MIS LIBROS
TU CORAZÓN, IDOIA
(Corona Borealis, 2011)
Mi libro veintinueve ya está en la calle.
Mi novela no es maniquea. El lector debe juzgar, si le apetece. En Tu corazón, Idoia lo que trato de hacer es armar un thriller con el trasfondo del terrorismo etarra. Imaginar la vida de los miembros de un comando que planean, en tierra ajena, un atentado y de cómo deben vivir escondidos para que luego no los coja la policía. Es una novela claustrofóbica, de una enorme tensión psicológica, y también sexual, porque en ese reducto en el que los terroristas se ven obligados a convivir, estallan toda clase de fuegos, y el sexo, con la violencia, es uno de ellos, los quema en su deflagración. Los dos principios que creo están presentes en toda mi obra anterior, Eros y Tánatos, están también muy presentes en Tu corazón, Idoia, subrayados. Hay escenas de violencia brutales, y hay escenas de sexo que también lo son. El protagonista masculino viene de la generación sesentayochista, con una visión muy extrema de la vida. No es la primera vez que abordo el tema del terrorismo etarra, ni será la última. Estaba presente en El final feliz, era central en La caraqueña del Maní, la historia de etarras en la Venezuela de Chávez que fue premonitoria, se adelantó a los acontecimientos. Introduzco en la novela algunas vivencias personales, cómo no. Una, en concreto, que me impresionó mucho cuando estuve en Bilbao por los años ochenta, época en la que transcurre Tu corazón, Idoia. Fui invitado por unos empresarios, a un certamen literario, y recuerdo que de camino del aeropuerto a la ciudad, que entonces era una especie de infierno humeante junto a una ría inmunda, un territorio perfecto para la novela negra, hice un comentario sobre el reciente asesinato de Yoyes. Me quedé helado con la respuesta de los que me llevaban en coche, que no tenían pinta de pro etarras ni mucho menos, que eran empresarios vascos de clase media: Yoyes fue fusilada por traidora, como ocurriría en cualquier ejército. Yo lo veía como un asesinato infame, y ellos como una ejecución lógica. Eso me dejó bastante trastornado. Está en la novela, disfrazado.Toda novela tiene su música propia. La de Tu corazón, Idoia es un prosa que yo he querido que fuera seca, cortante, de frase corta, sin adjetivos, porque el tema, el desarrollo de la novela, el punto de vista, que es el del etarra, así lo requerían. La prosa puede sonar como el tableteo de una metralleta y, en algunos momentos, hasta ser hiriente. Creo que la novela está bastante desnuda de adjetivos, y no es que yo me lo hubiera propuesto desde un principio, es que salió así. No es una novela amable, sino dura, no es una novela para todos los públicos. Pero quiero resaltar que detrás de toda esa dureza, estilística y argumental, que van de la mano, hay resquicio para la humanidad, los sentimientos, la fragilidad del ser humano cuando se derrumba su mundo. Y bajo esa capa de sexo descarnado, que preside las relaciones entre los personajes de mi novela, hay amor, verdadero amor, aunque ni ellos mismos sean conscientes de ello.
(Corona Borealis, 2011)
Mi libro veintinueve ya está en la calle.
¿Una novela negra?
¿Un trhiller?
¿Una novela política y social?
Un libro para reflexionar sobre el terrorismo, con muchas preguntas que el lector debe responderse.
Mi novela no es maniquea. El lector debe juzgar, si le apetece. En Tu corazón, Idoia lo que trato de hacer es armar un thriller con el trasfondo del terrorismo etarra. Imaginar la vida de los miembros de un comando que planean, en tierra ajena, un atentado y de cómo deben vivir escondidos para que luego no los coja la policía. Es una novela claustrofóbica, de una enorme tensión psicológica, y también sexual, porque en ese reducto en el que los terroristas se ven obligados a convivir, estallan toda clase de fuegos, y el sexo, con la violencia, es uno de ellos, los quema en su deflagración. Los dos principios que creo están presentes en toda mi obra anterior, Eros y Tánatos, están también muy presentes en Tu corazón, Idoia, subrayados. Hay escenas de violencia brutales, y hay escenas de sexo que también lo son. El protagonista masculino viene de la generación sesentayochista, con una visión muy extrema de la vida. No es la primera vez que abordo el tema del terrorismo etarra, ni será la última. Estaba presente en El final feliz, era central en La caraqueña del Maní, la historia de etarras en la Venezuela de Chávez que fue premonitoria, se adelantó a los acontecimientos. Introduzco en la novela algunas vivencias personales, cómo no. Una, en concreto, que me impresionó mucho cuando estuve en Bilbao por los años ochenta, época en la que transcurre Tu corazón, Idoia. Fui invitado por unos empresarios, a un certamen literario, y recuerdo que de camino del aeropuerto a la ciudad, que entonces era una especie de infierno humeante junto a una ría inmunda, un territorio perfecto para la novela negra, hice un comentario sobre el reciente asesinato de Yoyes. Me quedé helado con la respuesta de los que me llevaban en coche, que no tenían pinta de pro etarras ni mucho menos, que eran empresarios vascos de clase media: Yoyes fue fusilada por traidora, como ocurriría en cualquier ejército. Yo lo veía como un asesinato infame, y ellos como una ejecución lógica. Eso me dejó bastante trastornado. Está en la novela, disfrazado.Toda novela tiene su música propia. La de Tu corazón, Idoia es un prosa que yo he querido que fuera seca, cortante, de frase corta, sin adjetivos, porque el tema, el desarrollo de la novela, el punto de vista, que es el del etarra, así lo requerían. La prosa puede sonar como el tableteo de una metralleta y, en algunos momentos, hasta ser hiriente. Creo que la novela está bastante desnuda de adjetivos, y no es que yo me lo hubiera propuesto desde un principio, es que salió así. No es una novela amable, sino dura, no es una novela para todos los públicos. Pero quiero resaltar que detrás de toda esa dureza, estilística y argumental, que van de la mano, hay resquicio para la humanidad, los sentimientos, la fragilidad del ser humano cuando se derrumba su mundo. Y bajo esa capa de sexo descarnado, que preside las relaciones entre los personajes de mi novela, hay amor, verdadero amor, aunque ni ellos mismos sean conscientes de ello.
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