EL ARTÍCULO DEL DÍA
Publicado en El Periódico el 19 de diciembre del 2000
ENTRE LA PLUMA DE
OCA Y EL ORDENADOR
Ya hay presidente en Estados Unidos, aunque no sepamos si Bush fue el más votado. El rifirrafe en el estado de Florida, con el recuento una y otra vez de los famosos votos electrónicos, se ha convertido en uno de los incidentes más chuscos de la historia de la democracia. ¡Con lo fácil y rápido, que hubiera sido recurrir a las tradicionales papeletas, las urnas y el recuento manual convencional!
En cualquier país del mundo, el nuestro incluido, el escrutinio, tras una jornada electoral, se ultima en un plazo no superior a las seis horas. En Florida, eso les ha llevado días y días. Para la historia gráfica de los fiascos tecnológicos queda la imagen del recontador de votos, flanqueado por el interventor republicano y el demócrata, mirando al trasluz una de las famosas y sofisticadas papeletas electrónicas, tratando de dilucidar el sentido del voto del elector, si quiso perforar el agujerito destinado a Bush, a Gore o se equivocó y dio su voto a Buchanan.
CREEMOS, a veces ingenuamente, que la tecnología se inventó para agilizar nuestras vidas, pero muchas veces eso no es así: no sólo no la facilitan, la complican. Un ejemplo cotidiano: los famosos teléfonos robotizados de información de, por ejemplo, los aeropuertos. Intentamos averiguar la hora de llegada de un vuelo y marcamos el teléfono correspondiente: suena música, clásica para apaciguar nuestros nervios, y, a continuación, escuchamos el latiguillo: «Espere un momento, por favor, nuestras líneas están ocupadas». Luego viene la opción de idioma: 1, catalán, 2, castellano... 10, chino; escoger entre vuelos nacionales o internacionales; decir claramente la compañía, el número de vuelo…Cuando por fin se accede a la información deseada es muy posible que el avión sobre el que se ha pedido información esté ya aterrizando. Con lo fácil y rápido que sería que un ser humano descolgara el teléfono y nos diera la información demandada.
Existe cierta patanería en nuestra admiración incondicional ante los avances tecnológicos en el ámbito de lo cotidiano., Compramos, y pagamos, prestaciones de determinados electrodomésticos sofisticados que luego, a la hora de la verdad, no utilizamos por su extraordinaria complejidad. Están muy bien los despertadores electrónicos que nos desvelan con señales acústicas, sintonizando una emisora o la música de un hermoso CD de nuestro cantante preferido, pero cuando nos resulta vital despertamos a determinada hora, porque no podemos permitirnos un retraso ‑perdemos el avión‑, lo más seguro es recurrir al estridente despertador de antaño, ése que, para silenciarlo, arrojaríamos por la ventana, pero que es siempre efectivo porque el otro puede quedar fuera de combate con un simple apagón de luz o una bajada de tensión por la noche.
Para los que nos dedicamos a escribir, los alcances tecnológicos en el campo de la informática nos parecieron una panacea: no más típex, no más tachaduras ni notas al margen, la novela en un disquete, adiós al papel y a las ruidosas máquinas de escribir... Sin embargo, esas ventajas se pulverizan cuando, no se sabe nunca bien por qué razón, el ordenador se colapsa, no responde o, lo que es peor, desaparece el fichero en el que estabas trabajando, lo pierdes definitivamente. Si extravías un folio, puedes tener la esperanza de encontrarlo en alguna parte tras una búsqueda exhaustiva por la casa; de un archivo perdido, mejor olvidarte de él. Claro que los previsores harán copias en disquete de cada línea que escriban, por si acaso. ¿Y qué decir de Internet? ¿Un milagro para los que se alimentan de la pluma? Con matices. En teoría los textos llegan al momento al destinatario esté donde esté si no fuera porque el sistema, tras un rodaje de más de un año, sigue haciendo aguas: multiplicación de conexiones fallidas, bloqueos, incertidumbre acerca de si las transmisiones llegan a destino ‑mejor llamar por teléfono para confirmarlo pueden minar los nervios del escritor internauta, y eso cuando se está de suerte y no sufre tu ordenador una extraña y sospechosa infección vírica que puede enviar la máquina directamente a la UCI durante semanas,
Hace unos días, en una entrevista, me preguntaron si escribía con PC o pluma de oca. Contesté que con PC. Puede que subestimara la pluma de oca. La tengo sobre la mesa de mi despacho y la miro cada vez que el ordenador me deja colgado.
