GEOGRAFÍA HUMANA

Pies
Pies grandes, pies chicos, de hombres, de mujeres. Pies gráciles, pies fuertes que no dejan de ser bellos y llevan a su dueña a todas las playas del mundo. Pies que besan la arena húmeda que es espejo y luego son besados por labios de amante apasionado que aprecia el sabor de mar entre sus dedos y en sus plantas. Pies diminutos de gehisa, de muñeca, de niña que no crecerán. Pies fuertes, poderosos, que caminan, incansables, kilómetros. Pies embutidos en zapatos de aguja, finos, estilizados, como el envoltorio que los realza. Pies que caminan, en equilibrio, formando un triángulo perfecto con el suelo que pisan, una pirámide de aire. Pies corroídos por grilletes, encarcelados en zapatos polvorientos, prisioneros, con los que serán enterrados al final de sus días para purgar los crímenes que cometieron. Pie que se extiende, como un paso de ballet, buscando un ósculo en cada uno de sus dedos, la caricia, la cosquilla en esa planta tan sensible, cuyos dedos tienen vida. Pies en donde termina, o acaba, el cuerpo perfecto de su dueña. Pies torturados con clavos del Nazareno que escupen regueros de sangre por donde el odio metió sus clavos. Pies de mujeres gruesas, alegres, retozonas, salidas del pincel de Rubens, que bailotean desnudas y procaces. Pie grande que emerge de larga pierna cruzada sobre otra mientras su dueña duerme la siesta. Pie masculino, perfecto, canónico, acariciado por el cincel de Miguel Ángel, nacido del mármol de Carrara, que sólo falta que ande. Pie que emerge bajo túnica, con fondo de azules del norte de África. Pies cuya belleza justifica que se diseñen zapatos. Pies que pisan con fuerza, o que se arrastran, o que se cruzan al caminar por lo alto de las pasarelas. Pies de diosas y de plebeyas. Pies fragantes y malolientes. Pies de superficie de seda, del que emergen cinco preciadas miniaturas. Pies en precario equilibrio cuyo castigo es querer ser hermosos dentro de zapatos imposibles sobre los que no andan, vuelan. Pies denigrados porque se ensucian con la tierra que cubre los suelos. Pies veloces que discurren por las sabanas de África. Pie duro, potente, viril, del que chuta balón y bate al portero. Pie asesino que se clava en la nuca del caído, que machaca la virilidad del contrario, que destroza costillas. Pie infantil que anda por bordillos de acera, en línea, que rueda sobre patines de dos o cuatro ruedas, que pedalea incansable en bicicletas. Pies que se clavan en la nieve, en el hielo, en la piedra, que escalan cimas imposibles, que saltan barrancos de vértigo. Pies armados con zapatos, perfectos, culminación de sus piernas. Pies para ser besados desde las puntas de sus dedos, devorados, engullidos. Pies desnudos que juguetean con cordeles con los que serán atados, separados, sometidos. Pies que serán mutilados después de que corten los brazos. Pies pulverizados por minas asesinas. Pies desparejos. Pies atados para ser colgados por ellos, para que todo el cuerpo sea escarnecido. Pies de doncellas, de reinas, de viejos y viejas. Pies ligeros, como Aquiles, con los tobillos quebradizos. Pies de dedos retorcidos, como garras. Pies que actúan como manos, que acarician suaves. Pies que se desternillan de risa. Pies que tiemblan de gozo, removidos por los orgasmos, entre otros pies invertidos que parecen acogerlos. Pies que pierden los zapatos, pies de muerto, zapatos sin pies en las playas. Pies a la deriva que devoran los tiburones. Pies renegridos, ulcerados, gangrenados. Pies que empuñan pinceles, bolígrafos, cucharas de sopa, sostienen vasos de vino. Pies que no saben dónde ponerse, que miran hacia fuera, que miran hacia dentro. Pies de bailarines que vuelan en el aire, y pies de puntillas que recorren de este a oeste el escenario. Pies de negros y de negras, con las plantas blancas. Pies encallecidos de andar siempre sin zapatos. Pies que saltan sobre la arena ardiente de una playa. Pies cuyas huellas en la arena duran el instante de una ola. Pies de muerto que emergen de su sepulcro. Pies que se hunden en las dunas del desierto. Pies que se clavan en los flancos del caballo. Pies que chapotean en el fango. Pies de niño en botas de agua, saltando por todos los charcos. Pies de Gene Kelly, o Fred Astaire, dibujando en el aire mil acrobacias. Pies de bailarín de flamenco, iniciando un zapateado. Pies de atleta, corriendo hacia la meta, sin pausas, midiendo el terreno de la pista. Pies corriendo por la cinta del gimnasio. Pies como aletas, nadando en el mar, en la piscina. Pies que se aman y enlazan sus dedos. Pies que rozan, suaves, el perfil del sexo opuesto. Pies maratonianos que llegan a la meta y mueren. Pies de china, de japonesa, vendados, constreñidos, para que nunca crezcan. Pies grandes, como palas, que no encuentran la horma de su zapato. Pies de Lolita objetos de deseo, entre las manos de James Mason, que separa sus dedos con algodones, que pinta una a una, con lentitud, las uñas de su nínfula.

Comentarios

rose ha dicho que…
Las descripciones suelen aburrirme y me salto párrafos enteros para llegar al final de la historia.Sin embargo, leyendo este artículo, he saltado continuamente hacia atrás, para volver a leer, para disfrutar con la riqueza de vocabulario, con la agilidad cinematográfica que nos hace pasar de una a otra "imagen", sin pestañear.Me ha gustado un montón.
Ch.R.M.

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