LA PELICULA
La esperada adaptación de la novela de Cormac McCarthy - ganador del último premio Pulitzer con En la carretera -, el nuevo trabajo de los hermanos Coen después de la mediocre Lady Killers, desgraciado remake de El quinteto de la muerte protagonizado por Tom Hanks, es una película tan fascinante como decepcionante.
Decepcionante porque, como en buena parte de los filmes de los Coen, se ven las costuras de un guión mal cosido, que ya empiezan con la primera escena - el policía dando la espalda a su asesino -, continúa con la segunda - Johs Brolin levantándose por la noche, aquejado repentinamente por su mala conciencia, y llevando, como buen samaritano, agua al chicano que ha dejado morir por la mañana -, y sigue así hasta el final. Decepcionante porque la tan cacareada interpretación de Javier Bardem, en un registro sumamente limitado, que no es desde luego para oscar, pero que se lo den, por supuesto - aunque hay que reconocer que el actor descubierto por Bigas Luna es un animal cinematográfico y llena la pantalla, poniendo cara de loco y abriendo los ojos hasta desorbitarlos - no es la que uno esperaba, porque un personaje, encarnado por un magnífico actor, el del sheriff Bell (Tommy Lee Jones), el policía que no resuelve nada, que se convierte en ángel guardián de su vecino perseguido sin que le sea de gran ayuda, resulta del todo irrelevante, y porque algunas secuencias, como la larga conversación que el propio Bell mantiene con otro policia retirado, hacia el final de la película, en su destartalado rancho poblado de gatos, es un pegote que no añade nada al film, que lo alarga innecesariamente.
Decepcionante porque, como en buena parte de los filmes de los Coen, se ven las costuras de un guión mal cosido, que ya empiezan con la primera escena - el policía dando la espalda a su asesino -, continúa con la segunda - Johs Brolin levantándose por la noche, aquejado repentinamente por su mala conciencia, y llevando, como buen samaritano, agua al chicano que ha dejado morir por la mañana -, y sigue así hasta el final. Decepcionante porque la tan cacareada interpretación de Javier Bardem, en un registro sumamente limitado, que no es desde luego para oscar, pero que se lo den, por supuesto - aunque hay que reconocer que el actor descubierto por Bigas Luna es un animal cinematográfico y llena la pantalla, poniendo cara de loco y abriendo los ojos hasta desorbitarlos - no es la que uno esperaba, porque un personaje, encarnado por un magnífico actor, el del sheriff Bell (Tommy Lee Jones), el policía que no resuelve nada, que se convierte en ángel guardián de su vecino perseguido sin que le sea de gran ayuda, resulta del todo irrelevante, y porque algunas secuencias, como la larga conversación que el propio Bell mantiene con otro policia retirado, hacia el final de la película, en su destartalado rancho poblado de gatos, es un pegote que no añade nada al film, que lo alarga innecesariamente.


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