SOCIEDAD / LA MANO QUE ROZA LA NUCA
LA MANO QUE ROZA LA NUCA
La
foto ha dado la vuelta al mundo, porque ha sido un posado forzado y estudiado: la
mano que roza la nuca. La mano que roza la nuca del hasta hace poco poderoso Rodrigo Rato, el expresidente del FMI, una organización cuyos últimos
máximos dirigentes o son delincuentes sexuales, como Dominique Strauss-Kahn, o lo son por presuntos económicos (la glamurosa Christine Lagarde, la que apremia a
Grecia a que pague puntillosamente todas sus deudas, también tiene procesos
judiciales en marcha). La foto parecía pactada para que saliera en el momento
preciso, el de la pena del telediario, y además el gesto, porque Rodrigo Rato no iba esposado, era
innecesario. Pero la imagen es demoledora, para el detenido malherido por el asunto
Bankia, presunta estafa en su salida a bolsa y las tarjetas black, su definitiva muerte política y
social, y para el PP que se sabe irremediablemente perdido porque la pieza que
se cobra la justicia tiene más entidad política que Luis Bárcenas aunque en este caso el partido en el gobierno nada
tiene que ver con la conducta del dirigente político.
Esta
vez el partido en el gobierno ha actuado con inteligencia y cierta diligencia,
seguramente escarmentado por la pésima gestión que hizo del caso de su
extesorero a quien estuvo arropando hasta el mismo día de entrar en la cárcel y
está pagando electoralmente por ello. Los populares sí nombran a Rodrigo Rato para demostrar su
desafección absoluta hacia él. El vicepresidente económico de José María Aznar, su flamante ministro
de Economía y Hacienda, llevaba últimamente un carrerón a sus espaldas que
aconsejaba a quienes capitaneaban esa nave escorada por el temporal de los
escándalos y la corrupción tirarlo sin contemplaciones por la borda para soltar
lastre, y al linchamiento ciudadano del político (hace poco un grupo de
pasajeros lo persiguió y abucheó por el aeropuerto Adolfo Suárez al grito de ¡Rata!, un error tipográfico de un
diario extranjero que le viene como anillo al dedo), se une el de los miembros
de su propio partido como Pablo Casado,
joven y aznarista, que se avergüenza de él, o las durísimas declaraciones de Esteban González Pons. Otros
dirigentes, como Celia Villalobos o Esperanza Aguirre, han sido más
piadosos con el árbol caído. Lo que es evidente es el giro de ciento ochenta
grados en la estrategia del PP, a mes y pocos días de unas elecciones
municipales y autonómicas que pueden perder por goleada, en apartarse del
apestado Rodrigo Rato que debe de
estar en estos momentos, en la soledad de su domicilio y tras su humillante
detención de ocho horas, maquinando su venganza si tiene información suficiente
para llevarla a cabo.
Hay
una lista de 705 sospechosos de blanqueo de capitales vips que es urgente que
vaya investigando la justicia para que la ciudadanía vaya sabiendo sus nombres.
El primer nombre que ha aflorado ha sido el de Rodrigo Rato cuyos presuntos delitos de blanqueo de capitales,
alzamiento de bienes y fraude fiscal le pueden acarrear una condena de quince
años de cárcel, pero, cómo dice agudamente Rosa
Diez, en horas bajas, aquí no hay un chivo expiatorio sino un rebaño. Veremos
qué políticos, además de jueces, altos funcionarios y empresarios, hay en esa
lista, y a qué siglas pertenecen.
Un viejo zorro de la ingeniería financiera que
fue a parar con sus huesos a la cárcel, el empresario modélico que reclamaba el
exhonorable Jordi Pujol para Cataluña,
y ahora entendemos el porqué de esa devoción patriótica, Javier de la Rosa, se explayaba en una conversación informal
grabada por el pequeño Nicolás, el
chico de las FAES aznaristas con aires de grandeza, con una lista de
defraudadores y evasores que incluía a expresidentes del gobierno. Que tenga
pruebas de lo que dice haber visto, es otra cuestión. Como sucede en la Mafia,
los gánsteres siempre suelen caer delatados por los suyos arrepentidos o que se
sienten tracionados.
España
necesita una regeneración democrática urgentemente y un nuevo mapa político del
que sean excluidos los partidos que han albergado durante tantos años a los
corruptos en sus filas, y una nueva Constitución en donde debería recogerse la
potestad de los ciudadanos a forzar la renuncia de sus gobernantes en casos
excepcionales como el que estamos atravesando.
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