LA ENTREVISTA
Mi buen amigo Marcos Tarre Briceño, novelista extraordinario, periodista incisivo, experto en temas de seguridad en la convulsa Venezuela en la que reside, me hizo esta entrevista que reproduzco a continuación con motivo de la publicación de LA CARAQUEÑA DEL MANÍ.
Caracas, peligrosa hasta para ETA…
Marcos Tarre Briceño
Noviembre 2007
La caraqueña del maníMarcos Tarre Briceño
Noviembre 2007
José Luís Muñoz
Editorial: Algaida
200 páginas
Sumario
Un ex terrorista de ETA huye del pasado y se refugia en Caracas; “El maní es así”, el tradicional sitio de la salsa de Sabana Grande; bellas y fáciles mujeres venezolanas, la selva, que nos invade sin que nos demos cuenta; los buhoneros de camisas rojas y la inseguridad, de la que sí nos damos demasiada cuenta; el escritor José Pulido y otros personajes y sitios capitalinos. Un cóctel perfectamente medido, mezclado y agitado por el escritor español José Luis Muñoz…
Muñoz llega a la librería “La casa del llibre”, en el Paseo de Gracia de Barcelona, con unos minutos de retraso. Eso me permite contemplar y disfrutar de las novedades y muchos títulos. El escritor viste informal, con elegante descuido, es cincuentón, pelo canoso, los lentes de sol subidos en la cabeza, la sonrisa fácil. No sentamos en el cafetín, al fondo del largo local de la librería.
- ¿José Luís, por que asesinas en tu libro a mi amigo José Pulido?
La primera pregunta sorprende, Muñoz ríe con ganas, reflexiona….
- En “La Caraqueña del Maní” hice algo que nunca había hecho antes… Normalmente, vamos, cambio los nombres de los personajes… Después, no sé porque, me dije, pues no… Era mucho más cómodo mantener los personajes reales que tenía. Esa política ficción que podía ser posible, alguien asesina a José Pulido. Yo lo conocí en Caracas. Casi todo el esquema de la novela lo desarrollé en Caracas, pero lo amplié y terminé aquí en Barcelona, pero cuando lo conocí no había pensado todavía en eso de su asesinato.
En Caracas, le cuento a José Pulido que en “La caraqueña del maní” muere, asesinado, en las primeras páginas. Se toma el asunto con humor:
- Me divierte haber servido para el plan de un escritor tan bueno como José Luís Muñoz, se trata de un escritor de verdad, un profesional, que vive de su pluma y ha ganado muchos premios. Aunque me hubiera gustado que me mataran más hacia el final del libro… Pero que te mate un escritor es preferible a que mueras de un infarto o te pegue un tiro un malandro en la calle.
En el 2004 José Luís Muñoz vino a Caracas a recoger el premio Letra Erecta. Su estadía, lo que vio, observó, conversó, comió, bebió, olió, sintió e intuyó, le dio la idea de la novela. Muñoz es un escritor multifacético de novela histórica, negra, erótica o de viajes, incansable curioso, le impulsa un afán de transmitir a sus lectores lo que él ha visto. A través del protagonista, de “La caraqueña del maní”, Macario-Iñaki, se adivinan sus propias reflexiones:
“¿Era yo neutral? Había algo en el compañero Chávez Frías que me desagradaba profundamente, ese aire de mesianismo, de pastor evangelista norteamericano que adoctrinaba a los feligreses simplones con una sarta de obviedades. ¿Por qué? ¿Qué era el chavismo sino una forma de mantenerse en el poder, al margen de ideologías? Había mejorado la situación de los habitantes de los cerros. No lo creía, a pesar de esa columna de médicos cubanos cedidos a cambio de petróleo barato a la isla hermana. Cada día se sucedían las balaceras, morían niños por falta de asistencia, vagaban jóvenes sin trabajo que indefectiblemente se iban a convertir en delincuentes.”
“La casa del llibre” parece un templo en el que los fieles deambulan, se detienen frente a un mostrador, ojean libros o van más allá en su ritual y se sientan a leer, algunos preguntan en voz baja por algún título; otros, que entraron en grupo, se separan. La religión que reina en el local es individual y solitaria… Ninguno se acerca al cafetín, así puedo conversar tranquilamente con José Luís Muñoz.
- ¿Macario, un etarra de extrema izquierda, no debería sentir una obligada solidaridad hacia el chavismo?
Muñoz se rasca el mentón, responde pesando sus palabras:
- El personaje ya lleva varios años fuera de la situación política del país vasco y ha tomado cierta distancia, se ha vuelto reflexivo, autocrítico y rechaza el terrorismo etarra, también le molesta ese excesivo populismo y autoritarismo, no se identifica o no reconoce en el chavismo una izquierda con la que pueda simpatizar… Pero el punto de vista de Macario es el punto de vista mío. Lo que yo tenia claro cuando empecé con la novela es que el personaje pasara por una especie de expiación de sus crímenes, una predeterminación, se vislumbra que algo le va a pasar y efectivamente le pasa.
Una noche llevaron a José Luís Muñoz a la obligada visita a “El maní es así”, referencia desde hace 30 años para los amantes de la salsa. A Muñoz le fascinó el sitio, la música en vivo y el ondular rítmico de las bellas venezolanas. Va entonces a ser parte clave de la trama y del título de la novela. Pero otros elementos fundamentales de Caracas impactaron a José Luís Muñoz y quedaron reflejados en el engranaje de la novela: la inseguridad, la exuberante y frondosa vegetación que baja del Avila y se despliega por todas partes, a la que él califica sin tapujos de “selva”; y, por supuesto, la situación política. Dice Muñoz:
- Yo percibí mucho miedo en Caracas, la inseguridad de las calles, Caracas es una ciudad cercada, todos los edificios tienen alambra de espino, cámaras de seguridad, guardias armados, de noche no se ve a casi nadie por la calle, la gente solo se desplaza en coche y de noche no se detienen en los semáforos por miedo a ser atracados… Esa inseguridad se refleja mucho en la novela.
