsmith, que de otros autores como Dashiell Hammet, por ejemplo. Mis libros son muy psicológicos, y me interesa, sobre todo, la psicología del criminal, pero no del criminal nato sino de la persona normal que, en determinadas circunstancias, se vuelve. Eso creo que puede ser lo inquietante que hay en mis novelas. Que el lector teme convertirse en uno de mis personajes porque los ve muy cercanos a él. Los últimos protagonistas de mis novelas han sido ludópatas, verdugos nazis, etarras, policías desencantados…Yo hago literatura de perdedores. A.C.: ¿Cuál es el nexo común de los relatos de La mujer Ígnea?
J.L.M.: Hay tres nexos que engarzan todos los relatos. Casi todos tienen que ver con el género negro, o el fantástico, o el erótico, que he cultivado en estos veinticinco años de carrera literaria. No es un cajón de sastre. Tienen una unidad temática. Son un menú degustación de todo lo que he hecho. Es un libro que me place. Hay androides en Manjar de ratas, está Marilyn en Mis quince minutos con Norma, la guerra civil en Canción de muerte en Moralzarzal, la guerra contra el terrorismo en El terror, que es uno de mis favoritos, un relato canónico de atracadores en El atraco al banco, algún relato de humor como El inspector, otro porno duro como Los hermanos Nebraska, un canto a la literatura que es La extraña herencia y uno muy influido por Cortázar que da título al conjunto. Al estar premiados o seleccionados para antologías me lavé las manos ya que otros eran los que se habían fijado en ellos. Como curiosidad diré que hay un par de ellos que los escribí a los 18 años y los he recuperado ahora.A.C.: ¿Qué opina de la postergación que, en nuestro país, sufre el Relato frente a la Novela? ¿Se diferencia mucho la manera de escribir relato y novela?
J.L.M.: Es muy injusto. Hay países con una enorme tradición de relato corto, como Estados Unidos, en donde los escritores disponen de páginas en diarios y revistas para darles salida. Pero creo que se está potenciando el relato en nuestro país: 88 libros de relatos publicados en 2010 no está mal. El relato exige más depuración que la novela, no admite errores ni bajadas de tensión. El relato es una novela bonsái. En pocas páginas tiene que haber inicio, nudo y desenlace. La dificultad de la novela es la constancia, la disciplina, para armar una historia larga, controlarla en todos sus términos, hacer que no decaiga. Tienes que tener a todos los personajes en la cabeza, saber cómo andan, hablan, aman o comen, adornarla con multitud de detalles que parecen superfluos pero no lo son. Resulta agotador escribir una novela, pero gratificante si el resultado es bueno. Un relato, siempre, sale de una tirada. El proceso de una novela puede llevar meses o años.
A.C.: La Frontera Sur trata la actualidad del eterno conflicto entre vecinos ricos y pobres: ¿Dónde está la delgada línea que separa los dos mundos?
J.L.M.: Sí, creo que se explicita en mi novela el conflicto norte sur que también se vive en Europa con respecto a África. Claro que los pobres que pasan esa frontera, con mucho sufrimiento, siguen siendo, en su mayoría, pobres en un país de ricos. Ricos entre comillas. Ricos unos pocos, claro, pero que ejercen de espejismo. La frontera que separa Estados Unidos de México, además de artificial, porque California es una, es dolorosa. Los mexicanos tienen que entrar clandestinamente en un territorio que les fue arrebatado. Por otro parte los mexicanos y, por extensión, los hispanos, se están convirtiendo en una mayoría en Estados Unidos. Hoy no hace falta saber inglés para viajar por la primera potencia. La Frontera Sur es una novela fronteriza, tiene que ver bastante con el western. Mike Demon, su protagonista, la cruza como lo hacían los vaqueros norteamericanos que huían de la justicia atravesando el Río Grande.
