CINE / REGRESO A ÍTACA DE LAURENT CANTET
REGRESO A ÍTACA
Laurent
Cantet
Una
película hablada de principio a fin y rodada en tiempo real tiene mucho riesgo.
O los diálogos son muy buenos, o el elenco de actores es excelente, porque si
no la película cae. Roman Polanski
parece haberse decantado en sus dos últimas películas por ese género del teatro
filmado fuera del escenario teatral, aunque La
Venus de las pieles transcurría entre una platea vacía y un escenario
durante una prueba. La agilidad de los diálogos de Regreso a Ítaca está garantizado por el creador del personaje Mario
Conde: Leonardo Padura. Y los
actores, muchos, todos cubanos, están soberbios.
Regreso a Ítaca
es una película mestiza; su realizador Laurent
Cantet (Melle, 1961) es francés, pero su alma parece cien por cien cubana y
no es la primera incursión que el cineasta hace en la isla (7 días en La Habana). Un escenario
mínimo, un terrado en la Habana Vieja con vistas al Malecón, y un grupo de
actores excelentes para pergeñar un drama coral completamente dialogado en el
que cada uno de esos amigos, cuatro hombres, uno de ellos que regresa de España
para quedarse de nuevo en la isla tras quince años de ausencia, y una mujer,
habla de sus victorias y fracasos, de las rencillas que los separaron, de cómo
sortearon las dificultades de vivir en
la isla en el período especial, de sus sueños revolucionarios traicionados, y
todo ello mientras se pone el sol en esa ciudad mágica, entre copas, platos de
fríjoles y humo de cigarrillos, a través de gritos, llantos, abrazos y pocos
silencios, porque el cubano cuando se pone a platicar, como dicen ellos, no hay
quien lo pare.
Laurent Cantet,
que ganó el César a la mejor ópera prima en 2001 por Recursos humanos y la Palma de Oro del Festival de Cannes en 2008
por Entre los muros, cuenta con un
guion sin fisuras, en el que se implica con el escritor cubano de novela negra Leonardo Padura, y entre ambos lo hacen
avanzar dramáticamente sin desmayo en esa larga noche cubana, y, sobre todo, dirige
a un grupo de actores extraordinarios y en estado de gracia que interpretan con
una naturalidad pasmosa y sin los que la película nunca saldría adelante. Jorge Perugorría, Isabel Santos, Fernando
Hechavarría, Néstor Jiménez y Pedro Julio Díaz Ferrán son creíbles y
tremendamente humanos, sus diálogos, a veces desgarrados otros divertidos,
están llenos de matices.
Sin
fáciles sentimentalismos, pero tremendamente humana gracias al dibujo preciso
de unos personajes con los que el espectador se puede identificar fácilmente,
porque les coge cariño, Regreso a Ítaca
es un homenaje a la forma de ser cubana y a un pueblo, el cubano, modélico y
único en la faz de la tierra, que seduce con su especial idiosincrasia al
director francés y a quienes conocen la isla.
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"— Háblame de la rusa, Óscar.
Los
cuatro empleados del estudio habían salido a desayunar y estaban los dos solos.
Por la ventana se divisaba la fisonomía ondulada de La Pedrera, enfrente mismo,
y las ramas de los frondosos plátanos que jalonaban el Paseo de Gracia de
Barcelona como anuncio vegetal de la primavera que se avecinaba. El despacho
soleado estaba en consonancia con la buena marcha de la empresa. Los compañeros
de promoción le decían que había tenido suerte; él lo negaba. En la vida no
existe la suerte, sino la perseverancia. Se había pasado diez años aprendiendo
en el estudio de Markowitz, un gurú de la publicidad, hasta convertirse en el
elemento decisivo de la empresa, su mano derecha, sus ojos y oídos; luego sólo
tuvo que dar un golpe de timón, hacerse con toda la cartera de clientes de su
mentor, demostrarles que Markowitz, sin él, no era nadie. Y armarse de audacia.
Trabajaba para dos cadenas privadas de televisión, principalmente, y los
resultados eran, hasta la fecha, inmejorables. Pero lo que más dinero daba eran
las campañas de perfumes, los sofisticados anuncios en donde mujeres bellísimas
y etéreas flotaban en nubes de aroma con acento francés.
— Pues
es una rusa típica: rubia y ojos azules."
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