EL DVD

Ante el revival de la descabezada reina que se está celebrando en París por todo lo alto, bueno sería recuperar esta pelicula de Sofía Coppola que tanto dio que hablar por su poco ortodoxa banda sonora. A mí me encantó.


MARÍA ANTONIETA
Sofía Coppola

Sofía Coppola, a quien todos recordarán, sin duda, en la tercera parte de El padrino de su progenitor - bastante maltratada por la crítica, por cierto, no la película sino su interpretación - parece haber heredado los genes creativos de papa Coppola, cineasta algo alejado del cine tras habernos dejado un rastro de indudables obras maestras absolutas que incluyen la saga mafiosa sobre la familia Corleone o la prodigiosa adaptación de El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad en Apocalipse now, uno de los mejores filmes de guerra. Pues bien, su hija, que empezó discretamente con un film titulado Las vírgenes suicidas y rozó el éxito con Lost in traslation, una extraña y envolvente película sobre el amor y la soledad en un Tokio posmoderno que sirvió para consagrar a la rutilante Scarleth Johanson, llega ahora con una cierta areola de escándalo con este biopic moderno – junto a la música barroca un rock bastante duro se encarga se subrayar determinadas secuencias del film sin que chirríe el conjunto – sobre la figura de María Antonieta.


La película puede llevarnos a engaño. Su suntuosidad, su alarde de medios – nadie puede imaginar lo que se ha pagado por rodarla íntegramente en el Palacio de Versalles -, su envoltorio frívolo y esteticista – visualmente es una película exquisita, perfecta, tanto como su bella protagonista Kirsten Dunst, un descubrimiento de Sofía Coppola que no sólo es hermosa sino que también es expresiva y buena actriz – pueden hacernos creer que estamos asistiendo a la visión de un film totalmente superficial cuando no lo es en absoluto. María Antonieta, bajo su brillo diamantino, es una crónica dramática sobre el final de una época y sobre la ceguera de una clase aristocrática tan alejada de la realidad – impecables los retratos de costumbres palaciegas, los rituales del vestir y desvestir a la reina, los juegos nocturnos en los jardines, el pesado protocolo a la hora de comer, el apasionado y romántico idilio de la reina con el capitán que da lugar a una de sus secuencias más bellas: cuando imagina a su amante en la soledad de su cámara, etc. etc. – que sólo se dio cuenta de ella cuando la afilada hoja de la guillotina cayó sobre sus cuellos. Una frase achacada a la inocente y bella reina descabezada cuando le dijeron que el pueblo no podía comer pan, “Pues que coman pasteles”, resulta ejemplarmente clarificadora acerca de la burbuja en la que vivía esa corte francesa que no sabía, o no quería ver, que sus días se acababan por la práctica del exceso sin paliativos.



La película, como toda obra de arte, no es objetiva. En sus planos finales, cuando las turbas rodean el Palacio de Versalles, la imagen de los reyes, siguiendo estrictamente los protocolos alimentarios que preceden a sus comidas, sin cambiar un ápice sus costumbres, deslizan una mirada cómplice hacia esos dos buenos inocentes que se han criado entre algodones y nunca pisaron la sucia realidad de las calles de Paris pero aceptan con cierto heroísmo su final. En un momento todo se rompe, todo ese mundo se hunde, estrepitosamente, como esa araña espléndida de cristal que yace esparcida por una de las suntuosas habitaciones de palacio después de haber sido asaltada por el populacho. María Antonieta es un hermoso canto al fin de una época, una bellísima película rodada por una Sofía Coppola en auténtico estado de gracia que demuestra, en cada uno de sus planos, un grado excelso de inspiración. Banquete para los sentidos y regalo para cinéfilos, María Antonieta consagra a su realizadora como una de las más promesas más firmes de ese cine americano que cada vez se parece más al cine europeo.


JOSÉ LUIS MUÑOZ

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