A.C.: En la sociedad americana, sobre todo de California ¿qué sentimiento resulta más relevante: el miedo o la necesidad hacia los mexicanos que intentan cruzar la frontera?
J.L.M.: Arizona ha promulgado unas leyes racistas repugnantes al considerar a los inmigrantes ilegales como delincuentes y encerrarlos en campos de concentración tipo Guantánamo. Pero lo malo es que la medida es popular y que algunos habitantes de Arizona patrullan por su cuenta la frontera para dar caza al emigrante. Vuelven al antiguo Oeste que no han olvidado, que lo tienen en los genes. Por otra parte los ilegales son los que sustentan la economía sumergida de Estados Unidos, son los que cultivan los campos por salarios miserables con los que se alimentan los ciudadanos estadounidenses por pocos dólares. Hay una enorme hipocresía al explotarlos y, al mismo tiempo, criminalizarlos. El temor de los wasp es que los latinos lleguen algún día a gobernar el país. Tienen un presidente negro, que suscitó muchas esperanzas, pero que está encontrando multitud de trabas en su camino y vemos que no tiene poder, que sus iniciativas son tumbadas una por una. Lamentable, porque Obama tiene auténtica madera de líder pero hasta ahora sólo ha demostrado que es un excelente orador.
A.C.: ¿Cómo le ayudó su experiencia sobre el terreno para lograr esta atmósfera tan especial que se dice de Frontera Sur?
J.L.M.: Fundamentalmente verlo. Conocer algo Estados Unidos y México. Pasar de un mundo a otro. Yo siempre digo que mis novelas se pueden leer como libros de viajes, hasta La pérdida del Paraíso, sobre el descubrimiento de América, es un libro de viajes. De cada viaje me llevo impresiones que luego suelen cristalizar en novelas. Una corta estancia en Caracas dio para escribir La caraqueña del Maní. De otra en Cuba surgió Último caso del inspector Rodríguez Pachón. En La Frontera Sur todos los ambientes que retrato los vi, por eso resultan tan reales. Los bares, restaurantes, hoteles, calles y personajes estaban por la calle, se cruzaron conmigo. Yo los retraté. Tijuana respira frontera por sus poros, es tierra de nadie, con desesperados de todo el continente dispuestos a todo por dar el salto y pasar al otro lado. Eso, el terrible drama de la emigración económica, me estremeció. Por eso también hablo en la novela de ese problema, de Carmela, la protagonista femenina, que sueña con un mundo mejor al otro lado de la frontera y se aferra a Mike Demon, no porque lo ame sino como tabla de salvación.
A.C.: Según dijo, "cuando rescató del cajón, con pretensión de publicarlo, La Frontera Sur, cuatro años después de haberlo escrito, se dio cuenta que había escrito una especie de autobiografía cuatro años antes", ¿nos puede explicar este misterio? ¿Cuánto de alter ego hay en el personaje de Mike Demon?
J.L.M.: Ya dije que lo que pueda inquietar de mis novelas es la identificación del lector con sus protagonistas. Lo de La Frontera Sur es más inquietante, inquietante para mí mismo. Fernando Marías dice que yo soy Mike Demon. Bueno, espero no serlo del todo, porque ese sujeto es sumamente peligroso, es la serpiente que cruza la portada del libro, que me parece maravillosa. Todos ponemos algo de nosotros mismos en las novelas que escribimos. Pero La Frontera Sur resulta, y eso es lo que me inquietó, una autobiografía anticipada. Sólo hay que cambiar nombres y ciudades para darse cuenta uno de ello. Yo soy del norte, por ejemplo, y estoy en el sur. Yo dejé una situación apacible y acomodada para sumergirme en una situación arriesgada a nivel personal y afectivo. No me daba cuenta y estaba escribiendo todo eso sobre mí mismo en aquellos momentos, cuatro años antes de que diera un giro a mi vida. Como Mike Demon crucé una frontera peligrosa, frontera sentimental y emocional, y quedé atrapado en mi trampa. Me di cuenta cómo se parecía mi situación cuando leí las galeradas de la novela, me quedé muy sorprendido porque me estaba reflejando en un personaje y en una situación concreta y daba los mismos pasos, sin historia negra de por medio, claro. Cuando literatura y vida se confunden puede ser muy peligroso, y yo en La Frontera Sur crucé la frontera que separa realidad de ficción. Eso me ocurrió. Nunca he ido a un psiquiatra. Por esa razón escribo, creo, para no contar los problemas a un extraño sino contármelos a mí mismo a través de mis novelas.
