DIARIO DE UN ESCRITOR
PIE

ÁFRICA
Informe Semanal emite un buen reportaje de Vicente Romero, un periodista ético y riguroso, sobre la hambruna en el Cuerno de África. Lamentablemente nos lo han de recordar porque no nos acordamos tan ensimismados como estamos con esta maldita crisis. Nuevamente esa imagen de África con niños desnutridos y moscas en la boca. Madres que han perdido a todos sus hijos. Sepultureros trabajando a destajo para abrir fosas en el desierto. Las estadísticas son dramáticas. Puede que en los próximos meses mueran 600.000 niños de hambre. Una madre los ha perdido a todos y regresa a su aldea desolada. ¿Cómo podemos permanecer quietos mientras 600.000 niños mueren de hambre? ¿Por qué mi dinero, y el suyo, y el del vecino, y el de más allá, ha ido a salvar a la banca putrefacta en vez de emplearse en paliar ese lento infanticidio? No quiero que con mi dinero, con mis impuestos, con el 35 o 40% de mis ingresos que se queda papá estado se refloten bancos cuya obra social es aumentar un 100% los sueldos de sus ejecutivos y consejeros. No quiero que mi dinero vaya a parar a un ejército que no sé qué está haciendo en Afganistán. No quiero que se emplee mi dinero en construir AVES para siete viajeros y aeropuertos fantasmas como los de Castellón o Lleida. Quiero que mi dinero sirva para salvar la vida de esos 600.000 niños que morirán de hambre en los próximos meses mientras los dirigentes del FMI se forran a comilonas y el Papa Ratzinger se pasea por Madrid en olor de juventudes. ¿Qué demonios hace ese Papa que no va a Somalia? ¿Por qué no se vacían las arcas de la Iglesia en ayuda humanitaria? ¿Por qué se preocupa tanto el Papa por los que no han nacido y tan poco por los que ya están aqui?
LA PIEL QUE HABITO

KIM KI DUK
Más cine. Me pongo en el DVD Samaritan girl del director oriental. Me cabreo porque la versión coreana es sin subítulos y he de escuchar la doblada al castellano. Por momentos me parece una película risible. Hay escenas sencillamente espantosas como la del padre policía irrumpiendo en un hogar, por las buenas, y recriminando al páter familias, que está comiendo con su esposa, la suegra y los niños, que se acueste con su hija mientras le da una buena tunda de bofetadas. Vamos, eso ni Almodóvar. Pero luego pasan cosas, hay imágenes desconcertantes, diálogos de, por puro imposibles, hipnóticos, y la película, a mi pesar, acaba gustándome con sus innumerables imperfecciones. Por si fuera poco la chica protagonista, una colegiala de manga erótico que se prostituye con los clientes de su fallecida amiga para devolverles el dinero que éste les cobró cuando hacía de puta (ahí es nada) escucha constantemente a Erik Satie. Rayos, no hay manera de librarme del músico normando que me recuerda mi séptima vida.
LA SÉPTIMA VIDA Para que no la olvide, mientras desayunaba, la TVE2 hablaba de extranjeros en Andalucía. Y sacaba a uno que precisamente conozco, el dueño de dos restaurantes hindúes que no son gran cosa pero que estaban situados en mi territorio sentimental granadino. Uno, al lado de la Plaza de Gracia, que cruzaba yo todos los días y en cuyas terrazas solía sentarme a leer el diario mientras bebía una caña y comía una tapa de migas o patatas a lo pobre, a cincuenta pasos, literalmente de mi casa. El otro restaurante estaba a doscientos pasos de una casa que frecuentaba y era un poco mía, que fue despacho y ocasional comedor y dormitorio. Esa séptima vida me persigue y acecha sin que pueda hacer nada por evitarlo salvo una lobotomía.
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