Dice Macario-Iñaki:
“La entrada a mi apartamento es como todas las entradas a las viviendas de Caracas: difícil y con sus riesgos. Hay que andar siempre con la vista ladeada, con la cabeza algo torcida, volverse de vez en cuando por si uno es seguido. Me recuerda a mi época de clandestinidad en Euskai Herria, pero aquí el enemigo es difuso, puede ser un mocoso enganchado al crack y con el dedo nervioso, puede ser un policía corrupto que quiere ampliar su sueldo con un secuestro express, un miliciano ultraizquierdista para el que Chávez va demasiado lento o el novio celoso de una chica cuyo culo levantaste sin saber que estaba comprometida. Venezuela es una ciudad de puertas y verjas, una especie de fortaleza del miedo en la que sus habitantes se han acostumbrado a vivir sitiados.”
“Mientras, ha amanecido en el Monte Ávila y los buhoneros, que bajan de los cerros, copan las calles, las aceras, las esquinas, vendiendo periódicos, libros, sacos, franelas, devedés, fruta, zumos, con sus camisas rojas de chavistas, con sus efigies del Che y de Fidel y sus sueños de una revolución imposible.”
Pero “La caraqueña del maní” es mucho más que una bien lograda descripción del entorno caribeño en el que vivimos. Exibe de trama bien montada, personajes, los inventados, tan reales que uno siente que se cruzó con ellos hace un rato, y de tensión permanente.
- Aló.
- Iñaki. ¿Eres Iñaki?
- Iñaki, okey. ¿Con quién hablo?
Mis interlocutores no tienen nombre. Puedo llamarlos A, el más locuaz, y B, el hombre tumba. ¿Cómo sé yo que son lo que dicen ser? ¿Y si son picoletos con cara de vasco? ¿Y si son topos en búsqueda de un jefe fantasma para sí tener controlada desde el vértice de la pirámide a la organización?
- Sólo es para recordarte el vuelo de mañana.
………
- ¿Qué se siente la primera vez?
- ¿La primera vez que estás con una chica?
- Nooo. Eso ya lo sé. La primera vez que se mata a alguien.
Le miro a los ojos. Este chico morirá pronto. Y es una lástima, porque es despierto. Pero en la jungla del cerro, matas o te matan. En esta selva funciona la ley del más fuerte sin los subterfugios que hay en el otro mundo, el legal, en dónde el mecanismo es el mismo pero se embosca en buenas palabras y en educación.
- Se siente miedo, sobre todo miedo. Luego, asco, un asco tremendo. Y te haces el propósito de no matar más, pero ya no puedes. Es como la cerveza, que nunca gusta cuando la pruebas por primera vez.
- Como la cerveza, como la cerveza – y se retira hacia la puerta, repitiendo mi frase - Tiene gracia. Le dejo, Macario. Si necesita algo, me llama. Estoy aquí, en la cama, en la habitación de al lado, dormitando. Y no intente jugármela, porque le meteré un tiro entre ceja y ceja. Como la cerveza. Ja.
Iñaki, asqueado por la sangre que derramó, decide cortar con todo y refugiarse en Caracas. Además de sus recuerdos de pesadillas y niños desmembrados, también está desgarrado por Begoña, la mujer que amaba y que lo dejó cuando supo su pertenencia al grupo terrorista. Además está el vacío de esa hija a la que nunca pudo conocer… Iñaki ahora es Macario, trabaja en una editorial y pasa las noches en “El maní es así”, fascinado por los fáciles encuentros con las sensuales mulatas caribeñas que ahí pescan o esperan ser pescadas. Pero la organización terrorista, golpeada y diezmada, necesita con urgencia gente con experiencia y envían a dos inexperimentados secuaces para traerlo de regreso a Guipúzcoa. La tragedia de Iñaki-Macario ya está escrita. No va a volver a España, de ningún modo. Evadiendo a los etarras, a los que se han sumado funcionarios policiales enviados de la Madre Patria, cae en manos de delincuentes comunes venezolanos, que resultan peores y más crueles que los propios terroristas o agentes antiterroristas. Nuestros delincuentes son simples, sin rollos, primitivos pero eficaces, van directo al grano, sexo y sangre. Por algo causan más muertos que cualquier ultra secreta organización terrorista. Por puro instinto, el protagonista lucha una batalla perdida contra fuerzas superiores, demasiados frentes abiertos, los enemigos son muchos, variados y el balazo liberador puede llegar de cualquier parte.
“La caraqueña del maní” se lee de un tirón, lo que la coloca en la categoría de esas pocas novelas que le hacen pasar al lector un buen rato. Para el venezolano, fascina la visión cruda del que viene de afuera, que pone en blanco y negro cosas que para nosotros, por tan cotidianas, se nos pasan desapercibidas. Para los lectores extranjeros, es una visión imperdible de esta Venezuela de hoy, que arroja explicaciones sobre la casi incomprensible violencia autodestructiva que aquí hemos desatado. El libro ganó el Premio de Novela Camilo José Cela.
Libreros, distribuidores o editores en Venezuela deberían estar peleándose su importación o una co-edición local. Sin embargo, por esos misterios, desaciertos o incomprensibles omisiones, no ha sido así y el libro de Muñoz, a pesar de su título prometedor, no se consigue en el país. Todavía estamos a tiempo para remediar ese lamentable error.
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