A.C.: José Carlos Somoza calificó Marea de Sangre como "el crimen perfecto contra el aburrimiento". Parece que sigue a rajatabla los nueve primeros mandamientos del gran Billy Wilder: "no aburrirás"
J.L.M.: Somoza, además de gran amigo y extraordinario escritor, es muy generoso conmigo. Pero creo que tiene razón. No aburro en ninguno de mis libros. Cuando se empiezan se acaban. Y no lo hago por los lectores sino por mí mismo. Si yo me distraigo con lo que escribo, si yo me apasiono, si yo me lo creo, todo eso lo transmito al lector, y esa es la clave. Marea de sangre es una crónica desencantada de un triste policía municipal que se mete en camisa de once varas. Pero la novela es mucho más que un policía tratando de desentrañar unos asesinatos y tirando de una madeja de corrupciones diversas que implican a políticos, constructores, banqueros y miembros de las fuerzas de seguridad, es la crónica de un perdedor nato que sabe no tiene nada que hacer contra poderes superiores pero sigue adelante con un suicida empeño.A.C.: Confiesa "que sus personajes son tipos más o menos grises que buscan un chispazopara sentirse vivos", ¿es la monotonía la mayor amenaza de la felicidad?
J.L.M.: La monotonía es la muerte. Escribir es una descarga de adrenalina. Un parto que a veces produce dolor, como me sucedió con El mal absoluto, la novela sobre el Holocausto. En eso de personajes grises coinciden el Mike Demon de La Frontera Sur e Ismael Ortiz de Marea de sangre, en que ambos están algo muertos, el español más que el yanqui, y buscan dejar de estarlo a cualquier precio. Aunque distantes en la geografía, ambos atraviesan una etapa difícil de su vida, una frontera, y asumen sus riesgos. Mike Demon disfruta de una vida acomodada, sin embargo, en una urbanización de clase media de Los Ángeles, con una esposa atractiva y un hijo; el caso de Ismael Ortiz, con una esposa alcohólica, es más dramático, y por eso se enamora de una prostituta, la joven Carolina, se agarra a ella como tablón de salvación,para dignificar su vida miserable. Es lo último que le queda. Mike Demon es mucho más cerebral, a pesar de que se pierde por el amor a una mujer, Carmela, la mexicana. Pero ninguno de mis personajes femeninos son femmes fatales, tan típicas del género negro, sino que son mujeres con personalidad, fuertes, dignas, que no engañan ni utilizan eso que se conoce como armas de mujer para llevar por el mal camino al hombre.
A.C.: ¿Qué le espera a sus lectores en 2011?
J.L.M.: Hay una historia de etarras que me gustaría que saliera adelante y se publicara. Es mi segunda incursión en el mundo del terrorismo vasco después de La caraqueña del Maní, la historia de un ex etarra en la Venezuela de Chávez que resultó premonitoria. Los de esta novela inédita, que espero deje de serla, son etarras con sus dudas morales sobre lo que están haciendo. Es una novela negra, pero también política y con una notable tensión erótica, muy claustrofóbica y dramática, en la que, como hago siempre, no tomo partido sino que muestro una situación y es el lector el que debe hacerlo si quiere. Estoy en ella y en dos proyectos muy ambiciosos que se están culminando y me han llevado años. Escribo para no morirme. Es como respirar.

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