OCA Y EL ORDENADOR
Ya hay presidente en Estados Unidos, aunque no sepamos si Bush fue el más votado. El rifirrafe en el estado de Florida, con el recuento una y otra vez de los famosos votos electrónicos, se ha convertido en uno de los incidentes más chuscos de la historia de la democracia. ¡Con lo fácil y rápido, que hubiera sido recurrir a las tradicionales papeletas, las urnas y el recuento manual convencional!
En cualquier país del mundo, el nuestro incluido, el escrutinio, tras una jornada electoral, se ultima en un plazo no superior a las seis horas. En Florida, eso les ha llevado días y días. Para la historia gráfica de los fiascos tecnológicos queda la imagen del recontador de votos, flanqueado por el interventor republicano y el demócrata, mirando al trasluz una de las famosas y sofisticadas papeletas electrónicas, tratando de dilucidar el sentido del voto del elector, si quiso perforar el agujerito destinado a Bush, a Gore o se equivocó y dio su voto a Buchanan.
CREEMOS, a veces ingenuamente, que la tecnología se inventó para agilizar nuestras vidas, pero muchas veces eso no es así: no sólo no la facilitan, la complican. Un ejemplo cotidiano: los famosos teléfonos robotizados de información de, por ejemplo, los aeropuertos. Intentamos averiguar la hora de llegada de un vuelo y marcamos el teléfono correspondiente: suena música, clásica para apaciguar nuestros nervios, y, a continuación, escuchamos el latiguillo: «Espere un momento, por favor, nuestras líneas están ocupadas». Luego viene la opción de idioma: 1, catalán, 2, castellano... 10, chino; escoger entre vuelos nacionales o internacionales; decir claramente la compañía, el número de vuelo…Cuando por fin se accede a la información deseada es muy posible que el avión sobre el que se ha pedido información esté ya aterrizando. Con lo fácil y rápido que sería que un ser humano descolgara el teléfono y nos diera la información demandada.
Existe cierta patanería en nuestra admiración incondicional ante los avances tecnológicos en el ámbito de lo cotidiano., Compramos, y pagamos, prestaciones de determinados electrodomésticos sofisticados que luego, a la hora de la verdad, no utilizamos por su extraordinaria complejidad. Están muy bien los despertadores electrónicos que nos desvelan con señales acústicas, sintonizando una emisora o la música de un hermoso CD de nuestro cantante preferido, pero cuando nos resulta vital despertamos a determinada hora, porque no podemos permitirnos un retraso ‑perdemos el avión‑, lo más seguro es recurrir al estridente despertador de antaño, ése que, para silenciarlo, arrojaríamos por la ventana, pero que es siempre efectivo porque el otro puede quedar fuera de combate con un simple apagón de luz o una bajada de tensión por la noche.
Para los que nos dedicamos a escribir, los alcances tecnológicos en el campo de la informática nos parecieron una panacea: no más típex, no más tachaduras ni notas al margen, la novela en un disquete, adiós al papel y a las ruidosas máquinas de escribir... Sin embargo, esas ventajas se pulverizan cuando, no se sabe nunca bien por qué razón, el ordenador se colapsa, no responde o, lo que es peor, desaparece el fichero en el que estabas trabajando, lo pierdes definitivamente. Si extravías un folio, puedes tener la esperanza de encontrarlo en alguna parte tras una búsqueda exhaustiva por la casa; de un archivo perdido, mejor olvidarte de él. Claro que los previsores harán copias en disquete de cada línea que escriban, por si acaso. ¿Y qué decir de Internet? ¿Un milagro para los que se alimentan de la pluma? Con matices. En teoría los textos llegan al momento al destinatario esté donde esté si no fuera porque el sistema, tras un rodaje de más de un año, sigue haciendo aguas: multiplicación de conexiones fallidas, bloqueos, incertidumbre acerca de si las transmisiones llegan a destino ‑mejor llamar por teléfono para confirmarlo pueden minar los nervios del escritor internauta, y eso cuando se está de suerte y no sufre tu ordenador una extraña y sospechosa infección vírica que puede enviar la máquina directamente a la UCI durante semanas,
Hace unos días, en una entrevista, me preguntaron si escribía con PC o pluma de oca. Contesté que con PC. Puede que subestimara la pluma de oca. La tengo sobre la mesa de mi despacho y la miro cada vez que el ordenador me deja colgado.
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